C63 - Cómo hablar

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Sebastian llevó a Yaiza a su dormitorio de la cuarta planta viendo que su sofocón no parecía querer cesar. La chica sentía escalofríos por el cuerpo, y cada vez que miraba a Sebastian su llanto aumentaba en intensidad y se llenaba de medio y desesperación. No quería dejarla sola, así que llamó a la recepción por teléfono y pidió con urgencia que alguien subiese una tila y algo dulce de comer.

El personal del hotel estuvo allí en apenas unos minutos, pero Sebastian caminaba desesperado por el cuarto mientras dividía su mirada entre la puerta, pidiéndola sonar, y la chica que lloraba en los pies de su cama, suplicándola que parase. Cuando un joven del hotel llamó para traer la tila y unas pastas Sebastian no le dio tiempo siquiera a saludar. Se despidió de él dándole las gracias y cerró la puerta a su espalda, dirigiéndose hacia la chica y ofreciéndola el vaso, el cual ella rechazaba a base de negativas.

- Yai, has de beber.-volvió a negar, y el chico se dispuso a estar de cuclillas frente a ella hasta que se decidiese a probarlo.- Venga, por favor, bebe un poco...-apenas se le escuchaba, pero sentía que si su voz aumentaba el volumen la chica volvería a llorar más, y parecía que había conseguido quedarse en una zona de llanto en la cual al menos podía respirar bien. Sebastian estaba apoyado con una mano en el colchón, y con la otra sujetaba el vaso, el cual ardía entre sus dedos. La chica llevó su temblorosa mano al mismo, y la retiró en un acto reflejo tras sentir el calor del cristal.- Ten cuidado, quema un poco...-se levantó un momento para ir al baño, y cogió una toalla pequeña y la humedeció, y volvió a agacharse frente a ella rodeando el vaso con la tela mojada.- Toma ahora.-ella lo cogió y sopló al líquido varias veces antes de darle el primer trago. El calor, que aún era excesivo para su garganta, no supuso mayor daño a una chica que estaba sumamente apalizada por las circunstancias. Volvió a soplar y siguió bebiendo, y así durante unos largos minutos hasta que llegó a la mitad del vaso.- ¿Estás mejor? –ella asintió, asumiendo que al menos sus pulsaciones habían vuelto a una cifra más normal. Él sonrió de forma tímida al verla asentir, tranquilizándose un poco después del estado de nervios que le poseyó al ver a Yaiza así.- Come un poco.-cogió el plato de pastas que había dejado a su lado en el suelo y se lo ofreció, y aunque ella sentía que se iba a poner a vomitar si metía algo en su cuerpo, decidió no negarle nada cogiendo una de las pequeñas galletas. Una vez se la hubo comido volvió a su vaso, y se terminó la tila sintiéndose un poco mejor físicamente. Él cogió el vaso mientras se ponía en pie y lo dejó sobre la mesa, y volvió a su lado a sentarse con ella. Yaiza se masajeaba la sien con sus manos, y Sebastian la miraba intentando ayudarla sin saber cómo.- ¿Te duele mucho? –ella asintió.- ¿Quieres que pida algo?

- No...-sintió que su cabeza daba más vueltas mientras ponía en marcha más tambores dentro al pronunciar esa palabra. Estaba tan cansada y tan mareada que ni siquiera podía hablar, y se tambaleó sobre su propio cuerpo. Sebastian se asustó y posó una de sus manos en su espalda y la otra en su vientre, ayudando a mantenerse erguida.

- Creo que será mejor que te tumbes.-ella asintió, y aunque le daba verdadero miedo dejarse caer hacia atrás, se sintió de nuevo protegida por él, que la animaba a levantarse un poco para llegar al cabecero de la cama. No se dio cuenta de cómo pasó, pero cuando volvió a abrir los ojos estaba tumbada de lado con la cabeza sobre la almohada, a la cual se agarraba, y el chico la miraba de nuevo agachado frente a ella.- Intenta dormir un poco...-ella asintió, pero no cerró los ojos. Necesitaba la luz de los ojos de Sebastian para sentirse más tranquila, y sentía tanto miedo por no volver a poder mirarlos que no iba a dejar de hacerlo.

Él quería que durmiese, para así poder relajarse también, y comenzó a acariciar su pelo para que el sueño la llevase pronto. El primer contacto de su piel con el cabello de la chica provocó en Yaiza un pequeño escalofrío, pero no tan doloroso como los de antes, sino mucho más placentero. Se sintió más cansada aún, y empezaba a sentir que los ojos de Sebastian se apagaban al no verlos tan nítidos como antes, y cuando volvió a mirar en su dirección después de pestañear, vio que todo había cambiado frente a ella. No había luz en ningún lado, y obviamente Sebastian ya no estaba junto a ella. Se sobresaltó incorporándose sobre la cama, y dio la luz comprobando que estaba completamente sola en esa habitación.

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