- Si digo que nadie, ¿no vas a dejarme en paz, verdad?
P: Ni falta hace que me lo cuentes.
Me mira con ese gesto de "te he parido y te conozco mejor que tu misma"
P: El nuevo.
Sentencia segura.
P: Bien guapo, con el que anoche estuvisteis tonteando como dos adolescentes.
La miro ojiplática sin creerme que me haya cazado a la perfección.
- ¿Tanto se notaba?
Pregunto preocupada. En el equipo somos como una familia, pero tampoco quisiera que se rumoreen cosas.
P: ¿Qué ibais cachondos desesperados?
Corrobora la pregunta.
P: Pues sí, niña, sí.
Su acento andaluz tan característico me recuerda a cuando me regañaba por estar enamorada perdida de Sebastián y llorarle por tanto tiempo. Puede que no sea el acento, porque lo llevo escuchando toda mi vida, igual es simplemente que a veces me sigue costando hablar de hombres con ella. Es que es imposible que alguna pueda olvidarse de las horas que me pasaba llorando por su culpa y de cómo mamá se tiraba consolándome en cada momento como no supo hacerlo nadie más.
P: Pero ese chiquillo me gusta.
Afirma.
P: Tu sabes que la intuición a mi no me falla y se le nota que es más bueno que dios.
Sonrío nerviosa. Si mi madre sentencia algo puedo considerarlo como verdad absoluta. Es la persona más asertiva que he conocido nunca.
P: ¿Te gusta?
Se sienta a mi lado, atrapando una de mis manos entre las suyas, transmitiéndome esa confianza que siempre me ha dado para confesarle absolutamente todo.
- Es muy guapo.
P: Sí.
- Y aunque al conocerle me parecía un creído, he descubierto que no lo es...
Reflexiono.
- Por el contrario... es humilde, y bueno.
P: Ya lo he dicho yo.
Alardea.
P: Y también te digo que va siendo hora de que alguien vuelva a enamorarte.
- No estoy enamorada de Martin, mamá.
P: Claro que no, hija.
Para mi sorpresa, no me contradice.
P: El amor se construye con el tiempo, cariño, confianza.
Enumera.
P: Vosotros recién os estáis conociendo.
- Tampoco voy a enamorarme de él.
Garantizo.
P: Vale.
Rueda los ojos y se dispone a volver a la cocina.
P: El tiempo va a darme la razón.
Me da una voz que se mezcla con el ruido de los cacharros. ¿Por qué mi madre y Melendi se empeñan en que Martín va a enamorarme si los dos saben que después de lo que pasó con Sebastián yo he dejado de creer en el amor?