Narra Malú
Martín abandona la sala dejándome con un enorme nudo en la garganta y unas ganas tontas de llorar. No he podido decirle nada, porque tiene razón, me he comportado como una niñata estúpida y egoísta.
- ¡Martín!
Corro tras él.
- ¡Martín!
Vuelvo a llamarle. El ascensor ha parado en nuestra planta y el está adentro. Me mira cabizbajo y le da al botón para cerrar las puertas. Una lágrima traviesa amenaza con recorrer mi mejilla y aunque intento retenerla, la que le sigue ha tenido más fuerza.
Vuelvo a mi silla y cojo el móvil para llamar a Melendi. Ahora mismo necesito que me abrace y me de cobijo.
- Melen...
Susurro con la voz rota cuando le escucho descolgar la llamada sin siquiera decir nada.
- ¿Estas ahí?
Lloriqueo.
M: Lula, me pillas liado, ¿te llamo luego, vale?
- Vale.
Sorbo la nariz.
M: Oye, espera, ¿tú estás bien?
Me rompo. Al final, liado o no, Melendi es la única persona que siempre se preocupa por mi.
- No.
M: ¿Qué pasa, Lumi?
Esa voz dulce y comprensiva se cuela por mis oídos.
- Luego hablamos.
Propongo. No quiero interrumpirle si está ocupado.
M: Que va, ya he salido.
Me miente. Escucho el jaleo por detrás.
M: ¿Dónde estás?
- En el estudio.
M: Te recojo en media hora.
- No hace falta, Melen.
M: Malú, si me llamas llorando lo dejo todo, no insistas.
- Gracias.
Vuelvo a sollozar y corto la llamada para avisar a Rubén y Portu que me ha surgido un imprevisto y me tomaré un rato. No será demasiado.
Rebusco en mi bolso el mechero que debe haberse caído. A pesar del frío desgarrador que hace, he decidido esperar a Melendi en la calle para fumar, pero me tiembla el cuerpo y enormes gotas de lluvia empiezan a caer a borbotones, dejándome calada en cosa de segundos.
M: Vas a ponerte mala.
Me regaña bajándose del coche en mi auxilio.
- Todo me sale mal.
Vuelvo a dejar caer algunas lágrimas. Esta vez no me molesto en limpiarlas. Se mezclan con la lluvia y ya no sé diferenciar entre ellas.
M: No digas burradas.
- Abrázame, Melen.
Busco la calidez entre su cuerpo.
M: ¿Qué ha pasado?
Pregunta dulcemente. Protegiéndome con su anatomía de la lluvia y con su mirada compasiva de mis propias palabras dañinas.
- Martín...
Confieso. Martín ha pasado.
...
..
Hemos acabado tan mojados que el café que íbamos a tomarnos lo he tenido que preparar en casa. Mientras mi mejor amigo conducía le he contado el monólogo de Martín que tanto daño me ha hecho y él no dejaba de decirme que no me preocupe más. Unas disculpas por cortesía y un verdadero cambio de actitud son todo lo que necesito, según Melendi.
Tras una ducha rápida pero bien calentita me he cambiado de ropa y le he dejado a Melen algo de José, pero se ha negado. Por suerte traía un bolso con ropa de deporte en el coche y los dos nos hemos echado a reír imaginándole con pantalones de mi hermano. Es como la mitad de su tamaño.
M: Tomate esto.
La taza humea.
- Gracias.
M: Malú, no te enfades con lo que voy a decirte...