Dudas

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  Hermione estaba sentada en el hueco de la ventana del patio interior de Hogwarts. Junto a sus pies reposaba Crooshanks, tranquilo, ajeno al bullicio que batía la cabeza de la chica.
  Si en ese momento alguien la hubiese preguntado que si estaba bien, ella habría dicho que sí, pero habría mentido. Una segunda pregunta de cómo estás podría haber hecho que se derrumbase. Estaba un poco triste pero sobre todo estaba cansada. Últimamente le pasaba algo con el mundo, estaba crispada y derrotada y con los nervios y sentimientos a flor de piel.

  Ella sabía que era por Malfoy pero no era algo fácil de reconocer. El chico era misterioso y había algo en él, en su historia, en su vida, que hacía que se preocupase por él en extremo. Y como era una persona tan cerrada, era como chocar con un muro. Agotada, agotada era la palabra para su relación con Draco.
  Ginny ya había dejado caer unas cuantas indirectas sobre que a lo mejor le gustaba Malfoy, pero no accedía ni a pensarlo.

  Así había estado aguantando, evitando el tema y tratando de no ser muy borde. Hasta ese día. Las vaciones de Pascua era un verdadero timo, les mandaban tantos deberes que ni siquiera podían descansar, pero como Hermione era rápida y aplicada, el sábado por la mañana había acabado todo y mientras los demas sufrían por sus deberes, salió a los jardines para poner sus ideas en orden.

  A ver, estaba claro que algo le pasaba con Malfoy. Era evidente que ser compañera de clase, curso y torre no era lo único que les unía. Hablaban, mucho a decir verdad, pero no entendía como podía haber cambiado tantísimo desde antes de la guerra a ese momento. Crooshanks maulló y ella le rascó detrás de las orejas. ¿Pero qué le pasaba? Ella estaba enamorada de Ron, siempre lo había estado, ¿qué había cambiado para que ahora el simple hecho de quedar con los chicos en Hosmeade la estresase?

  Mientras discutía consigo misma, Luna, que pasaba por allí con su paso danzarín, se acercó a saludarla.
  —Hola Hermione.
  —Eh... —salió de su ensoñación—. Ah, hola Luna.
  —¿Todo bien? —preguntó al ver que no tenía buena cara.
  —Sí, sí, solo estoy cansada —se frotó los ojos.
  —Ah, las dudas emocionales son agotadoras —Hermione la miró sorprendida.
  —¿Dudas emocionales? No... No tengo dudas emocionales.
  —¿Ah no? Bueno, pues dudas por Draco Malfoy, si lo prefieres —Hermione enrojeció hasta la raíz del cabello y se quedó con la boca abierta.
  —Yo... no... yo... que... tú —balbuceó al oír por primera vez en voz alta su problema.
  —No te angusties, no voy a decir nada, ni siquiera a Ginny —Hermione se obligó a suspirar.
  —Yo... Gracias Luna pero...
  —No tienes por qué mentirme. Yo te digo mi opinión y desde fuera, como amiga tuya da la severa impresión de que te gusta Draco Malfoy y de que tú le gustas a él —el contraste entre la pálida chica y ella, que parecía una tetera a punto de sacar humo por sus orejas, era curioso. La miró y supo que Luna no mentía, ella nunca mentía.
  —¿Lo dices en serio? —dijo con la boca pequeña, en un susurro.
  —Totalmente. Pero no deberías comerte la cabeza tú sola, ve a buscarle, habla con él. Acabareis antes —y sin decir más se dio media vuelta y se marchó diciendo adiós con la mano.

  Y entonces, el gen que había hecho que el Sombrero Seleccionador la colocase en Gryffindor se manifestó, y movida por un impulso volvió corriendo a la Torre de Premios Anuales y entró rápidamente. Buscó a Draco pero no estaba en la sala común. Subió las escaleras y llamó a la puerta de su dormitorio pero tampoco contestó nadie. Volvió a bajar. Sobre la mesa estaban esparcidos todos sus libros y pergaminos, había estado ahí, haciendo la tarea. ¿Dónde rayos se había metido justo en ese momento?

  Oyó la puerta abrirse y se volvió, Draco entraba con Crooshanks en brazos y con la cara ligeramente roja, parecía haber corrido.
  —Hola —susurró dejando al gato en el suelo—. He ido a buscarte pero solo estaba él.
  —Yo también subía a buscarte, nos hemos debido de cruzar —se acercaron un poco, quedando frente a frente, ambos nerviosos.
  —Quiero decirte algo —dijeron al mismo tiempo, rieron nerviosos.
  —Necesito empezar yo, si no no seré capaz —pidió Draco.
  —No, déjame primero, estoy reuniendo mucho valor para hablar —rogó también Hermione.
  —Bueno, está bien. Al fin y al cabo tú eres la Gryffindor, tú tienes la valentía —sonrió nervioso y ella le imitó.
  —Uf, ¿por dónde empiezo? A ver, yo... He estado pensando que tú... Bueno, que yo... A ver, a mí... —Draco la observaba con detenimiento pero no interrumpía—. Quiero decir, que tú... —cogió aire y soltó todo de seguido—: Quenopuedosacartedemicabezaestoytodoelratopensandoentiporquecreoquemegustas.
  Él se limitó a observarla, no había entendido nada pero estaba tan nervioso porque quería declararse y ella no le dejaba que su cerebro estaba jugándole malas pasadas, le había parecido oír y todo que él le gustaba a ella.
  —Lo siento Hermione, es que estoy muy nervioso. No te estoy ni oyendo bien, me ha parecido escuchar una locura.
  —Nada de locura, seguro que has oído bien —afirmó tajantemente dando un paso para acercarse a él—. No me hagas repetirlo —murmuró después mordiéndose el labio y mirando sus zapatos.
  —No puedo haber oído bien, Lovegood no es tan lista —masculló él. Al oír el apellido de su amiga, Hermione levantó lentamente la cabeza y le miró con los ojos muy abiertos.
  —¡Será capulla! Es una alcahueta —exclamó estupefacta.
  —¿Qué dices? —preguntó él sin entender nada.
  —Que la conversación que tuvo contigo seguro que fue igual que la que tuvo conmigo —Draco también abrió los ojos desmesuradamente.
  —¿Te dijo que yo... —Hermione asintió—, y que tú... —volvió a asentir—, o sea que nosotros...?
  —¡Sí, Draco, sí! Me dijo que yo te gustaba, que se notaba que tú me gustabas y que te lo dijese —chilló la chica. Al acabar de hablar se quedaron mirándose, siendo conscientes de lo que acababan de expresar en voz alta—. Te había dicho que por favor no me hicieras repetirlo —musitó Hermione.
  —Jodida Lovegood —soltó Draco antes de comenzar a reírse a carcajadas. No había nada que a Hermione le pareciese más contagioso así que a los segundos ambos lloraban de la risa.
  —Nos ha emparejado a los dos —dijo la chica.
  —Siento... —se recuperó un poco y se quitó las lágrimas—. Siento que te haya liado, no quería que te enterases así. Ahora, que ya la voy yo a matar a ella por mentirme y crearme falsas ilusiones —añadió acercándose a la mesa y preparándose para seguir con sus deberes.
  —¡¿Qué!? No —exclamó Hermione—. Ella no te ha mentido, a quien yo creía que había mentido es a mí —Draco volvió a quedar frente a ella.
  —Pero eso es imposible.
  —¿Cómo que imposible? —estaba cansada, llevaba comiéndose la cabeza mucho tiempo y cuando parecía que todo acababa... ¡Zas! Otro bucle mental.
  —Pues que es lógico que tu me gustes a mí, eres maravillosa, pero no voy a gustarte yo, que soy un asqueroso mortífago —contestó como si fuese lo más obvio del mundo.
  —¿¡Pero qué...!? Oh, Malfoy, qué equivocado estás... —dijo Hermione acercándose a él y besándolo. Al principio Draco se quedó estupefacto mientras ella, con las manos en sus mejillas, le besaba. Pero en cuanto fue consciente respondió con avidez.
  Cuando se separaron se quedaron con las caras pegadas, enterrando las manos en el pelo del otro.
  —¿Crees ahora a Luna? —preguntó Hermione.
  —Creo que todavía no —respondió con una sonrisa de lado. Ella también sonrió y volvieron a besarse.
  —¿Y ahora?
  —Ya voy viendo más veracidad, pero aun así... —la sonrisa de ambos se quedaba reflejada en el choque de sus labios.
  —¿Y qué tal ahora?
  —Pues ahora creo que quiero saber que más verdades sabe.
  —Pues vas a tener que esperarte, porque ahora estamos ocupados —y volvió a unir sus bocas sin dejar de sonreír.

Dramione One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora