¿Hacemos un muñeco de nieve?

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  Era la primera nevada del curso, una nevada tardía, ya en diciembre, pero la primera sin el riesgo de que en el periódico fuese noticia que habían muerto tres muggles a manos de un mortífago, sin el miedo a que Voldemort apareciese y todo se revolucionase, la primera en la que ser hijo de muggles o sangre pura daba igual. También era la primera nevada en la que Hermione no estaba con Harry y Ron, todo había cambiado mucho.

  Aquella mañana de sábado se levantó temprano para ser fin de semana, apenas eran las diez. Abrió los ojos y miró por la ventana para evaluar la luz que había y vio los copos caer. Como una niña pequeña totalmente ilusionada salió corriendo de la cama y se pegó al cristal.
  —¡Está nevando! —le encantaba la nieve, le ponía siempre de buen humor, y tenía muchas ganas de enterrar sus manos en el frío polvo blanco. Por suerte, como ya no compartía habitación con sus compañeras de Gryffindor, nadie le gritaba por despertarse tan pronto y ponerse eufórica.

  Se vistió corriendo y bajó a la sala común buscando a la única persona que tenía en mente.

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  Dormía fatal, las pesadillas no le dejaban vivir tranquilo. Se giró sobre el colchón y resopló, se había despertado a las cinco y no era capaz de volver a dormirse. Abrió los ojos y vio que ya era de día pero por la poca luz que había debía estar nublado. Renegando se sentó en la cama. Le agradaba dormir en su nueva habitación en la Torre de Premios Anuales porque era mucho más calentita que las mazmorras de Slytherin pero eso de la luz entrando por la ventana era horrible.
  Se levantó rascándose la espalda perezosamente y se acercó a ver si llovía. No lo hacía, estaba nevando.

  Cuando era pequeño le encantaba la nieve, le parecía tan simple y a la vez tan compleja... Color blanco pero con brillos irisados, tacto suave pero en polvo, fría pero soportable. Cuando la decadencia llegó a su vida solía pensar que él era como la nieve: la gente parecía adorarla pero después todo el mundo la pisaba.
  Ahora no se identificaba con la nieve, ahora él era un cadáver vivo, que debía haber muerto como su padre pero que ahí estaba. La nieve era mucho mejor que él, incluso cuando ya todo el mundo la había pisado y manoseado.

  Decidió vestirse y bajar a desayunar, estaba harto de dar vueltas en la cama sin poder dormir, pero solo cumplió el primero de sus cometidos porque cuando salía de su habitación algo chocó contra él.
  —¡Ah! —gritó Hermione al impactar con su cuerpo.
  —¡Hermione! ¿Estás bien? —preguntó preocupado ayudando a la chica a levantarse.
  —Sí, sí, es que no esperaba chocarme contigo y me he asustado —se puso de pie y le miró—. Lo siento —él no pudo evitar sonreír, algo tenía esa chica que le hacía sonreír siempre.
  —No te preocupes, tengo buenos reflejos —contestó restándole importancia. Hermione sonrió radiante y él también amplió su sonrisa sin poder evitarlo.
  —Bien, bien. Draco, ¡está nevando! —gritó tirando de sus brazos.
  —Sí, ya lo he visto —respondió serio, no entendía cómo ella podía ilusionarse tanto.
  —Vamos a bajar por fi, vamos a jugar con la nieve —pidió mientras tiraba de su brazo en dirección a la puerta.
  —Yo no quiero bajar a la nieve, Hermione, y además tenemos que desayunar... —protestó él mientras era arrastrado.
  —Oh, venga ya, vamos a bajar —le miró implorando con la cara de perrillo abandonado y él se odió a sí mismo porque no podía decirle que no—. Por favor...
  —Pero desayunamos primero —advirtió con el dedo estirado. Ella se tiró a su cuello y le abrazó.
  —¡Gracias! —Draco estaba estático, no se acostumbraba a la facilidad de la chica para demostrar afecto, pero lentamente correspondió al abrazo mientras el olor de Hermione le envolvía y la suavidad de su pelo rozaba su rostro.
  Tras lo que pareció una eternidad, ella se separó y tiró de él para que saliesen de la torre.

Dramione One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora