C84 - Punto y aparte

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No sabía bailar, eso era algo que tenía asumido desde que lo hizo por primera vez. Sin embargo, hacerlo con Dani la hacía sentir la mejor bailarina del mundo, o al menos la más feliz. Él la acompañaba en cada movimiento, e independientemente de la canción que sonase, todo eran risas, sonrisas y danzas cómplices entre dos amigos que se lo pasaban en grande.

Y si algo la hacía disfrutar toda vía más era saber que Sebastian la miraba. Por primera vez, sin unos celos que les hiciesen a ambos estropear todo lo conseguido. Cada vez que pegaba su cintura a la de Dani, miraba de reojo con picardía a Sebastian, que sonreía con admiración desde el sofá, encantado no por verla bailar con él, sino por verla simplemente existir. Se agarró al cuello de Dani mientras él volvía a coger su cintura, ya sin la necesidad de pedir permiso visual a su compañero. La chica miró a Sebastian con decisión, y pese a que sus ojos le reclamaban allí, en la posición del australiano, el chico sonreía sin mucha intención de suplirle.

Intentando ignorar el ruido que la música atronadora provocaba, Dani se acercó al oído de Yaiza para hablar con ella. La chica tuvo dificultades para entenderle, pero tras un nuevo intento por parte del chico comprendió que este pretendía poner punto final a esa jornada de baile que había durado cerca de una hora. Cuando se separaron, Sebastian estaba de pie yendo rumbo a ellos, rodeando el sofá que les separaba. Lejos de quedarse con la chica, como ella tenía intención, le hizo un gesto a Dani para ir juntos a la barra. Miró a Yaiza, sabiendo la rabia que la provocaba todo aquello, y haciéndole a ella el mismo gesto para invitarla con ellos. Yaiza, lejos de enfadarse, sonrió con esa picardía que llevaba acompañándola toda la noche, y negó alejándose un poco de ellos. Por su lado pasaba uno de los camareros que ofrecían a los más acomodados las bebidas que no se dignaban a ir a pedir a la barra, y sin mucha complicación, cogió una de su bandeja. Se la llevó a la boca y le dio un pequeño sorbo, y ese gesto estremeció tanto a Sebastian que cogió aire suficiente para ir acompañado hacia la barra. Una vez allí, tanto él como Dani se apoyaron de espaldas a la misma sin perder detalle de Yaiza, que se giraba con su copa para moverse levemente al ritmo de la música.

No conocía las canciones, no al menos las dos que sonaron después de haberse quedado sola, y pese a ello se evadió en ellas mientras ignoraba la presencia de cualquier persona a su alrededor. Sebastian y Dani la miraban, pero junto a sus ojos, los de Nico seguían fijos en ella desde la mesa alta a la que se había encomendado para esconderse. No había dejado de hacerlo, y ahora que estaba sola, ni siquiera se le pasaba por la cabeza ponerle fin. Seguía apoyado en su mano, que descansaba sobre su codo apoyado en la tabla, y sus ojos diferían de los de Sebastian y Dani en la clara desilusión que mostraban.

Yaiza seguía con su copa, moviéndose de forma que pasaba desapercibida para todos aquellos que la ignoraban, pero que no se escapaba de los rostros de los que tanto la adoraban. Los dos chicos seguían mirándola desde la barra, y Dani comentaba por lo bajo la jugada mientras Sebastian asentía sin perder detalle. Nico no hacía nada más que mirarla, y todos sus pensamientos sobre lo estúpido que había sido con ella parecían estancados en el fondo de su mente esperando salir cuando se les llamase. Y aun así no estaban solos observando el discreto baile de la chica. Lewis y Nicole eran los únicos que se habían negado a levantarse de aquellos sofás, y mientras que él no perdía detalle de Yaiza, Nicole dividía su interés en el chico y en la que acaparaba su atención.

Yaiza sonrió al reconocer la canción que sonaba en ese momento, y pegó un trago a su copa antes de sentirse un poco más a gusto con la voz de Milow y su . Seguía moviéndose de forma discreta, sin llamar la atención, y se limitaba a moverse en el mismo trozo de suelo mientras que se cambiaba la melena de lado. Se separó un poco más del sofá al que estaba pegada, y las horas que marcaba el reloj provocaban que el local tuviese menos gente que antes. La gente seguía ignorando su presencia, pero las cinco personas que la observaban no perdían detalle de nada de lo que hacía, aunque ella se había evadido tanto al oír a Milow que ni siquiera era consciente de ello.

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