C25 - Pequeña de las dudas infinitas

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Si hubiese sido fumadora, ese sería el momento oportuno para coger un cigarrillo y llevárselo a la boca. No podía negar que había disfrutado con él como la vez anterior, al igual que no negaba que lo volvería a hacer. Pero el momento posterior en el que se enfrentaba a ello cara a cara le traía muchos más quebraderos de cabeza de los esperados esa vez.

Estaba sentada sobre su propia cama, cubriendo su pecho aún desnudo con la sábana, con una pierna estirada y la otra encogida, en la cual apoyaba su codo que a la vez sujetaba su cabeza. Miraba a su lado, al chico que dormía entre las sábanas. Recorría su cuerpo con la mirada y recordaba haber hecho de todo a cada centímetro de piel que veía. De forma delicada, llevó dos dedos a la sábana que cubría el cuerpo de Lewis, y la retiró un poco hacia abajo, lo justo para observar su espalda y su tatuaje en todo su esplendor. Sonrió sin fuerza al ver las marcas de sus uñas en el costado del chico, y supo reconocer el momento en el que se las había hecho. Encogió la otra pierna, llevando ambas a su pecho, y metió sus brazos entre medias para hacerse un ovillo. A continuación se dejó caer despacio hacia atrás, posando su cabeza a la altura de la de Lewis, al que seguía mirando. Se giró hacia su lado, y dejando su cuerpo boca abajo empezó a jugar con los pequeños rizos que salían de su cabeza.

Estuvo así un rato, hasta que el chico se despertó al sentir que algo le tocaba, y pese a que sus ojos seguían medio cerrados, no ocultó la sonrisa que le provocaba el sentir a Yaiza junto a él.

- Buenos días.-ella fue la encargada de abrir el saludo mañanero.

- Bueos ias...-dijo él sin apenas pronunciar palabra mientras se estiraba. Pegó su espalda al colchón y se tapó la cara con las manos para apretarla y así despertar. Yaiza por su parte volvía a su postura inicial y se hacía un ovillo- ¿Qué hora es?

- Las ocho.

- ¿Qué haces despierta tan pronto?-rió y ella le acompañó para no hacerle el feo.

- No podía dormir más.

- Tampoco hemos dormido tanto.-se apoyó sobre su antebrazo y mientras se sonreía, se acercó a Yaiza, a la que dio un suave beso cerca de la rodilla. La chica sintió que su piel se estremecía al sentir sus labios, al igual que su mano recorriendo su pierna a la vez. Sonreía y él ahora se acercaba a su cara para besarla. No le puso impedimento y dejó que jugase con su lengua como regalo de buenos días, y llevó sus manos a su rostro para acercarle aún más. El recorrido de los dedos de Lewis por su pierna desnuda provocó que esta la estirase de nuevo abriéndole así un camino directo hacia donde quisiese llegar. El chico comenzó de nuevo la ruta, desde su empeine hacia arriba, y llegó a la fina tela blanca que cubría sus partes más íntimas, la única prenda que la chica portaba. Mientras seguía besándola, metió su mano entre la tela y su piel y comenzó a acariciarla. Sintió un placer que se compenetraba con el frío que hacía en ese cuarto a esas horas de la mañana, y pese a que le incomodaba en cierta medida, separó sus brazos de su pecho y dejó que la sábana se desprendiese de su piel, sintiendo aún más ese incómodo temblor que a la vez tanto la excitaba. Lewis decidió subir su mano hasta su pecho, y lo masajeó mientras seguía besándola. La delicadeza con la que la acariciaba por todo el cuerpo hizo que sintiese unas ganas terribles de no moverse de esa cama en todo el día. Pero tanto por horario de uno como del otro, eso no era más que una fantasía. Y para su desgracia, alguien tocó a la puerta. Lewis cerró los ojos aún más, con rabia, y separó sus labios de la chica para girarse hacia la puerta, juzgando a quien quiera que fuese el que interrumpía.

- Voy a abrir...-la chica cogió de nuevo la sábana y la colocó recorriendo su cuerpo. De camino a la puerta, se peinó un poco con la mano para no dar tan mala imagen, y se puso colorada al ver quién era la persona que la esperaba al otro lado.

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