Capitulo 27

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Narra Malú

Martín abandona la sala dejándome con un enorme nudo en la garganta y unas ganas tontas de llorar. No he podido decirle nada, porque tiene razón, me he comportado como una niñata estúpida y egoísta.

- ¡Martín!

Corro tras él.

- ¡Martín!

Vuelvo a llamarle. El ascensor ha parado en nuestra planta y el está adentro. Me mira cabizbajo y le da al botón para cerrar las puertas. Una lágrima traviesa amenaza con recorrer mi mejilla y aunque intento retenerla, la que le sigue ha tenido más fuerza.

Vuelvo a mi silla y cojo el móvil para llamar a Melendi. Ahora mismo necesito que me abrace y me de cobijo.

- Melen...

Susurro con la voz rota cuando le escucho descolgar la llamada sin siquiera decir nada.

- ¿Estas ahí?

Lloriqueo.

M: Lula, me pillas liado, ¿te llamo luego, vale?

- Vale.

Sorbo la nariz.

M: Oye, espera, ¿tú estás bien?

Me rompo. Al final, liado o no, Melendi es la única persona que siempre se preocupa por mi.

- No.

M: ¿Qué pasa, Lumi?

Esa voz dulce y comprensiva se cuela por mis oídos.

- Luego hablamos.

Propongo. No quiero interrumpirle si está ocupado.

M: Que va, ya he salido.

Me miente. Escucho el jaleo por detrás.

M: ¿Dónde estás?

- En el estudio.

M: Te recojo en media hora.

- No hace falta, Melen.

M: Malú, si me llamas llorando lo dejo todo, no insistas.

- Gracias.

Vuelvo a sollozar y corto la llamada para avisar a Rubén y Portu que me ha surgido un imprevisto y me tomaré un rato. No será demasiado.

Rebusco en mi bolso el mechero que debe haberse caído. A pesar del frío desgarrador que hace, he decidido esperar a Melendi en la calle para fumar, pero me tiembla el cuerpo y enormes gotas de lluvia empiezan a caer a borbotones, dejándome calada en cosa de segundos.

M: Vas a ponerte mala.

Me regaña bajándose del coche en mi auxilio.

- Todo me sale mal.

Vuelvo a dejar caer algunas lágrimas. Esta vez no me molesto en limpiarlas. Se mezclan con la lluvia y ya no sé diferenciar entre ellas.

M: No digas burradas.

- Abrázame, Melen.

Busco la calidez entre su cuerpo.

M: ¿Qué ha pasado?

Pregunta dulcemente. Protegiéndome con su anatomía de la lluvia y con su mirada compasiva de mis propias palabras dañinas.

- Martín...

Confieso. Martín ha pasado.

...

..

Hemos acabado tan mojados que el café que íbamos a tomarnos lo he tenido que preparar en casa. Mientras mi mejor amigo conducía le he contado el monólogo de Martín que tanto daño me ha hecho y él no dejaba de decirme que no me preocupe más. Unas disculpas por cortesía y un verdadero cambio de actitud son todo lo que necesito, según Melendi.

Tras una ducha rápida pero bien calentita me he cambiado de ropa y le he dejado a Melen algo de José, pero se ha negado. Por suerte traía un bolso con ropa de deporte en el coche y los dos nos hemos echado a reír imaginándole con pantalones de mi hermano. Es como la mitad de su tamaño.

M: Tomate esto.

La taza humea.

- Gracias.

M: Malú, no te enfades con lo que voy a decirte...

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