C149 - Perdidos

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Quiso ignorar cualquier consecuencia desde el momento en el que supo que las tendría. Era algo que se había propuesto hacer desde el primer momento, y Charles la ayudaba de forma plena a intentar llevarlo a cabo.

Se había vuelto a dejar llevar por su beso. Un beso que aún no sabía cómo había llegado después de toda una noche reclamándolo. Se recordaba al final de la escalera de entrada al hotel, asintiendo a todas las explicaciones que Charles le daba sobre la aburrida semana a la que se enfrentaba. La besó tras unos segundos en silencio, lo que la llevó a pensar que había estado demasiado tiempo observándole anonadada, pero no lo suficiente como para que Charles hubiese optado por dejarla allí plantada.

Quería hacer lo que hacía, no se arrepentía de ello, y sólo el ver a Kimi a su lado observándola la hizo temblar por otra cosa muy ajena a lo que le provocaba Charles. Era consciente de que su amigo no estaba por la labor de aprobar sus juegos de olvido, contaba con ello desde un inicio y tal vez eso era lo que la llenaba de dudas. Daba por hecho que todos esperaban eso. Tenía entendido que al menos por su actitud frente a todos, nadie podía esperarse que ella y Charles no diesen un paso así, y sin embargo el rostro de Kimi parecía haber perdido la esperanza por no verlo justo en el instante en el que ella se giraba a él.

Dejó que Charles la besase de nuevo en cuanto su amigo dejó claro que no quería escucharla. Sus labios volvieron a absorber todo mal que pudiese poseerla, encandilando tanto a su persona como al pequeño demonio de su interior.

- ¿Quieres subir?-volvía a ignorar sus palabras. Aceptó que frenase el beso para pronunciarlas, aferrándose a su boca una vez hubo acabado sin darle una respuesta. Charles rió, separándose un poco de ella de forma ladeada, buscándola con los ojos. Ella le miraba.- ¿Quieres subir?-se lo volvió a preguntar, siendo consciente del poder que ejercía sobre ella. Yaiza le miraba suplicándole volver a sus labios, asintiendo apresurada con tal de recuperarlos. Él le dio esa opción, juntándose a los de ella durante unos segundos antes de coger su mano y echar a andar por la escalera.

El hall estaba desértico, y el ascensor por suerte les esperaba en la planta baja deseando subirles a la que ambos compartían mientras continuaban el beso pausado, o eso le decía el subconsciente a la chica. Sus pies la frenaron en seco cuando el propio Charles cesaba de nuevo de besarla, algo que empezaba a alterarla notablemente. Estaban junto a su propia puerta, no la del chico, sin molestarla en absoluto un detalle que lo máximo que suponía era tener que parar tiempo suficiente como para sacar la tarjeta de entrada y pasar sin complicaciones.

Se abrazó a su cuello nada más conseguirlo, andando de espaldas hacia el interior de un dormitorio en el que no se preocupó siquiera por dar la luz. Tenía demasiada urgencia, acorde a la que mostraba un Charles que tiraba al suelo su chaqueta con tal de agilizar la situación.

Pese a ser su dormitorio, Yaiza andaba perdida. No sabía a dónde ir, sus ojos no se despegaban de una mirada que no dejaba de recorrerla en cada pausa. Se sonrojaba y alteraba a partes iguales, impidiéndola pensar con claridad, provocándola un susto estúpido cuando su cuerpo se chocó con la mesa del tocador bajo el espejo. Se giró a él, esperando culparle, pero sólo se vio a ella reflejada. Y por un instante estuvo a punto de seguir con su idea.

No supo si era el recuerdo de haber visto a Kimi, el de no haber visto a nadie más, o el poder de su angelito amordazando a un demasiado atontado demonio, pero se miraba a sí misma sin saber cómo seguir. Sentía los labios de Charles en su cuello, plantándose en cada poro de su piel poco a poco. La imagen de su vestido blanco frente al espejo se veía interrumpida por las dos manos del chico y el comienzo de su camisa, que empezaban a rodearla por la cintura hasta devolverse de nuevo a una posición fija, agarrándola con certeza por la cadera. Sus besos ahora fueron a su cuello y su hombro, aumentando su velocidad al ritmo que le marcaba el cuerpo del chico. Una marcha que ella era incapaz de seguir al estar recibiendo la propia crítica de su mente frente a su mirada.

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