Si no fuese porque le tenía poco aprecio a su teléfono, se hubiese preocupado por el golpe tan brusco que le dio contra la mesilla tras apagar la alarma. Tras varios segundos maldiciendo a su Samsung, comprobó la hora: las doce menos trece minutos exactos. Volvió a maldecir al darse cuenta de que debió de programar mal la alarma y asumió que tanto Sebastian como el resto se habrían marchado. Se sentó apoyándose en el respaldo y se colocó la bata, que estaba completamente alborotada alrededor de su cuerpo. Cogió de nuevo el teléfono, buscando la comprobación sobre que se había equivocado al programar el despertador. Y así fue, en vez de las once menos cuarto, el reloj fijado marcaba una hora más, y con ese error perdió su última oportunidad de verles.
Bajó la barra de notificaciones, en los cuales había novedades. Vio que tenía dos peticiones de amistad en Facebook, que correspondían a dos compañeros del –antiguo- trabajo, acompañadas de mensajes que se podían resumir en "¿Dónde narices estás? Estamos preocupados". También tenía doce WhatsApps de Sandra, al igual que dos llamadas perdidas las cuales no quiso comprobar en ese momento. Siguió bajando y vio que tenía un nuevo seguidor en Twitter, el cual rompió el mágico momento al descubrirse que era una cuenta spam. Y por último, también tenía dos notificaciones sobre que sus aplicaciones de Instagram y de Facebook se habían actualizado correctamente. Antes de acceder para ver qué tenían de nuevo esas actualizaciones, le dio un brinco el corazón e, inconscientemente, gritó y tiró el teléfono a los pies de la cama. Se llevó las manos a la boca.
Sandra la iba a matar. Hacía ya cincuenca minutos que debería estar recogiéndola en el aeropuerto. Corrió a leer los WhatsApps no sin antes comprobar que eran suyas las llamadas perdidas. Entre la conversación pudo distinguir más de seis insultos diferentes y más de siete maldiciones. Sin leerlas, pulsó el botón de llamada y esperó que ella contestase, lo cual no se hizo esperar.
- ¡Te voy a matar!-gritó enfurecida.- ¡Te juro que lo hago!
- ¡Sandra!-sonaba lastimada, y eso le quiso transmitir a su amiga recién llegada a la isla.- ¡Sandra en serio, lo siento! ¡Mi móvil, la alarma...!
- ¡No se te ocurra ponerme la puta excusa de la alarma!-cortó.-¡¡Llevo tres cuartos de hora en la terminal con cuatro maletas sin saber a dónde narices ir porque como me dijiste que venías a por mí no traje apuntada la puta dirección de la casa!
- ¡Sandra, te juro que lo siento!-insistía.- ¡Coge un taxi –y antes de que su amiga respondiese, continuó.- yo lo pagaré!
- ¡Eres una z—
- ¡Lo siento!-repitió, estaba angustiada.- ¡Ven al Hotel British Star!
- ¿!Que vaya a dónde?!
- ¡Al Hotel British Star!
- ¿!Me estás tomando el pelo?!
- No...-por fin bajó su tono de voz.- Es largo de contar, pero has de venir aquí, yo te espero.
- ¡No sólo me dejas tirada, sino que encima me haces coger un taxi y plantarme en un hotel!
- Sandra, confía en mí. ¿Alguna vez te he dejado tirada yo?
- No...-respondió más calmada.
- Pues será que esta vez he tenido un motivo ¡¿No crees?!-sintió como Sandra asentía en la distancia, llena de furia en busca de comprensión.
- Hotel British Star.
- Ahá.
- Te quiero en la puta puerta desde ya para pagar al taxista.-Sandra oyó a su amiga decir gracias en bajito, y prosiguió.- Y más te vale no pretender que me quede en ese hotel, porque sabes que no tengo ni un duro, sólo tengo el puto dinero del alquiler del piso, al que por cierto, se me han quitado las ganas de ir.-Yaiza entendió que no lo decía en serio, pues Sandra habría estado ahorrando mucho tiempo para poder irse a vivir con Yaiza a Londres, y por fin había llegado ese momento.
ESTÁS LEYENDO
MAPS
FanfictionTemporada 2014. Necesitaba darle un giro a su vida, y para ello se enfundó en su mejor vestido e ideó el mejor plan posible... un plan que se le iría de las manos y que acabaría llevándola a ella y a su amiga al lugar más deseado de la manera más in...