C112 - La gran final

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Ambos vieron como algo muy positivo no discutir durante un día entero. No sólo sentían que no habían existido motivos para ello, sino que ni siquiera repararon en pensar en el sorprendente suceso hasta que se metieron en sus respectivas camas para dormir. Tras la comida del sábado, tanto uno como otro entendieron que era necesario un poco de espacio para asimilar la conversación mantenida esa mañana. Mientras Kimi decidió pasar la tarde con uno de sus coches, Sandra se metió en la cocina para realizar unos cuantos experimentos pasteleros.

Kimi decidió regresar al interior de la casa, en dirección a la cocina, justo cuando su estómago empezaba a pedirle alimento. No terminó de entender por qué el menú nocturno se componía sólo de pastelería, y tuvo que ser su intriga la que devolvía a Sandra a la tierra haciéndola saber las horas que eran. El finlandés insistió en pedir algo de cenar, pero las dudas mostradas por ambos en cuanto al qué pedir acabaron provocando que la cena se compusiese de los experimentos de la chica. Kimi, sin el miedo de acabar con una indigestión tras haber aceptado las galletas de Yaiza, se comió sin complicaciones varios muffins y trozos de bizcocho que Sandra ofreció.

Era ella la que más vueltas le daba a todo entre las sábanas de su cama. Recordaba las diferentes risas mostradas por Kimi durante esa cena, los miles de comentarios compartidos entre ambos acerca de las acciones culinarias de Sandra, y aunque ninguno de esos gestos se caracterizaba por tener profundidad sentimental, se sentía en un gran momento por haber sido capaz de no acabar a gritos con él ni haber tenido esa necesidad.

Cuando se despertó, por su mente sólo paseaba la imagen de un bosque y una pequeña casa, por lo que sus pensamientos de antes de dormir habían quedado a un segundo lado por culpa de un sueño que no recordaba. Se acomodó sobre la cama y sintió frío. Miró por la ventana y comprobó que llovía, y resopló soltando con ese aire sus esperanzas de salir de casa ese día, yéndose a la ducha para que el agua caliente mantuviese su buen estado de ánimo de la noche anterior. Salió, se vistió con su sudadera de Red Bull como prenda más acorde al clima, y se secó el pelo para evitar cualquier constipado de última hora. Fue hacia la cocina y cogió uno de sus muffins para desayunar mientras sacaba el móvil comprobando que tenía unos cuantos mensajes de su amiga. Aprovechó para comprobar que eran las once, y se pasó hasta y media comentando a Yaiza lo impresionante que era la suite en la que estaba alojada y lo bonito que parecía Berlín a esas horas de la mañana.

- ¿Ya no quedan magdalenas de esas?-dio un brinco al oír la voz de Kimi. Estaba frente a la encimera, con unos vaqueros y una sudadera negra fina. No le había sentido entrar.

- Muffins.

- ¿Qué?

- Que son muffins, no magdalenas.-Kimi rió.- Me he comido la última.

- ¿Qué tipo de cocinera eres que te comes tu propio plato sin dejar a los demás?-ahora rió ella.

- No estabas aquí para ofrecértela, y la magdalena –burló- me pedía a gritos que la comiese.

- Ah, así que han sido los gritos de la magdalena los que me han despertado.-rieron.- No, en serio ¿Has gritado tú?-Sandra frunció el ceño.

- ¿Gritar?

- He oído varios gritos con mi nombre.-la chica miró a los lados incrédula, sobre todo viendo que Kimi se mantenía serio.

- Yo no he gritado nada.-Kimi se sintió estúpido.

- B-bueno lo habré soñado, qué más da.-cogió un trozo de bizcocho y dio un mordisco.- Se ha quedado duro.-ella asintió.- Da igual, tengo hambre. Voy a ducharme ahora. ¿Vas a querer hacer algo luego?

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