+ Ven, te preparo la bañera calentita así te relajas un poco y entras en calor mientras que yo termino de preparar la cena.
Llegamos a su piso hace un rato, pero me he quedado helada. Puede que esperarle fuera fumando no haya sido una buena idea.
- Vale.
Acepto abrazándome a mi misma para entrar en calor. Aquí si está bien, pero mi cuerpo no consigue recuperarse.
+ Ten.
Me cede toallas limpias.
+ Esto ya casi está.
Comprueba la temperatura del agua bajo el grifo.
- Entra conmigo.
Le pido. Estoy mimosa de más, sintiendo muchas cosas, buenas y malas, y solo tengo ganas de mantenerme pegadita a él. Estoy descubriendo que tenerle muy cerquita es una sensación abrazadora.
- Porfi.
Le hago ojitos, y no me cuesta mucho convencerle. Le observo desnudarse y entrar en el agua. Yo también empiezo a quitarme la ropa, aunque me da corte. Cuando hemos hecho el amor ha tenido la delicadeza de usar únicamente luces tenues, que ayudan a ocultar mis imperfecciones, en cambio ahora, en el baño, con todo iluminado...
- Mejor me doy una ducha rápida, luego.
+ No voy a mirarte.
Adivina mis intenciones, girando su cabeza hacia los azulejos.
+ Ven aquí, anda.
Me pide.
+ Confía en mi, solo voy a mimarte.
Tomo una bocanada de oxigeno, pensativa, y me decanto por aceptar su oferta y dejarme llevar. Me apetece demasiado darme un baño con él.
+ ¿Ya esta?
Pide permiso para levantarle el castigo a sus ojos. Me he sentado en la bañera, cubriendo mi cuerpo con mis piernas bien pegadas a mis pechos.
+ Ven.
Tira de mi para acomodarme apoyando mi espalda en su torso y dejar mi desnudez bajo la espuma.
- Gracias.
Murmuro cuando por fin me siento cómoda después de algunos segundos. Creo que el percibe el momento exacto en que dejo de estar en tensión, porque sus manos acarician mi cuerpo y me llena de besos tiernos.
+ ¿Por qué?
- Por entenderme y tratarme con delicadeza en vez de decirme que estoy loca.
+ Cuando hablas así me recuerdas que jamás te has dejado querer.
Me encojo de hombros. Llevo años convenciéndome de que no me hacía falta, pero ahora me estoy volviendo adicta a él. A su cuerpo. A que me cuide. A que se preocupe por mi. A tenerle cerquita. A contarle como van mis días e interesarme por los suyos. A besarle cuando me da la gana y permitir que el también robe de mis besos. A la seguridad que me proporcionan sus brazos cuando quiero esconderme del mundo. A ponerme de puntillas para alcanzar sus labios y aún así obligarle a inclinarse porque no los alcanzo. Al olor masculino de su perfume. A mi piel estremeciéndose porque sus dedos la rozan.
- ¿Y tú?
Me atrevo a preguntar.
- Nunca me has hablado de tu pasado amoroso.