Admirador secreto

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  Un joven mago entró en el despacho de Hermione a las once y media de la mañana. Otra vez, como cada miércoles, llegaba el mensajero.
  —Muchas gracias Daniel —el chico dejó un imponente ramo de rosas sobre una mesa y se marchó sonriente. Hermione se levantó y lo cogió. Era preciosos. Inhaló su aroma y suspiró: ¿quién sería su admirador secreto?

  Llevaba recibiendo cosas durante dos meses. Un día le llegaba un ramo de rosas, otro día le llegaba un libro antiguo, un objeto mágico de gran valor o alguna joya. Estaba totalmente obsesionada con averiguar quién andaba detrás de los obsequios pero junto a los regalos solo aparecía una nota:

  Para la bruja más brillante de su edad, de su admirador secreto.
DLMB

  Había tratado de averiguar a quién pertenecían las iniciales pero no conocía a nadie con esas letras. También había intentado dar con él a través de los regalos pero era cuidadoso y tampoco lo había logrado.
  Realmente esperaba con ansia cada nuevo ramo o libro, a pesar de estar crispada por no saber su emisario.

  Se sentó en su mesa y comenzó a rellenar un documento cuando entró Ginny.
  —Buenos días Herms, ¿qué...? ¡Ohh! Otro ramo de rosas, el admirador secreto ataca de nuevo.
  —Hola Ginny. Sí, Dani lo acaba de traer —Hermione levantó la cabeza y se apoyó sobre su mano.
  —¿Sigues sin saber quién lo envía? —preguntó la pelirroja sentándose frente a ella.
  —Sí, sigue siendo secreto.
  —¿Y no quieres saberlo?
  —Pues claro que sí, pero no hay manera de conseguirlo.
  —Y sí... —Ginny sacó un frasquito de su bolsillo y lo dejó en la mesa.
  —¿Veritaserum? Oh, tú ya sabías que me había llegado otro regalo.
  —En cuanto te llega algo se corre la voz por toda la planta —contestó risueña.
  —No vamos a usar Veritaserum en nadie, es ilegal.
  —Pero no tienen por qué enterarse.
  —No Ginny, no lo haremos. Ni siquiera hace falta... —Hermione se calló y su silencio la delató.
  —¿Cómo? —sintió como enrojecía— ¿Qué es eso de que no hace falta?
  —No te lo quería decir porque luego te obsesionas y...
  —Hermione...
  —Vale, vale. A ver, resulta que quien me envía las flores y todo... Pues que debe ser alguien a quién veo todos los días.
  —¿¡Qué!? —exclamó—, ¿a qué te refieres? Quiero decir, ¿cómo sabes eso?
  —Pues porque hay detalles en las cosas que me han llegado que son bastante... Concretos. Es más, debe ser alguien con quien hable muho o que me escuche. No sé, las dedicatorias de los libros, el grabado de la pulsera... Hasta el hecho de que sea los miércoles, sabes que son el peor día de la semana para mí.
  —¿Y no sospechas de nadie?
  —No, no entiendo quién me conoce tan bien sin darme cuenta.
  —Pues no sé, tendrá orejas extensibles —se encogió de hombros y se levantó—. Bueno, a todo esto, yo venía para invitarte a comer.
  —Ah, no puedo. He quedado con Draco para estudiar el caso de los duendes.
  —Vaya, Malfoy ha vuelto a adelantarse.
  —Lo siento.
  —No te preocupes, otro día será —se dirigió a la puerta y antes de salir volvió a girarse—. Hermione, en serio, piensa en quién podría ser, me da la impresión de que está delante de ti y no eres capaz de verlo.
  —Ya... —la chica le lanzó un beso y se marchó del despacho dejándola sumida en sus pensamientos.

  Alguien cercano, alguien cercano a quien le contase cosas. ¿Quién escuchaba cosas suyas? ¿Quién era cercano y con esas iniciales? Volvió a mirar la notita y repasó mentalmente la lista de las personas más cercanas a ella: Harry... No; Ron... Imposible. Ni Theo, ni Neville, ni James el de la campaña de los elfos, ni Michael el chico de la ventanilla y tampoco Peter, el auror compañero de Harry. No podía ser George y ni de broma iba a ser Oliver. A ver, las iniciales. DLMB. Tenía que ser alguien cuyo nombre empezase por D o, como mucho, por L. ¿A quién conocía que su nombre empezase por D? A Daniel, el mensajero, a Dean Thomas, que no llevaba L, a... De repente palideció y pasó el dedo por la tarjeta mientras formulaba su nombre.
  —Draco Lucius Malfoy... Black—el pulso le temblaba. Era él, era Draco Malfoy. Todo tenía sentido, desde que habían empezado a trabajar juntos habían intimado mucho, llegando a pasar decenas de horas en compañía. Por todos los dioses, él era quien había escuchado y tenido en cuenta los detalles de los libros y las frases y las rosas... Era él.

  Se puso de pie y comenzó a pasear por la habitación frenéticamente. ¿Qué debía hacer en ese momento? ¿Debía decirle a Malfoy que le había descubierto? ¿Y qué significaba aquello? ¿Acaso le gustaba? Bueno, eso casi parecía evidente pero, ¿y ella? Comenzó a pensar en Draco, en la cantidad de tiempo que pasaba con él y lo bien que estaba. Una sonrisa se formó en su cara al recordar momentos con el chico. Y entonces sonó el reloj indicando que eran las doce y media. Las doce y media, había quedado con Draco a la una, iba a verle en menos de media hora y sinceramente no sabía ni cómo actuar.

  Pero, ¿qué sentía ella hacia él? Estaba claro que le tenía aprecio, había llegado a ser un buen amigo pero tampoco sabía si era algo más. Él era muy bueno con ella, era cariñoso y trabajador y siempre se preocupaba de facilitar su trabajo. Además, había demostrado ser una persona totalmente diferente a lo que había sido en Hogwarts y los ratos que pasaba con él eran verdaderamente divertidos. Pff, tenía un lío en la cabeza de mil demonios. ¿Qué haría al verle? ¿Qué diría? ¿Cómo se comportaría?
  De repente un avioncito de papel entró volando y chocó con su cabeza haciendo que se sobresaltase. Lo abrió y lo leyó:

  Hermione, Draco acaba de llegar, dice que sube para que vayáis a comer antes de la reunión.

  Era una nota de su ayudante, Draco se acercaba, iba a llegar en cualquier momento y todavía no había decidido qué hacer con su vida.
  Dio un par de vueltas más por el despacho pero entonces sonaron unos golpecitos y la puerta se abrió.
  —Buenos días señorita Granger. ¿Lista para ir a comer y, posteriormente, a la reunión? —preguntó con sorna Draco, que llegaba muy elegante y con la chaqueta sobre el brazo. Hermione se limitó a mirarlo durante un par de segundos pero no le dio tiempo a decidir qué hacer con el admirador ya no secreto, instintivamente pasó la mano por su nuca y lo besó.
  Al principio Draco se quedó de piedra y mirando con los ojos muy abiertos, pero pocos segundos después se rindió al beso y Hermione aprovechó su correspondencia para terminar de abrazarle el cuello.
  Cuando se separaron él miraba en busca de explicaciones.
  —No me mires así, traté de planear algo pero no me salió, simplemente mi cerebro decidió que era una buena idea besarte —farfulló Hermione dándose la vuelta y cogiendo sus cosas del escritorio.
  —Vale... Me parece bien, pero...
  —No te atrevas a pedirme explicaciones, DLMB —espetó tirándole la notita a la cara. Él se quedó mudo.
  —Pero... Pero... —balbuceó.
  —Me he dado cuenta poco antes de tu llegada. Y ahora vamos a comer, tenemos que hablar sobre la reunión —se dirigió a la puerta.
  —Pero... Pero... —volvió a balbucear.
  —¿Pero? —preguntó poniéndose la chaqueta.
  —Pero..., ¿no vas a decir nada? —Hermione volvió a acercarse a él y le besó con pasión. Al separarse le limpió los labios manchados de su propio carmín y se dio media vuelta.
  —Vamos Draco, comida y reunión —y salió de allí dejando al chico con una sonrisa boba—. ¡Vamos Draco! ¡Tengo cosas que tratar después de esa reunión con mi admirador secreto! —gritó. Él salió corriendo de allí con una sonrisa en la cara, tenía muchos asuntos que tratar.

Dramione One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora