Narra Mateo
Mantengo un debate interno al oír a Malú tan alterada. Le grita a su padre y llora acongojadamente, lo que me me empuja a consolarla y estar a su lado, pero no puedo evitar recordar sus palabras, pidiéndome que no aparezca en el salón, sin importar lo que ocurra.
Tampoco quiero violar su privacidad entrometiéndome en una conversación en la que no he sido invitado, pero las voces son tan altas que me asomo a observar por el borde de las escaleras. Sus jipíos me llenan de compasión, y la necesidad de protegerla crece cada vez con más fuerza en mi interior.
- ¡No me mientas más, maldito embustero!
Gimotea a la par que sigue vociferando. Su padre reacciona al oírla, levantándole la mano y estampando toda la palma sobre su mejilla. Malú se toca la zona enrojecida y le observa llena de odio.
- ¡Vete! ¡Vete de aquí!
Chilla. Me echo a correr escaleras abajo para socorrerla, y la atrapo entre mis brazos sin que deje de llorar.
Pe: ¿Y tú quién eres?
+ Señor, por favor, váyase.
Le pido sin perder las maneras.
Pe: ¿A éste te estás tirando ahora?
Nos mira a ambos con desprecio.
+ Ya ha oído a su hija.
Insisto.
+ Por favor, retírese.
Pe: ¿Pero quien te crees tú que eres mocoso maleducado?
+ No me obligue a llamar a la policía.
Abro la puerta, invitándole a salir y cogiendo el móvil de mi bolsillo para marcar si es que hace falta.
Pe: Sigues siendo una chiquilla inmadura e incapaz de buscarte a alguien que esté a tu altura.
Espeta soberbio antes de salir. Cierro la puerta tras él, y rodeo con fuerza el menudo cuerpo de mi chica que no deja de sollozar ni por un segundo.
+ Ya, mi niña.
Acaricio su espalda en constante movimiento producto de su respiración agitada.
+ Ya se ha ido.
Intento alejarla de mi con suavidad, para ver su carita empapada y observar su mejilla, pero se niega, aferrándose a mi torso.
+ Vale.
Musito aceptando que aún necesita desahogarse escondida en mi. El dolor interno es mucho mayor que el daño físico que pudo haberle causado su padre y lo demuestra llorando amargamente sin tregua.
+ Shhhhh.
No pretendo silenciarla, únicamente transmitirle toda la contención que necesite, por lo que vuelvo a abrazarla, con el corazón roto viéndola sufrir.
+ ¿Mejor?
Han pasado largos minutos cuando es ella la que abandona mi refugio, sus ojitos están rojos e hinchados, y no parece querer mirarme directamente, pero atrapo su carita, y con mi dedo indice hago el recorrido de su nariz, depositando un beso en la punta tras el pequeño gesto.
- No.
Un puchero vuelve a aparecer en su rostro y el llanto acecha.
- Siento que hayas tenido que pasar por esto.
Se disculpa con un hilo de voz.