Cinco meses

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Septiembre

  Vivir en el mundo muggle estaba siendo una experiencia nueva en todos los sentidos, pero le daba igual. No necesitaba la magia, estar en la ciudad favorita de su madre era todo lo que le hacía falta, o al menos con eso se iba a mentalizar.
  Y realmente estaba deprimido, viviendo en una rutina constante, pero no le importaba, el aire de París, la tranquilidad y la soledad eran suficientes. Se pasaba los días paseando, leyendo y bebiendo té de menta en alguna cafetería de la Place du Tertre, en Montmartre, y aunque se sentía solo, le parecía un buen castigo por todo lo que había hecho.

  Aquel día recorría la plaza observando a los pintorescos artistas de la zona y entonces se produjo el único problema de su plan de ermitaño inglés aislado en el núcleo francés: que nunca imaginó verla a ella, entrando en la pequeña plaza, con su bufanda roja y su mirada llena de vida. Y entonces el alma se le cayó a los pies y el mundo se detuvo porque nunca había tenido esa sensación de vuelco en el estómago. Y evidentemente ella le vio a él, estático en mitad de la plaza, sin poder moverse. Y también experimentó esa sensación de montaña rusa dentro del estómago.
  —Draco Malfoy... —dijo sonriendo en cuanto se acercaron.
  —Hermione Granger —contestó sin dejar de mirarla.
  —De todos los rincones del mundo de los que me da por elegir para mis vacaciones voy y elijo este y justo me encuentro contigo —estaba extrañamente feliz.
  —El mundo, que es un pañuelo —por alguna razón parecía correcto estar con ella, así que no lo pensaron, simplemente comenzaron a andar juntos y después fueron a la cafetería Au Clairon Des Chasseurs a que Draco se tomase ese té de menta al que se había aficionado y que ella se animó a probar.

  Aquel día no les llevó más de media hora ponerse al día y que Draco se disculpase por los errores de pasado. A las siete de la tarde ya tenían la sensación de estar en casa y cuando salieron del local hacia el pequeño piso donde se alojaba la chica lo hicieron juntos, como si llevasen haciéndolo toda la vida.

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Octubre

  Como cada día salió de su apartamento con el único pensamiento de verla a ella. Recorrió con vehemencia las calles en dirección al barrio donde vivía Hermione. Estaba estresado porque quería verla pero no quería agobiarla.
  —¡Draco! —se oyó a lo lejos, se giró rápido y la vio ir hacia él con dos vasos para llevar en la mano. No pudo evitar sonreír.
  —Buenos días —dijo cuando ella llegó a su altura.
  —¿Café? —le tendió un vaso.
  —Gracias —cogio el vaso que ella le ofrecía sin dejar de sonreír—. ¿Cómo me has encontrado?
  —Siempre vienes tú a buscarme, hoy me toca a mí —sonrió ella.
  —¿Vamos a pasear por el río? —preguntó nervioso.
  —Claro —ambos pasearon hasta allí, estaba lejos, pero les dio igual, iban hablando y el tiempo se les pasaba volando. Recorrieron buena parte del Sena, visitando todos los puentes y admirando las vistas, pero sobre todo aprovechando el rato para conocerse. Nunca habían imaginado lo mucho que podían llegar a disfrutar de la compañía de alguien hasta que se habían encontrado con el otro.

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Noviembre

  Nunca en su vida habría estado durante dos horas en una cola, y menos si llovía, pero ese día mereció la pena.
  —Espero por el bien del jodido Louvre que no lleve aquí de pie cincuenta años para nada —protestó guareciéndose bajo el paraguas.
  —Yo lo que no entiendo es cómo no has venido todavía si vives aquí —le increpó Hermione golpeándole en el brazo con el folleto del museo.
  —No lo sé, el arte no me va mucho —se encogió de hombros.
  —Te va a encantar —afirmó ella sonriendo.

Dramione One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora