C170 - Completamente lleno

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- Quiero volver a casa.-estaba sumido en sus propios pensamientos, intentando averiguar si el rumbo que le estaba dando a aquella situación era el coherente. Ver la llegada de Yaiza llorando hacia el porche, con el abrigo entre sus manos temblorosas, angustia y unas claras ganas de abandonar ese lugar le hizo pensar que tal vez se estaba precipitando.

Se alzó nada más verla, asustado tanto por su simple presencia como por la manera en la que se apareció por la puerta. Estaba tan concentrado en lo que había hablado con Sandra que el ver a Yaiza en un estado claramente provocado por algún encontronazo con la chica en cuestión era recibido en él como una señal de tomarse las cosas con calma.

Asintió a la chica con poco convencimiento, agradeciendo de alguna forma en cuanto ella salió disparada hacia el coche que la lluvia finlandesa hubiese decidido darles un respiro aquel momento.

Entró a la casa, con pausa, viendo a una Sandra en el mismo estado que la otra chica acabando de bajar las escaleras. No se dijeron nada, limitándose a mirarse para saber que las cosas estaban siendo demasiado complicadas para lo que Kimi quería ver o provocar. Decidió, tras ver que Sandra tampoco estaba en el mejor estado posible como para intentar averiguar el motivo concreto de esa situación, dirigirse al coche para no alargar la espera de Yaiza.

La chica estaba acurrucada en el asiento de copiloto. Lloraba con la mirada perdida entre el cristal y la propia puerta, sin hacer caso al chico que se sentía a su lado buscando la manera de consolarla. Algo le decía que no debía. Tenía cierto temor a hablar con ella de Sandra en ese instante. Sobre todo al ver que lo que para uno había sido una decisión bastante rápida, para otra estaba siendo un verdadero calvario.

Cuando Sandra tomó asiento en la parte trasera del coche, el silencio que les acompañó hasta que Kimi decidió poner en marcha el motor fue más que eterno. El chico miraba por el retrovisor para comprobar que el estado de Sandra no variaba mucho respecto al de la chica de adelante, algo que le impedía concentrarse plenamente en su función de conductor.

Estancó varias veces su Ferrari durante el trayecto, lamentándose con rabia al sentir que de no prestar atención a lo que tenía entre manos no llegarían a casa nunca, empeorando si era posible aún más todo aquello.

Eso en parte era algo que a todos les parecía imposible. Sandra tenía una idea clara en mente, y era echar a andar carretera abajo en cuanto el coche aparcase. Quería irse de allí. Hablar con Yaiza no tenía ni sentido ni solución posible. La chica estaba negada por completo a escuchar cualquier cosa que Sandra pudiese decirle, actuando como nunca antes y renegando de su presencia hasta el último nivel.

Y puesto que la comprendía, no quería seguir siendo una molestia.

Yaiza, desde su posición, lo único que quería era esconderse del mundo. Se repetía una y otra vez en su cabeza que tenía motivos suficientes y de sobra para no querer compartir espacio con la chica que iba sentada a su espalda. Pero por más motivos que se daba, más se lamentaba.

No quería perdonarla. Y en el fondo se moría de ganas de hacerlo. Sólo porque el tenerla de nuevo a su lado supondría que tal vez nada de lo ocurrido era tan importante. Sólo porque aún no terminaba de creérselo. Y sin embargo la imagen de Sebastian y Sandra mirándola perplejos seguía clavada en su mente con todo detalle. Hundiéndola aún más si era posible. Repitiéndola que todo lo que hiciese con tal de alejarse de los causantes de su mal era poco en comparación con lo que merecían.

- Venga, ven...-no levantaba la cabeza de entre sus piernas. Se había hecho un ovillo en el asiento, cubriéndose con un brazo y abrazándose con otro. Kimi la hablaba con la puerta abierta, de cuclillas y esperando captar su atención con tal de hacerla salir de allí. Seguía temeroso al intentar decirle algo más. Se preguntaba si ambas habrían hablado de lo que el chico había propuesto a Sandra, si Yaiza ahora se negaba a mirarle por ese motivo o si, en cambio, desconocía que él había caído ya en la rendición. Agarró su mano y tiró de ella con sutileza, desmontando la fortaleza en la que se había convertido su cuerpo en aquel auto, convenciéndola para salir sin decir palabra.

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