Filosofar

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  Dicen que cuando uno tiene los sentimientos a flor de piel, tiende a filosofar.
  Draco siempre había considerado eso una tontería muy grande y se burlaba abiertamente de su amigo Theo por ello.
  Él había sido todo un soltero de oro, era temido por todos y adorado por las chicas y, aunque en un principio eso le encantaba, ahora era una maldición y se sentía asqueroso por haber sido el príncipe de Slytherin.
  Después de Hogwarts, aunque no era la misma persona, si mantenía su fuerte creencia de que Theo era muy moñas con su novia.
Eso le duró hasta el día en que entró a trabajar en el mismo departamento del Ministerio de Magia que ella.

  Ella. En eso se resumía su vida en ese momento. Nunca se había sentido atraído por ella y entorpeció su vida durante el colegio y aun así ella le salvó de ir a Azkaban, le había perdonado, le aceptó en su trabajo y hasta parecía que confiaba en él.
  Y por desgracia, desde el momento en que la vio por primera vez después de tanto tiempo, su corazón dio tal vuelco que se había vuelto un moñas, peor que Theo incluso. Pero es que Hermione era una alquimista, volvía lo ordinario inolvidable, se convirtió en su existencia y le dio una razón de vivir.

  Desde su escritorio echaba miradas furtivas al despacho de Hermione. El día hubiese sido como cualquier otro: ellos dos haciendo unas horas extras que nadie quería hacer. Pero no, que ese día no se pudiese concentrar nada tenía una buena explicación: era su aniversario... O algo así. Ese día hacía un año que él había comenzado a trabajar para ella. Draco recordó sus pensamientos cuando la vio aparecer por la puerta dispuesta a combatir cualquier gana de fastidiar que el chico tuviese. Recordaba que se había quedado sin habla. No sabía por qué pero ella le había dejado muy impresionado. Después de eso solo hizo falta una semana para que él se enamorase de la manera más horrible que existe: platónicamente.

  Ella le había llegado a coger aprecio, estaba seguro de ello. Pero no creía que nadie sobre la faz de la Tierra quisiese tanto como él lo hacía. Se sentía imbécil y muchas veces Theo le decía que se fuese, que cambiase de trabajo, pero no podía, era incapaz de marcharse. La posibilidad de poder mirarla, aunque fuese furtivamente como en ese instante, le era necesaria.
  Por una parte se odiaba a sí mismo por ser tan absurdamente dependiente a alguien que ni siguiera sabía de sus sentimientos. Otras veces solo odiaba la horrible situación que, para su desgracia, le había tocado vivir. Y a veces, incluso, la odiaba a ella por ser tan jodidamente perfecta.

  Tan absorto estaba Draco en Hermione que dejó de ser discreto y ella se dio cuenta de que la estaba mirando fijamente. Con cara de irritación se levantó con un resoplido y mascullando un 'no lo aguanto más' salió de su despacho directa al chico.
  —¡Malfoy, deja de mirarme tan fijamente! —espetó tajante. Realmente no sabía porque había dicho eso, no lo tenía planeado pero es que se había puesto muy nerviosa.
  —Perdón —murmuró él rojo de la vergüenza mientras volvía la vista a los papeles de la mesa. Ella que ya se marchaba de nuevo a su sitio se detuvo y volvió a la mesa del chico.
  —Soy yo la que lo siente, Draco —se sobó el puente de la nariz.
  —¿Estás bien? —preguntó preocupado.
  —Pues no lo sé. Mira, no tenía que haberte hablado así pero últimamente estás haciendo unas cosas muy raras y me confundes.
  Ante la mirada que le echó solo pudo tragar. Trataba de pensar en qué hacer, cualquier cosa menos decirle la verdad, no iba a hacer que cargase con él, no se merecía eso.
  —¿Qué he hecho? —cuestionó con un hilo de voz.
  —Oh, Malfoy, lo sabes perfectamente. Me miras siempre y muy intensamente. Y eso solo es la punta del iceberg —le señaló indignada con el dedo.
  —Yo... —balbuceó.
  —Tu amabilidad, tu colaboración, siempre estás dispuesto a todo. Por Merlín, has hecho más horas extras que nadie... Eso sí, solo si yo también estoy. ¿Qué te pasa Malfoy, te parece divertido hacerme esto?
  —Yo solo... Yo no... —intentaba decir Draco.
  —¡No me jodas, Malfoy! ¿Eres una de las personas más inteligentes que conozco y no te salen las palabras? —gritó furiosa.
  —Granger... —Draco no era capaz de formar una frase, no entendía su enfado y ella siempre hacía que dudase hasta de su existencia.
  —¿Ahora me llamas Granger? Hace meses que siempre me dices Hermione —escupió ella.
  —Tú me estás llamando Malfoy —rebatió él.
  —Pero porque contigo estoy muy enfadada.
  —Pues no sé por qué.
  —¿¡Acaso te estás burlando de mí!? —chilló de nuevo.
  —Nunca haría eso —contestó él con aplomo.
  —No, claro que no. Ese es el jodido problema, Malfoy —creía que nunca en su vida había maldecido tanto pero Draco la sacaba de sus casillas.
  —Disculpa pero sigo sin entenderte —Hermione suspiró. Él estaba muy adorable con su cara de incomprensión. Intentó calmarse, era normal que no la entendiese, esto solo era un arrebato por sus emociones.
  —A ver... Lo siento... Es que —titubeó.
  —Pareces yo cuando hablo contigo —dijo Draco con media sonrisa. Ella reprimió una carcajada.
  —Te lo diré. Lo que ocurre es que no te entiendo. La gente hace las cosas por motivos, pero no comprendo qué pasa, por qué tú te comportas así conmigo. No tiene sentido. Tus motivos se me escapan y estoy harta —Draco se dio cuenta del lío que había formado al intentar que sus sentimientos pasasen desapercibidos.
  —¿¡Quieres saber lo que pasa!? —gritó mientras su plan de ocultar los sentimientos a toda costa se iba por el desagüe—. ¿Quieres saberlo? —Se acercó a ella rápidamente—. Pues esto es lo que pasa —y sin dar tiempo a nada más, puso las manos alrededor de su cuello y la besó. El beso duró unos segundos, segundos en los que Draco creyó que ella se iba a desmayar. Cuando se soltó ella tenía los ojos cerrados—. Esto es lo que pasa —repitió en un susurro. Después cogió su chaqueta y se fue de allí sin decir nada más.

  La había cagado profundamente. Todo su autocontrol se había ido a la mierda y con ello sus posibilidades de estar cerca de Hermione. Suspiró, desde que había huido de la escena en el Ministerio solo podía pensar en lo idiota que había sido. Según había entrado en su casa no había querido moverse del sofá porque estando como estaba si iba a la cocina iba a ponerse a beber y lo último que quería era, encima, acabar borracho. Pensó en escribir a Theo pero estaba de viaje de fin de semana con su recién prometida y no era cuestión de molestarle más de lo que ya lo hacía.

  En estas estaba cuando llamaron a la puerta. Miró el reloj, era tarde, seguro que era la estúpida vecina del tercero, siempre insistiendo en tener una cita con él. No pensaba abrir pero volvieron a llamar.
  —¡Señorita Carter, ya le he dicho que no pienso tener una maldita cita con usted. Deje de moles...! —su gritó se perdió cuando al abrir la puerta no estaba la pesada vecina—. Hermione, ¿qué haces...? —su pregunta se vio interrumpida cuando ella se lanzó sobre él y le besó con ganas.
  Él no entendía nada y trató de separarse.
  —Her... Hermione —la chica se separó y le miró a los ojos.
  —Calla Draco, solo bésame.
  —Pero yo creía...
  —No eres el único. A mí también me gustas tú.
  Eso fue todo lo necesario. Draco volvió a juntar sus bocas, sintiéndose el hombre más afortunado de la historia. Ya no necesitaba filosofar, ahora su deseo se había hecho realidad.

Dramione One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora