C32 - Hogar dulce hogar

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Las intenciones de Lewis por pasar la tarde del marte a solas con Yaiza se cumplieron a rajatabla. Karlesha apenas apareció por casa, al igual que el resto de personal, y mucho menos Roscoe. El plan que llevaron a cabo tampoco hubiese supuesto problemas con la presencia de esas personas (y animales) pues apenas salieron del gran salón que el inglés tenía, en donde una gran pantalla ocupaba la pared blanca del fondo. Estaban tan cansados que decidieron ver películas para pasar el rato hasta que les entrase sueño. Eligieron dos para empezar, una cada uno, y pese a que Lewis se mantuvo bastante interesado en la que escogió la chica, ella no pudo aguantar en la de Lewis, y ni siquiera tuvo tiempo para ver el nombre de la misma. Se quedó dormida en el sofá negro, el sofá más cómodo en el que se había tumbado nunca.

Lewis tampoco prestó mucha atención a su cinta, y se pasó la gran parte de la misma observando a Yaiza, que cada vez se acurrucaba más a su lado. La chica acabó cayendo por su pecho y él la ayudó a colocar su cabeza sobre sus piernas. Agarró una como si fuese una almohada, y Lewis sonrió mientras acariciaba su larga melena, sabiendo que no iba a moverse hasta que ella despertase de su sueño.

Eso fue a la hora de la cena, y entre que el chico necesitaba con urgencia ir al baño y entre que era recomendable que la muchacha se despertase para comer algo, decidió empezar a susurrar para ver si el leve sonido la hacía abrir los ojos.

- Yai...-era la segunda vez que la despertaba ese día y la sensación que le transmitía aquello era más que positiva.- Yai...-elevó un poco el tono, y pese a que quería despertarla, a la vez le daba miedo hacerlo por si interrumpía su descanso. Sonreía al verla protestar sin siquiera estar despierta. Recorrió otra vez su pelo y el tacto de sus dedos por su cabello fue el que finalmente la hizo abrir los ojos. Tenía la televisión gigante en frente, apagada, y por las ventanas ya no pasaba la luz del sol, que seguro que descansaba como a ella le gustaría hacer. Se frotó los ojos y se giró sobre las piernas de Lewis, quedándose de cara al techo. El chico permanecía observándola pegado al respaldo del sofá, y sonreía. Y ella se contagió.

- Lo siento...-dijo colorada, pensando que debía llevar horas suficientes como para no haber visto la película.

- Tranquila, he hecho una mala elección.-no cesaba en su movimiento por el pelo de Yaiza y ella pensaba que se iba a volver a quedar dormida.

- ¿Qué hora es?

- Las ocho y media.

- Es pronto...-él rió sin fuerza, como si volviese a querer evitar molestar el descanso de la chica, que se giraba ahora hacia el lado opuesto, dejando el abdomen del chico de frente, el cual no veía porque volvía a cerrar los ojos para seguir durmiendo. Se había acurrucado aún más en el espacio del sofá. Encogió las piernas y puso una de sus manos al lado de su cara, justo en el muslo del chico.

- Yo a esas horas hace rato que he cenado.-ella sonrió y decidió mirarle con timidez, pidiéndole perdón de nuevo. Se colocó mejor, aún de lado, y empezó a acariciar el muslo de Lewis con los dedos de su mano, y él no retiraba la suya de su pelo, que caía por el lado contrario de ella. Necesitaba ir al baño, y se moría de hambre, pero por nada del mundo iba a interrumpir ese momento a no ser que ella quisiese.

Pasó el rato y cuando él pensaba que Yaiza se había vuelto a dormir, la chica se incorporó, cruzando las piernas sobre el sofá y estirándose de una forma que Lewis consideró adorable. Estaba completamente despeinada, y él sonreía por sentirse culpable. La chica sonreía como si se avergonzase de estar tan perezosa.

Lewis se levantó y la acarició la cara a la vez, luego se alejó por la puerta y una vez la perdió de vista salió corriendo al baño. Cuando regresó ella estaba en la cocina, con la nevera abierta, mirando por todos lados. Él frunció el ceño mientras volvía a sonreír acercándose a su lado.

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