Capítulo 171

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Me despido de Martín en la puerta de casa. Hace frío y yo vuelvo a estar en bragas, calcetines y una sudadera que solo me cubre el culo. Aquí dentro se está bien, pero al abrir la puerta el aire gélido me estremece.

+ No pienses más de la cuenta.

Estoy abrazadita a él, cruzando mis brazos por su torso y apoyando mi barbilla en su cuerpo para verle. Martín me rodea por la cintura reteniéndome bien cerquita. No quiero que se vaya.

- Vale.

No puedo prometerlo, pero lo intentaré. Me espera un día caótico y espero que eso ayude a no tener ruido todo el rato en la cabeza.

+ Y desayuna.

- Sí, papá.

Ruedo los ojos. Le he prometido que cambiaría las tostadas por una fruta y yogur.

+ Solo me preocupo por ti.

Besa mi frente, la punta de mi nariz y por último mis labios.

+ Te recojo sobre las ocho.

Se despide antes de salir. Sigo sin querer pasar la noche sola. Me conozco y los fantasmas no dejarían de atormentarme, pero él no puede dejar otra vez a Eva, por lo que va a recogerme, y dormiremos en su casa. Aunque aún no me la va a presentar. No así. No como su chica.

- Mamá.

No he llegado a cerrar la puerta y veo a la Pepi aparecer cruzando el garage.

- ¿Qué haces aquí?

P: He hablado con tu padre.

- No tengo padre.

La dejo pasar, contestando de mala manera.

P: Me llamó hace un rato. Me ha contado lo de ayer.

Me mira compasiva.

P: Llevo horas tratando de ubicarte.

- Apagué el móvil, no me apetecía hablar con nadie.

Resalto lo evidente. Por algo sus repetidos intentos fallidos.

P: Me tranquiliza que no pasarás la noche sola.

La miro contrariada, maquinando una respuesta que me saque de apuros, pero me doy cuenta que lo dice honesta. No hay picardía en sus ojos, sino alivio.

P: Ya me dijo Pepe que estabas con alguien, debí adivinar que se trataba de Martín.

Podría asegurar que mi padre le ha puesto a parir.

P: No creí que le dejaras quedarse, pero me alegra que lo hicieras.

- Solo estaba aquí por casualidad y...

P: No hacen falta explicaciones.

Me frena.

P: He visto como te abrazabas a él antes de entrar.

Me ruborizo.

P: Y como te mira. No he querido incomodaros, por lo que esperé a que se marchara para aparecer.

Mi madre puede picarme lo que le de la gana, pero admito que siempre ha sido una mujer pertinente.

- ¿No vas a llenarme de pullitas para que te cuente cada detalle?

Pregunto sorprendida.

P: Ya estás mayor, y sabes que me tienes para lo que haga falta.

Me recuerda.

P: No importa cuantos años tengas, siempre serás mi niña.

Sentencia dulcemente.

P: Pero respeto tu privacidad, y veros en la puerta me ha hecho saber muchas más cosas que las que tú me podrías contar, Malú.

Me tenso buscando explicaciones.

P: He visto en sus gestos que te quiere, que te trata bien y que te cuida.

No tarda en dármelas. Inevitablemente sonrío. Yo también lo siento así.

P: Y por primera vez en diez años, a ti dejándote hacer.

Ella también sonríe.

P: ¿Cómo no va a gustarme ese chiquillo?

Zanja divertida. Agradezco que no me exija escuchar anécdotas, pedirme que se lo presente más allá de alguien del equipo, ni ningún tipo de reflexión sobre mis sentimientos hacia él.

P: Ahora dime, ¿cómo estas?

- ¿Cómo podría estar, mamá?

Me rompo con ella.

- Papá me vendió hace diez años pero recién ahora vengo a enterarme, me dijo de todo y me dio una bofetada.

Vuelvo a llenarme de rabia y a llorar amargamente.

- ¿Cómo pudo hacerme creer por tanto tiempo que me quería?

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