+ Por favor...
Pido comedido. No quiero romper el momento ni tampoco que vuelva a escaparse, pero no puedo seguir ignorando la química que hay entre nosotros, la tensión sexual que tenemos y que necesito resolver y mucho menos el malentendido de nuestra última conversación.
- Es tarde.
Mira su reloj.
- Deberíamos dormir.
+ Deja de escaparte.
Ordeno.
+ ¿De verdad piensas seguir fingiendo que nada pasa entre nosotros?
No quisiera sonar borde, pero cada vez que nos metemos en algún conflicto su reacción es evitarme.
+ Estamos mayores...
- Martín, me pediste que vuelva a ser tu amiga.
Me recuerda.
- Y estoy intentando serlo.
+ ¿En que momento dejamos de tener algo para que solo pienses ser mi amiga?
Le recrimino.
+ Hace nada me decías que querías estar conmigo.
Le recuerdo.
+ Me pediste que te haga el amor, Malú, no que te follara.
No sé cómo hemos llegado a dar tantos pasos hacia atrás.
+ Yo también quiero que seamos amigos.
Prometo.
+ Y cómplices, confidentes, amantes.
Enumero.
+ Eso es lo bonito de una pareja. Poder encontrar todo en una sola persona.
Sus ojitos brillan demasiado, pero se hace la fuerte y no va a romperse.
- Es lo mejor para los dos.
Se justifica bajito.
+ ¿Por qué piensas que tienes derecho de elegir por mi que es lo mejor?
Espeto molesto. Lo mejor siempre es amar.
- Por esto.
Señala nuestra distancia física. Estamos parados uno frente al otro, pero con mucho espacio de por medio.
- ¿Todavía no te das cuenta que no sé estar con alguien?
+ No, Malú.
La contradigo rotundo.
+ De lo único que me doy cuenta es de que esa es la excusa que te das a ti misma para huir cuando discutimos, cuando algo te da miedo o te genera inseguridad.
Su silencio me da la razón.
+ Ven.
Estiro la mano con intención de coger la suya y tirar de ella, para que quedemos juntitos y sentarnos a hablar, pero al percatarse de mi plan, aparta sus dedos sin permitirme acercarnos.
+ Habla conmigo.
Necesito saber que la atormenta tanto. Es imposible que todo esto sea porque creyó que no me aparecía hacerla mía. Lo hemos hecho varias veces antes y sabe cuánto me pone. Tantos días escapándose de mi me han dado tiempo para pensar en esto.
- Por favor, Martín.
Me mira desprotegida.
- Todo lo que te dije aquel día es cierto.
Asevera.
- Pero solo puedo ser tu amiga...
+ ¿Por qué?
Nuevamente hago el amago de acercarnos físicamente. Tenemos que hablar, sí, pero a veces es más fácil hacerlo bien cerquita, entre susurros, procurando que las palabras que salen de un corazón entren directos al otro.
- No...
Se aleja negándome el tacto.
+ Dime que te pasa.
Suplico. Es que no la entiendo.
+ ¿No ves cuánto me duele no poder rozarte?