C18 - Somos sin serlo

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Otra vez tendría que vivir esa situación de incomodidad. No podía decirle que no a Nico, y menos sabiendo cómo era su vida, en la que seguro apenas podía ver a sus amigos. También sabía que el quedar con ellos no iba a ser algo horrible, pero no podía evitar sentirse de nuevo incómoda y fuera de lugar. Nico no paró de hablarle de ese grupo de gente al que iba a conocer durante toda la mañana hasta la hora de comer. Parecían encantadores, pero las anécdotas que contaba dejaban claro que pertenecían al mismo mundo que el chico. Bastante alejado de la realidad que ha estado viviendo Sandra hasta ahora.

Comieron en el jardín, y por un momento, ambos revivieron esos momentos que les unieron en su día. Nico no paraba de bromear y Sandra no paraba de reír. Se sentían tan cómodos los dos juntos que cuando acabaron la comida y Simone apareció para recoger, no pudieron evitar sentirse decepcionados.

Nico se disculpó con Sandra, pues había quedado en ir a buscar a sus amigos, y antes de las cuatro salió de casa, dejando a la chica por allí a sus anchas. Nico insistió en que no tuviese reparo en hacer lo que le diese la gana, pero Sandra sólo le aseguró que así haría para que no se preocupase y se fuese a por la visita. Dio vueltas por el jardín, y hasta una pequeña figura de un elefante le pareció más cara que cualquier objeto que ella pudiese tener. Entró en la casa, en donde Lona terminaba de sacar brillo a unos trofeos encima de una chimenea. Sandra se disculpó por si molestaba, y luego se volvió a disculpar por lo ofendida que se sintió Lona al pensar que Sandra pensaba que molestaba. Lejos de ese lío en el que Sandra se metió sin querer, volvió a la gran entrada a ver todas las fotos que había por las paredes. En muchas salía Nico con su padre en algún circuito, cuando el chico apenas tendría cuatro años. También había una foto de un podio de cuando Nico tendría poco más de diez años. Sonrió al reconocer al otro chico de la foto, que era Lewis.

Mientras observaba con detalle cada foto, Simone limpiaba los marcos de una pequeña mesita a toda prisa. Sandra no se dio cuenta hasta que a la mujer se le cayó al suelo el limpiacristales. Simone se disculpó y Sandra comenzó a negar exculpándola. La mujer parecía más relajada que su acompañante, que era mucho más joven y al parecer, más inexperta. Sandra seguía mirando fotos, y Simone sonreía orgullosa.

- No ha cambiado nada ¿eh?-dijo con total naturalidad. Sandra se dio la vuelta para mirarla.- Siempre ha tenido esa cara de buena persona.

- Sí...-Sandra sonreía asintiendo, pues Simone tenía toda la razón. La cara de Nico en una foto en la que era un crío le hizo sonreír más de lo normal. Estaba dentro de un cochecito, y llevaba un casco demasiado grande para él. Simone se puso a su lado a observarla.

- A Keijo siempre le traía de cabeza.-Sandra volvió la mirada a la señora.- Su padre, Keke. Cuando Nico era pequeño se empeñaba siempre en subirse a los coches, y su padre no le dejaba.

- ¿En serio?-la mujer asintió.

- Keijo quería que Nico siguiese su estela, eso está claro, pero cuando tienes un hijo tan pequeño sientes miedo de que le pueda pasar algo.

- Es entendible...

- Mucho.-pausaron unos segundos.- Por suerte Nico siempre ha tenido mucha cabeza.

- ¿Cuánto hace que le conoce?-la conversación era bastante curiosa. Simone siempre había tratado de usted a Sandra, y ahora la señora trataba de forma coloquial a la chica, que ocupaba el puesto de máxima educación.

- Desde antes de que su padre tuviese pensado tenerle.-rieron.- He trabajado con los Rosberg mucho tiempo, y me he encargado de cuidarle muchas veces. Es como un hijo.

- Seguro que usted es como una madre.-Simone sonrió.

- Eso se empeña en hacerme creer. Muchas veces me ha pedido que me prejubile. Tengo un buen sueldo ¿Sabes? No tendría problemas para vivir... Pero no me veo fuera de esta casa.-miró a las paredes llenas de fotos.- Y no por la vivienda en sí, sino por los recuerdos.-a Sandra se le encogió el corazón.- Yo era como tú la primera vez que pisé esta casa.

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