Capítulo 169

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Narra Malú

+ Para mis padres.

Me mira entristecido.

+ ¿Te acuerdas cuando te hablé de la banda que formé?

Muevo la cabeza afirmativamente, mordiendo mi labio, deseosa de escuchar más.

+ Ellos nunca me apoyaron en la música.

Me cuenta.

+ Ni en nada.

Agrega musitando. Dolido.

+ Esta canción la escribí en un tren.

Parece revivir el momento.

+ Era de noche, llovía, y nosotros nos íbamos a tocar lejos.

Acaricia las cuerdas de la guitarra.

+ No volví nunca a casa.

Suspira amargamente.

+ Y mi canción tampoco vio la luz.

- ¿Por qué?

Me mata la curiosidad.

+ No se la quise enseñar a los colegas.

Se encoge de hombros.

+ Teníamos una banda de rock, y mis canciones...

- Quiero comprártela.

Confieso impulsivamente. Me mira confundido.

- Hoy me he pasado el día escuchando miles de canciones para el nuevo disco.

Le recuerdo. El mismo me recogió del estudio donde me pasé interminables horas junto a Rosa, Portu y Rubén.

- Ya te he dicho que ninguna me ha gustado.

Me encojo de hombros. Puede que haya habido letras maravillosas, pero yo no he sentido nada.

- Y la tuya me ha puesto los pelos de punta.

Sonríe dejando la guitarra a un lado.

+ ¿De verdad te gusta?

Pregunta con la inocencia de un niño, tirando de mi mano para sentarme sobre él.

- Me encanta.

Confirmo.

+ Es tuya.

Acaricia mi muslo desnudo.

+ Te la regalo.

Besa mis labios.

- Martín, no puedo aceptarlo.

Me niego perdida en su boca.

- Es tan tuya... tan intima.

+ Ahora mismo solo quiero que tú seas mía.

Contesta colando su mano por mi sudadera, recorriéndome la piel desnuda hasta atrapar mi pecho que reacciona de inmediato a él. Hago atrás la cabeza, dejándole espacio para besar mi cuello y su tacto me eriza al instante. Bajo mis piernas siento su erección por lo que me levanto para sentarme nuevamente sobre él, pero a horcajadas y sentir nuestras intimidades rozarse, aún sobre la ropa, mientras nuestras manos nos reparten placer por allí donde tocan.

- Quítate esto.

Ordeno arrastrando su sudadera para recrearme en su torso. El hace lo propio, deslizando la mía hacia arriba y aprovechando mi posición para morder mis pezones que le han quedado justo a la altura.

- Martín.

Se me escapa un quejido de placer, que el interpreta como luz verde para hacerse con mi feminidad. Primero acariciando mi centro y repartiendo la humedad por cada uno de mis pliegues, colando su dedo corazón en mi interior, haciéndome enloquecer para luego desprenderse de mis braguitas y sus bóxers con destreza, aunándonos y robándome gemidos en cada embestida hasta tocar juntos las estrellas.

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