Me despierto con un dolor de cabeza tal que me hace dudar si es que me atropelló un tren. Corro al baño a vomitar y abocada al váter recuerdo que ayer bebí. Mucho.
- Nunca más.
Prometo mirándome asqueada al espejo y secándome la cara tras enjuagarme la boca. Bajo a la cocina a por una pastilla y me encuentro a Melendi dormido en mi sofá.
- Melen.
Le sacudo sin fuerza.
- Melen, tío, ¿qué haces aquí?
Me mira adormilado y se incorpora de inmediato.
M: He venido porque me lo has suplicado.
- ¿Yo?
Me enseña su móvil con los mensajes que le mandé anoche. Doy pena.
M: He tenido suerte de que me abrieras la puerta.
Parece algo molesto.
M: Estabas borracha y dormida en el sofá.
Me cuenta.
M: Tenías cara de haber llorado, pero no logré que me contases nada. Volviste a caer rendida y te subí a tu habitación.
- No me acuerdo de nada.
Confieso.
- ¿Te he jodido la noche?
Pregunto avergonzada. Si la respuesta es afirmativa no quiero saberlo.
M: Pues sí, Malú, sí.
- Lo siento.
Estoy verdaderamente arrepentida.
- ¿Me odias?
M: No.
Suspira y se levanta.
M: Me voy a casa.
- Espera, Melen.
Le freno.
- Déjame prepararte café, e invitarte a desayunar, así te recompenso.
M: He dejado a una rubia esculpida por los dioses griegos porque me has pedido que venga y te he encontrado dormida. ¿De verdad te crees que un café va a solucionarlo?
Rompo en una carcajada que solo agudiza mi dolor de cabeza al ver su gesto.
- Si que me odias.
Contesto sola a mi pregunta.
- Y me lo merezco.
M: Eso no vamos a negarlo.
Me abraza risueño. Creo que José y Melendi son los únicos hombres que pueden presumir de mi dependencia. Yo es que no puedo vivir sin ellos.
M: Pero ya me la voy a cobrar.
Me aprieta con fuerza gracioso.
M: ¿Qué pasó anoche?
Se sienta en la banqueta apoyando sus brazos en la encimera. He conseguido convencerle de que un desayuno es lo menos que puedo hacer por el.
- No sé.
Prometo buscando recuerdos en mi memoria.
- Portu y José se fueron del bar.
Encuentro algunos extractos del día de ayer en mi cabeza.
- Martín y yo nos quedamos.
Le cuento algo confundida.
- Nos la estábamos pasando bien. Muy bien.
Remarco.
- Y vinimos a tomar la última copa a casa.
Suelto la taza que tenía en mis manos dejándola caer y romperse en mil pedazos sobre el suelo. Ya recuerdo lo que pasó.