Narra Malú
+ Para mis padres.
Me mira entristecido.
+ ¿Te acuerdas cuando te hablé de la banda que formé?
Muevo la cabeza afirmativamente, mordiendo mi labio, deseosa de escuchar más.
+ Ellos nunca me apoyaron en la música.
Me cuenta.
+ Ni en nada.
Agrega musitando. Dolido.
+ Esta canción la escribí en un tren.
Parece revivir el momento.
+ Era de noche, llovía, y nosotros nos íbamos a tocar lejos.
Acaricia las cuerdas de la guitarra.
+ No volví nunca a casa.
Suspira amargamente.
+ Y mi canción tampoco vio la luz.
- ¿Por qué?
Me mata la curiosidad.
+ No se la quise enseñar a los colegas.
Se encoge de hombros.
+ Teníamos una banda de rock, y mis canciones...
- Quiero comprártela.
Confieso impulsivamente. Me mira confundido.
- Hoy me he pasado el día escuchando miles de canciones para el nuevo disco.
Le recuerdo. El mismo me recogió del estudio donde me pasé interminables horas junto a Rosa, Portu y Rubén.
- Ya te he dicho que ninguna me ha gustado.
Me encojo de hombros. Puede que haya habido letras maravillosas, pero yo no he sentido nada.
- Y la tuya me ha puesto los pelos de punta.
Sonríe dejando la guitarra a un lado.
+ ¿De verdad te gusta?
Pregunta con la inocencia de un niño, tirando de mi mano para sentarme sobre él.
- Me encanta.
Confirmo.
+ Es tuya.
Acaricia mi muslo desnudo.
+ Te la regalo.
Besa mis labios.
- Martín, no puedo aceptarlo.
Me niego perdida en su boca.
- Es tan tuya... tan intima.
+ Ahora mismo solo quiero que tú seas mía.
Contesta colando su mano por mi sudadera, recorriéndome la piel desnuda hasta atrapar mi pecho que reacciona de inmediato a él. Hago atrás la cabeza, dejándole espacio para besar mi cuello y su tacto me eriza al instante. Bajo mis piernas siento su erección por lo que me levanto para sentarme nuevamente sobre él, pero a horcajadas y sentir nuestras intimidades rozarse, aún sobre la ropa, mientras nuestras manos nos reparten placer por allí donde tocan.
- Quítate esto.
Ordeno arrastrando su sudadera para recrearme en su torso. El hace lo propio, deslizando la mía hacia arriba y aprovechando mi posición para morder mis pezones que le han quedado justo a la altura.
- Martín.
Se me escapa un quejido de placer, que el interpreta como luz verde para hacerse con mi feminidad. Primero acariciando mi centro y repartiendo la humedad por cada uno de mis pliegues, colando su dedo corazón en mi interior, haciéndome enloquecer para luego desprenderse de mis braguitas y sus bóxers con destreza, aunándonos y robándome gemidos en cada embestida hasta tocar juntos las estrellas.