C49 - Irrevocable

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No fue su intención soltar las manos de la chica, pero las suyas decidieron dejar de tener fuerza y caer hacia el vacío. Sebastian miraba a Yaiza analizando con todo detalle su frase, buscándole el sentido e intentando comprender cómo era posible haber llegado a ese extremo. Buscaba sus motivos en sus ojos, los tantos que le involucraban a él de forma directa y los otros en los que sólo era un participante más. Sandra se giró para no mirar a su amiga, para no asimilar lo que acababa de escuchar, y Nico la imitó alargando su pose, marchando camino abajo por el paseo a una velocidad que le permitiese evadirse de allí en el acto. Sólo Kimi le vio partir, y su cerebro ni siquiera asimilaba la imagen que veía pues buscaba la solución de última hora que impidiese todo aquello.

- ¿Qué?-Sebastian apenas podía hablar, y Yaiza pudo contener la poca valentía que sentía para pronunciar una explicación.

- La entregué esta mañana. A Samantha, antes de que se fuese.

- ¿Es una broma?-él no quería aceptarlo, y se negaba a saber que no la iba a volver a ver.

- Me voy el domingo tras el gran premio, de vuelta a Madrid. A cambio Samantha me ha pedido que me quede estos días para ayudar.-Sebastian no la escuchaba, pues cada palabra llegaba a él como una puñalada.- Seb...-no quería mirarle, pues la fuerza de voluntad tenía como talón de Aquiles los ojos del chico, ojos que en ese momento parecían pertenecer a la tristeza en persona.- Necesito irme de aquí.

- Yai, yo—

- No, no. Seb, ya está ¿Vale? No pasa nada. Es lo mejor para todos, desde que llegué—

- No sé cómo puedes decir eso.

- Porque lo siento. Todo esto se nos ha ido de las manos a todos, ni siquiera es normal.-ahora era Sebastian el que se negaba a mirarla. Tenía los ojos cerrados con la cabeza agachada, y se concentraba en no hacerla caso.- Yo no pinto nada aquí. Vosotros tenéis vuestra vida y—

- Y tú formas parte de ella.-conectó con ella otra vez, sólo para asegurarse de que Yaiza le escuchaba y entendía el sentido de sus palabras.- De la de todos. Yai nadie quiere que te vayas. Yo no quiero que te vayas.

- Tampoco nos conocemos desde hace tanto ¿no?-buscaba excusas que la ayudasen a mantener su postura frente a la persona que se las echaba por tierra con solo pestañear.- Hay mucha gente que os ayudará a olvidaros de mí.-reía pretendiendo quitarle importancia a todo, y cada vez que fingía se sentía más débil.

- Por qué dices eso.

- Porque es la verdad. Tú mismo puedes... Tú puedes tener lo que quieras y puedes estar con quien quieras—

- Parece que todo está en contra para no poder estar con quien quiero -no se quería dejar engañar por sus palabras.- empezando por ti.

- Yai no puedes irte...-el silencio que provocaron las palabras de Sebastian sólo fue roto por la voz lastimera de Sandra, que miraba a su amiga controlando las ganas de derrumbarse. Yaiza miraba al chico, sintiendo que su corazón se caía a pedazos tras oírle. Miró a su amiga y este terminó de partirse en mil pedazos.

- Lo siento...-empezó por desviar la mirada de ellos y acabó marchándose de allí. Les dejó en la misma posición, mirando el vacío de su sitio como si sus palabras siguiesen allí, intentando mentirles sobre lo maravilloso que sería que ella se fuese.

Sebastian tenía la cara fija en el suelo, y una mano se apoyaba en su cadera buscando un equilibrio que sentía ausente de su cuerpo. Con la otra apretaba sus ojos, mandando de regreso a casa a todas las lágrimas que querían salir de él. Sandra en cambio las daba vía libre. Ambos se sentían inútiles. Sebastian se acordaba de esas tres últimas semanas, y de la de errores que cometió desde el momento en el que se fue de su puerta. Recordaba cada vez que Kimi le había dicho que pelease por ella, y todas las que él se había sentido inútil y ni siquiera lo intentó. La chica pretendía disminuir su llanto, pero se acordaba de sí misma cabreada con su amiga por no haberla contado nada. De todo el tiempo perdido esperando su llamada y alargando una conversación que podría haberlo evitado todo. Se sentía mal por todos, y se culpaba por hacer que la chica se hubiese sentido tan desesperada como para abandonar su sueño.

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