Narra Malú
- Vaya, como te haces de rogar.
+ Te estaba probando.
Musita en mi oído con tono seductor.
+ A ver si ibas a insistirme.
Hace un recorrido entre el lóbulo de mi oreja y la comisura de mis labios con la punta de su nariz. Como me pone tenerle cerquita. Que bien huele. Que bien se siente el roce de su barba de pocos días en mi piel. Que profundos son sus ojos.
- Yo no insisto.
Me dejo hacer.
- Pero me alegra verte aquí, y que hayas tenido el detalle de seguirme a los servicios.
+ Te seguiría hasta el fin del mundo.
- ¿Así le hablas a todos tus ligues?
+ No quiero que tú seas mi ligue.
Cuela su mano por debajo de mi jersey, acariciando mi cintura con lujuria, hasta apoyarla sobre mi pecho derecho, sobre el sujetador.
+ Aunque te escondas en una coraza, eres especial.
- No te creas.
Murmuro excitada recordando algunos pescados.
- Quiero que me beses.
Busco su boca.
- Necesito que me beses.
Le imploro al sentir como se aleja.
- Capullo, te haces de rogar.
Río mordiendo su cuello.
+ Si te beso no podré dejar de hacerlo todo el rato.
- Hazlo.
Ordeno.
+ No he probado tu boca y ya sé que me haré adicto a ella.
- ¡Martín, bésame ya!
Sus labios atrapan los míos con premura, saboreándome. Me muerde, su lengua aterciopelada baila con la mía, su mano aprieta mi pecho estimulándome aún más, luego vuelve a recorrer mi piel, tocando mi puente de Venus y pidiendo permiso mudo para poder avanzar. Acaricia mi intimidad comprobando que mi cuerpo reacciona a él, que estoy lista para acogerle en mi interior.
- ¡Agh!
Me despierto con mi propio gemido. Miro a mi alrededor desubicada y me encuentro en mi habitación.
- Fue un sueño.
Bufo escandalizada.
- No, Malú.
Me reprocho. ¿Cómo voy a soñar con Martín y encima despertarme tan cachonda?
Lucho con mi mente por recordar lo ocurrido anoche. Me la he pasado bien con aquel chaval, Nicolás creo que se llamaba, pero la cantidad de alcohol que llevaba encima no me deja recordar con claridad. Llevo mis dedos a mi interior y con algunos movimientos consigo alcanzar el climax, no sin desesperarme por no poder apartar aquel sueño de mi cabeza, ¡te odio, Martín!