- ¿Puedo preguntarte algo?
No la miro. Estoy centrada en picar lechuga.
P: ¿Y tú desde cuando pides permiso para preguntar?
Suelto una risita floja. Soy curiosa desde pequeña, pero la duda que me atormenta ahora la llevo cargando varios días.
- ¿Por qué os habéis divorciado papá y tú?
Ahora si levanto mis ojos para ver su gesto contrariado. Supongo que después de tantos años y siendo adulta no se esperaba que la aborde con esta interrogación.
P: Teníamos desacuerdos importantes.
- ¿En qué?
P: Malú, han pasado casi diez años, ¿qué más da, niña?
Se queja escaqueándose.
- No lo sé, pero me apetece saberlo.
P: Dejamos de entendernos.
- No, mamá, vosotros os entendéis perfectamente hasta el día de hoy.
Aquella respuesta no cuela.
P: No en todo, hija.
Suspira.
P: Hay cosas importantes en las que no hemos podido reconciliarnos, a pesar del paso del tiempo.
- ¿Cómo que?
Piensa por largos segundos buscando una respuesta.
P: Vosotros.
Me sorprendo. Mis recuerdos de la infancia son de una pareja llena de complicidad y jamás se contradecían. Estaban enamorados y ellos sí podrían haberme demostrado que el amor existe, pero lo dejaron, de la noche a la mañana. Yo estaba demasiado centrada en no apagarme del todo tras la ruptura con Sebastián por lo que mis recuerdos son vagos, pero jamás he entendido que ocurrió entre mis padres, y las últimas semanas con Martín me ha hecho recordarles juntos y felices despertando mis dudas.
- Pero si ya éramos mayores.
P: No importa cuantos años tengáis, para mi siempre seréis mis niños y no permitiría que nadie os haga daño.
- Papá no nos haría daño.
Refuto. Soy su niña mimada y José su ojito derecho.
P: A veces lo que creemos que es mejor para otra persona es subjetivo.
Responde reflexiva.
- ¿Qué quieres decir? ¿Qué nos hizo papá?
No me voy con rodeos. Conozco a mi madre desde que nací, y algo me está ocultando.
P: Malú, han pasado demasiados años, cariño.
- ¿Y eso qué?
Me altero ante su negativa a dar respuestas contundentes.
P: Que no importa por qué nos divorciamos. Yo no volvería a estar con tu padre.
- ¿Pero que nos hizo papá para que renunciaras a vuestro matrimonio?
Frunzo el ceño agitada.
- Tu le querías.
Sentencio.
- Erais felices y recuerdo haberte visto llorar por él.
Resopla agobiada.
- ¿No llorabas por papá, verdad? ¿Llorabas por nosotros?
Limpio las lágrimas que inundan mis ojos y me recorren las mejillas. No me había dado cuenta de que yo también he vuelto a llorar, hasta ahora.
P: Lloraba por ti, no por José.
Responde dejándome pasmada.