C171 - Cuarto en discordia

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Como un jarro de agua helada.

Cualquier cosa era mejor recibida que la que sus ojos le habían hecho ver, la cual ahora era incapaz de olvidar.

Se había imaginado mil planos diferentes en cuanto a su reencuentro tanto con Kimi como con Yaiza, escenarios en los que ni en los más extremos de sus pensamientos Sandra formaba parte. No al menos en ese bando. La preparación mental que había llevado a cabo para cuando se diese esa ocasión no contemplaba las diferentes sensaciones que su cuerpo sintió al ver a los tres entrar por la puerta como si nada hubiese sucedido. La sorpresa e intriga era tan manifiesta en su rostro que la idea de que todo formase parte de una pesadilla ni siquiera existió en su cabeza. Todo era real, y tenía forma de una.

En cuanto el aire de la calle chocó contra él empezó a buscar un lugar en el que sentarse. Se encontraba mareado, una sensación de la que no se había podido librar a lo largo de las semanas y que le acompañaba en la mayor de sus intensidades hasta Texas. Se dejó caer en las escaleras de la entrada, justo al lado de la barandilla que la bordeaba y al que se aferraba para no caer.

Todo daba vueltas dentro de él. Cerraba los ojos y entreabría la boca esperando que entrase más oxígeno en él de esa forma. No quería abrirlos, sumergiéndose sin placer en todos los recuerdos y teorías que le habían torturado durante dos semanas.

Se había querido esconder del mundo. Nadie en casa, y nadie que pudiese acceder desde fuera. Caminos desde la cama al salón, pasando por el baño y pocas veces la cocina. A veces ni siquiera abandonaba el dormitorio, sintiéndose más seguro entre sus sábanas acompañado de una soledad que se había merecido.

Su forma de vida enfermiza bien le habría provocado ser paciente de hospital. La comida no era opción para él a no ser que su cuerpo empezase a abusar de mareos e intento de desmayos. El dormir era una tarea más que complicada cuando la cabeza gritaba y detallaba con todo lujo de detalles los rostros de las personas por las que en esos momentos se desvivía. Literalmente.

Los días se le hicieron eternos. Sólo el primero sirvió para angustiarse más que incluso cuando aún compartía hotel con ambas personas. Nunca terminó de averiguar si el alejarse de aquello durante más de dos semanas era mejor que el hacerlo por apenas unos días. A medida que pasaban las noches, sentía que todo era más fácil si se enfrentaba de nuevo a ello, si les miraba a la cara y recibía su odio en su plenitud, y a la vez la simple idea de cruzarse con ellos le aterrorizaba.

El último encuentro que tuvo fue con Kimi, en un ascensor del que pretendía salir habiendo explicado algo, del que terminó saliendo bajo amenazas y ganas de desaparecer. Más aún de las previas al choque. Con ella... Con ella era todo mucho más misterioso y deprimente. Ni siquiera había conseguido dirigirle una mísera palabra desde que todo sucedió, ni siquiera un simple perdón. El salir corriendo detrás de ella nada más descubrirla mirándoles fijamente fue lo que le mantenía en ese estado de nervios descontrolado que no le dejaba descansar.

Sabía que Kimi le odiaba, de Yaiza sólo le quedaba imaginarlo y darlo por hecho.

Kimi se había encargado de dejárselo bien claro en su encontronazo antes de abandonar Rusia. Su simple tono de voz, su mirada y su forma de actuar frente a Sebastian sirvió para que el alemán no necesitase escuchar sus palabras. Lo tenía todo perdido con él, merecidamente a su juicio, y sólo basándose en eso era obvio que con Yaiza no iba a haber una gran diferencia.

Como ya le pasaría a Sandra, un gran aliciente para su continua tortura era el recordar a la chica frente a ellos, estática y perdida en un mar de sensaciones y llanto que consiguió hacerles sentir los seres más despreciables de la tierra con tan sólo su presencia. Cualquier odio que Yaiza sintiese hacia él era merecido, y el decírselo tantas veces durante dos semanas sólo ayudaba a encontrar otro sinfín de circunstancias por las cuales Yaiza no querría ni siquiera compartir su aire.

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