Retrato

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  Lucius y Narcisa Malfoy eran sus padres y él los había querido como se quiere a tus progenitores, de serie.

  Con el tiempo aprendió de su madre y la quiso de verdad, era la mejor madre que podía haber tenido y todo lo bueno de su vida se lo debía a ella. Siempre iba a echar de menos sus toquecitos en el brazo, sus 'Draco, debes ser algo en la vida para que puedas sentirte orgulloso de lo que eres', su lucha en la guerra y su sacrificio. La quería mucho, y ella lo había querido a él hasta su último suspiro.

  No se podía decir lo mismo de Lucius Malfoy. Lo único que tenía ese hombre de 'padre' era la carga biológica. Nunca se había portado como un padre con él, era una mala persona, déspota y vengativa. Durante su infancia siempre le idolatró, quizás ese era uno de sus más fuertes reproches hacia sí mismo, haber tenido por referente a un ser tan despreciable. Draco recordaba a la perfección cada frase y palabra hiriente pronunciadas por Lucius hacia él y hacia su madre, recordaba sus malos tratos a todos los que en esa casa habitaban, empezando por los elfos y acabando en él.
  Cuando Draco cumplió catorce años, la cosa fue a peor. Con el resurgimiento de Lord Voldemort, Lucius pasó a tomar un papel importante entre los mortífagos, y Draco se vio forzado a ser como ellos. Cuando Lucius demostró que era un mago más incompetente de lo que querría haber demostrado, y fue duramente castigado por Voldemort, todas sus frustraciones las pagó en su hijo. Draco se vio víctima de todas las torturas que su padre quisiese aplicarle, y aquellas que sufría aposta para evitarle el dolor a su madre. Nunca le iba a perdonar que les hubiese condenado, que hubiese matado a gente inocente y, encima, que hubiese intentado acabar con Hermione. Eso fue la gota que colmó el vaso.

  Cuando la guerra finalizó y los juicios contra los mortífagos fueron llevados a cabo, Draco fue absuelto junto a su madre gracias a Harry Potter y Hermione Granger, que testificaron a su favor ensalzando su ayuda en la batalla final. Lucius, en cambio, fue condenado a Azkaban una larga temporada, aunque no todo lo que habría querido Draco, quien consideraba que por mucho que les hubiese chivado los nombres de otros mortífagos, ese hombre merecía la muerte. A los cuatro meses de acabar el juicio, Narcisa Malfoy cayó enferma y murió al poco tiempo. Su debilidad durante tanto tiempo junto a las torturas inflingidas de vez en cuando debilitaron su organismo y una viruela de dragón la mató.
  Nunca en su vida Draco recuerda haber llorado tanto como ese día, de no ser por Hermione, que le consoló como nadie y le apoyó durante todo el proceso, probablemente se habría derrumbado.

  Sin embargo no ocurrió lo mismo un año más tarde. Esa tarde Draco estaba sentado en su despacho, en casa, terminaba de redactar un documento para el Ministerio de Magia mientras Hermione, que ya había acabado su trabajo por ese día, leía en el salón esperando a su marido. En ese momento recibió un aviso de uso de chimenea y tras autorizarlo apareció Gael Robian, su abogado. Era un hombre bajito y regordete, con unas diminutas gafas sobre la nariz, poco pelo en la cabeza y mucho en el bigote y que siempre vestía un traje azul marino y una impecable corbata que acompañaba con un maletín negro. Llevaba siendo su abogado toda la vida y era el mejor en su trabajo.
  —Buenas tardes señor Malfoy —saludó sacudiéndose el hollín y acercándose a la mesa.
  —Hola Gael, ¿qué tal estás? —preguntó de buen humor firmando la hoja y poniéndose de pie para darle la mano. En cuanto se fuese se iría con Hermione, se moría de ganas de estar con su mujer.
  —Bien, señor. Esto... Tengo dos noticias —anunció agitado.
  —Vale —se volvió a sentar y le hizo un gesto con la mano para que él le imitase. Gael se sentó nervioso.
  —¿La buena o la mala primero? —siempre hacía lo mismo, buscaba la manera de no deprimirle con malas noticias y se buscaba las buenas de cualquier forma. Suspiró.
  —No existen malas noticias para ti, Gael —replicó.
  —Draco, tu padre ha fallecido... —contestó observándole con sus gafas resbalando por la nariz. Draco se quedó en silencio unos segundos, procesando la información.
  —¿Y cuál es la mala?
  —Oh Draco, no seas así, era tu padre...
  —¡No lo era! —gritó dando un golpe en la mesa y poniéndose de pie—. No lo era, y su muerte no me importa nada en absoluto —añadió más calmado.
  —Señor Malfoy... —solo le llamaba por su apellido en casos muy serios, si no siempre usaba su nombre.
  —Mira, Gael, de verdad, me da igual, me da absolutamente igual que se haya muerto —volvió a sentarse y apoyó la cabeza en las manos.
  En ese momento sonaron unos golpes en la puerta y esta se abrió dando paso a la cabeza de Hermione.
  —¿Todo va bien?
  —Buenas tardes, señora Malfoy —saludó Gael con una leve inclinación de cabeza.
  —Buenas tardes Gael, ¿cómo te va?
  —Bien, todo bien —contestó señalando discretamente a Draco. Hermione comprendió que algo iba mal y se acercó a la mesa.
  —¿Qué ocurre, cariño? —preguntó a su marido.
  —Abogado Robian, hágame el favor de explicarle a mi mujer la buena noticia —contestó sin moverse.
  —La buena noticia es que Draco acaba de convertirse en heredero.
  —No, Gael, no. Eso es una chorrada. La gran noticia es que el asesino racista y psicópata que tengo por padre la acaba de palmar, esa es la buena noticia —sentenció firmemente Draco.
  —¿Lucius ha muerto? —preguntó Hermione al abogado.
  —Sí, señora Malfoy, ha fallecido hoy.
  —¿Cómo?
  —Se ha suicidado.
  —Valiente cobarde —Draco se rió sarcásticamente y se levantó—. Ni para pagar por sus delitos ha soportado la mierda de condena que le impusieron. Ojalá Shackelbolt no hubiese expulsado a los jodidos dementores y le hubiesen absorbido el alma, bueno, si es que tenía, que lo dudo —escupió con odio.
  —¡Draco! —le riñó Hermione—. Era tu padre y quiero oír lo que Gael tiene que contar.
  —No era mi padre. Nunca lo fue. Dejad de decirlo —se volvió a sentar y volvió a meter la cabeza en sus brazos.
  —¿Hay alguna noticia más que debamos saber, abogado Robian?
  —No, nada más. Simplemente que el señor Malfoy deberá pasar por el Ministerio para firmar aceptando la herencia.
  —De acuerdo, muchas gracias por decírnoslo —el hombrecillo estrechó la mano de Hermione con firmeza y volvió a la chimenea.
  —Adiós señores Malfoy, pasen una buena tarde —se despidió.
  —Adiós Gael, tú también —respondió Hermione. Al ver que Draco no decía nada, el hombre añadió—: Draco, cuídate mucho.
  —Adiós Robian —dijo el rubio sin levantar la cabeza. Y sonriendo a Hermione porque los dos conocían a Draco Malfoy, se marchó de allí.

  Hermione se acercó a su marido y le movió desplazando su silla para sentarse en sus rodillas. Él enterró la cabeza en su pecho y la abrazó.
  —Cuéntame que te pasa por la cabeza —pidió acariciándole el pelo.
  —Nada, estoy bien.
  —No lo estás, no me mientas porque sabes que no puedes —besó su coronilla—, venga, cuéntamelo —levantó la cabeza bruscamente.
  —Pues es que no es una mala noticia, es justicia, lo merece, y... Y no entiendo por qué debería sentirme mal —volvió a pegarse a su mujer.
  —No debes sentirte mal, nunca pienses eso. Lo que pasa es que generalmente la gente tiende a sentirse triste por la muerte de sus padres a pesar de que no hayan sido buenos.
  —Eso es porque la gente no tiene un padre tan cabrón como mío.
  —Cariño, comprendo tu enfado. Siento mucho que hayas tenido que soportarle pero ahora ya todo está bien.
  —¡No, no lo está! —exclamó mientras se le quebraba la voz—. No lo está y nunca lo estará... Por su culpa mi madre murió —soltó antes de que las lágrimas inundasen sus ojos y él se pegase con fuerza a Hermione que le abrazaba consolándole.
  —Lo sé cariño, lo sé y lo siento. Pero ya ha tenido su castigo, quizás no uno justo, pero no hay nada que podamos hacer.
  —La echo de menos —murmuró más calmado.
  —Era una buena mujer, era tu madre —Draco levantó la cabeza y moviéndose para un lado abrió el cajón de su mesa. De dentro sacó un retrato. En él aparecian Lucius y Narcisa Malfoy, sonriendo y posando.
  —Al principio les quería a ambos, les idolatraba, eran mis héroes —pasó la mano por el cristal roto y los fotografiados se movieron.
  —Eras un niño...
  —¡Era estúpido! —cortó Draco—. Y para muestra que idolatrase a ese capullo que lo único que me enseñó fue a odiarte. Y ni eso supo hacer —escupió entr dientes. Hermione le acarició la mejilla.
  —Olvídale, no merece que le recuerdes, no merece tu enfado. Quédate con ella —le tocó en la frente—, quédate con quien te importa. El suspiró y colocó en retrato de sus padres el día de su boda en la mesa.
  —Ojalá os hubierais conocido más, os habríais caído fenomenal —ambos sonrieron.
  —Seguro, porque ambas te queremos con locura —le besó suavemente en los labios y él se dejó besar notando como con el roce de sus labios el cabreo se evaporaba. Cuando se separaron se apoyó de nuevo en su pecho, observando el retrato.
  —Sale muy guapa en esta foto —dijo con nostalgia.
  —La verdad es que sí —corroboró Hermione, después sacó su varita del bolsillo de su bata y con un suave movimiento Lucius desapareció de la foto quedando únicamente Narcisa Malfoy.
  —Mejor así —sonrió Draco.
  —Falta una cosa. ¡Reparo! —el cristal se recompuso.
  —Perfecto —Draco cogió su varita y elevó el retrato hasta una estantería, junto a uno de Hermione y él, otro con sus amigos y otro de sus suegros.
  —¿Estás mejor? —preguntó Hermione pasando la mano por su espalda.
  —Sí, tú eres una experta en conseguir eso —volvieron a besarse.
  —Vamos —Hermione se puso de pie y tiró de su mano—, ya has acabado, así qué te vienes conmigo.
  —No me lo digas dos veces —se levantó y ambos salieron del despacho que compartían.

Dramione One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora