Feliz aniversario

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  Hermione abrió los ojos y lo primero que vio fue el despertador. Eran las ocho y veinticinco pero esos no eran los números que importaban del aparato, no, ella enfocó su vista en el día: sábado 27 de marzo de 2004. Una sonrisa iluminó su rostro, ese día era muy especial.

  Se giró hacia su derecha, donde Draco dormitaba.
  —Buenos días... —acarició su mejilla antes de besarle suavemente.
  —Mmm... —murmuró él medio dormido.
  —Despierta, dormilón —volvió a besarle y él sonrió—, buenos días... —Draco abrió los ojos.
  —Buenos días —dijo antes de atraerla hacia él y besarla.
  —¿Sabes que día es hoy? —preguntó tumbada sobre él. Draco sonrió y acarició su mejilla mientras asentía.
  —Feliz aniversario —ambos se sonrieron.
  —Feliz aniversario —se acercó para poder besarle con más intensidad para después quedarse tumbada entre sus brazos.
  —¿Qué hora es? —preguntó él.
  —Más o menos las ocho y media —respondió tumbándose de nuevo.
  —Mmm, es pronto —dijo mientras volvía a besarla.
  —Vamos, tenemos que movernos ya —dijo ella besándole una vez más antes de ponerse de pie—. Tengo que darte una sorpresa.
  —¿Sorpresa? ¿Qué sorpresa? —se levantó rápidamente y la abrazó haciendo que ella sonriese.
  —Si te lo dijese no sería una sorpresa —él comenzó a besar su cuello y Hermione dio una risita.
  —Y encima te pones misteriosa... —siguió besando su cuello y su oreja.
  —Draco... —rió nuevamente Hermione. Él la besó en los labios y ella se aferró a su cuello mientras respondía con avidez.
  —Hermione... —canturreó volviendo a la cama.
  —Tus besos son persuasivos... —los dos sonreían como tontos y él guiñó un ojo antes de tirar de su brazo para tumbarla otra vez junto a él.
  —Pues déjame demostrártelo —dijo antes de apoderarse de su boca.

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  Ambos entraron en la cocina con el pelo húmedo, Draco la abrazaba por los hombros y besó su cabeza antes de ir directo a preparar el desayuno mientras ella ponía la mesa.
  —Bueno, ¿y cómo se siente al llevar cinco años siendo la novia de Draco Malfoy? —preguntó echando el bacon en la sartén.
  —Bueno, ha sido un experimento interesante —respondió abriendo la nevera y sacando naranjas para hacer el zumo.
  —¿Y a qué conclusiones ha llegado usted con la experimentación? ¿Se ha comprobado su hipótesis? —inquirió sonriendo mientras echaba huevos en un cuenco y encantaba un tenedor para que los batiese.
  —Sí, sí, mi hipótesis está completamente comprobada, ha salido tan bien el experimento que se va a convertir hasta en una ley universal —afirmó—. Pero hay un problema y creo que voy a tener que seguir experimentando más tiempo —Draco se volvió hacia ella y la besó.
  —Seguiré siendo tu experimento todo lo que quieras —ambos se sonrieron—. ¿Y cuál era esa sorpresa? —preguntó volviendo al desayuno.
  —Te veo ansioso... —se burló Hermione.
  —En otras ocasiones lo negaría pero, para qué mentir —le miró y puso ojos de cachorro—. ¿Qué es, Hermione, qué es?
  —¡No puedes usar esa mirada! ¡Te lo prohibo! —se apresuró a coger los platos con el desayuno y a dejarlos en la mesa evitando su mirada.
  —Vamos cariño... —se pegó a ella y la abrazó.
  —Eres muy pesado, te lo diré después de desayunar —decretó tajante.
  —Gracias —besó su mejilla sonriendo triunfal y se sentó para desyunar.

  Media hora después ambos, con los estómagos llenos y vestidos, entraron al salón.
  —Voy a vendarte los ojos —avisó Hermione mientras sacaba un pañuelo.
  —Vale... —aceptó no muy convencido—. Mientras que no sea una locura todo está bien —ella ató altededor de su cabeza el pañuelo y se aseguró de que no viese nada.
  —¿Cómo el primer San Valentín con las cajas de bombones? —preguntó divertida.
  —No quería quedarme corto... —repitió com voz cansina, llevaba recordándole lo de las cajas de bombones cada vez que podía durante los últimos cuatro años.
  —Draco, había unas 300 cajas —se aguantó la como pudo.
  —¡Entré en pánico! ¿Vale? San Valentín es muy estresante —protestó. Ella se inclinó y le besó en los labios.
  —Déjalo, pude comer chocolate durante tres meses, mereció la pena.

  Se acercó a una butaca y detrás de ella cogió un paquete que depositó intentando hacer el menor ruido posible sobre la mesa del salón.
  —¿Suena a papel de envolver? —preguntó él agudizando el oído.
  —Merlín santo, oyes mejor que Crooshanks... —Se acercó a Draco y le guió para que se sentasen en el sofá.
  —¿Puedo verlo ya? —estaba ilusionado como un niño con zapatos nuevos.
  —Sí, espera —pidió ella sonriendo contagiada por su entusiasmo. Deshizo el nudo y le quitó el pañuelo de los ojos.
  Draco parpadeó unas cuantas veces y en cuanto enfocó vio ante él un paquete rectangular muy largo.
  —¿Qué es esto? —preguntó desbordando curiosidad.
  —Ábrelo —Draco la miró y sonrió.
  —Muchas gracias, cariño.
  —¿Pero si no lo has abierto aún?
  —Me da igual, gracias por todo —la besó dulcemente mientras la abrazaba.
  —Venga, ábrelo —susurró ella. Draco besó su frente y se volvió hacia el gran paquete para después desenvolverlo lentamente.
  —No... No, no, no... ¡No me lo creo! ¡SAN MORGANA BENDITA! —exclamó mientras el papel desaparecía dejando a la vista una escoba nueva—. ¡ES UNA SAETA DE FUEGO SUPREMA! —gritó eufórico. Hermione observaba la emoción del chico con una sonrisa—. ¡Hermione, me has comprado la mejor escoba del mercado! —no daba crédito a lo que veía. La miró aún con la mirada de asombro.
  —¿Te gusta? —preguntó tímidamente. Él se tiró sobre ella y comenzó a darle besos por toda la cara.
  —Es el segundo mejor regalo que me han hecho nunca —la besó con ímpetu.
  —¿El segundo? —preguntó ella.
  —Sí, el primero eres tú —Hermione le abrazó con fuerza y él volvió a besarla.
  —Draco...
  —Muchísimas gracias, de verdad, es maravillosa —se quedó mirando a la chica desde muy cerca, con una sonrisa que desprendía felicidad y una mirada que irradiaba amor—. Te quiero —susurró acariciando su pómulo con suavidad.
  —Y yo a ti —le acercó para besarle de nuevo.
  Draco se separó, dejó la escoba a un lado y miró el reloj.
  —Vamos, ponte el abrigo, es la hora—tiró de ella hacia la puerta.
  —¿Qué? ¿La hora de qué? ¿Por qué? —preguntó sin entender nada.
  —Porque nos vamos —repuso él.
  —¿A dónde? —le miró buscando respuestas pero él se limitó a ponerse el abrigo, los guantes y la bufanda.
  —Vamos, abrígate, hará frío —insistió.
  —Pero, ¿a dónde vamos? —se puso el abrigo y la bufanda sin comprender.

  Draco salió de casa tirando de su mano y caminó un par de manzanas, después torció por un callejón.
  —¡Draco! ¡¿A dónde vamos?! —gritó, él se volvió y la abrazó.
  —Al fin del mundo —dijo antes de agarrar una botella de vino vacía que estaba en un cubo de basura.

  Hermione sintió el habitual tirón en el estómago correspondiente a la traslación. Cuando sintió que tocaba tierra un enorme frío le golpeó en la cara.
  —¿Aguantas el frío? —preguntó dejando de abrazarla.
  —Sí... ¿Dónde estamos? —preguntó girándose para observar que estaban en medio de la nada.
  —En en el lugar al que me iría por ti —comentó risueño.
  —No lo entiendo.
  —Te daré una pista: el único animal que vive aquí es el pingüino.
  —¡¿Estamos en la Antártida?! —exclamó mirándole.
  —Sí —contestó sonriendo—. No ha sido fácil que me dejasen programar un traslador hasta aquí pero... —Hermione le abrazó.
  —¿Me has traído literalmente al fin del mundo?
  —Sí, pero con una misión —contestó besando su cabeza.
  —¿Cuál? —se separó y le miró.
  —Pues... —comprobó el reloj—. Esa —guió su cabeza hacia el cielo lentamente.
  —¿Qué...? —comenzó a preguntar Hermione, pero no siguió hablando porque ante ella se formó una espectacular aurora austral que la dejó boquiabierta. Él la abrazó y mientras ambos observaban el espectáculo de luces antártico susurró en su oído:
  —Te quiero de cualquier manera que pueda quererte. No porque seas hermosa o inteligente o amable o adorable, aunque hasta el diablo sabe que eres todo eso, te quiero porque no hay nadie como tú y porque ni quiero ni puedo empezar el día sin que seas lo primero que vea al despertar. No eres una parada en el camino, eres mi meta, no hay nadie después de ti... Te quiero para siempre, no durante un breve momento en el tiempo. Y no, no te voy a prometer que te voy a bajar la Luna, pero si la quisieras buscaría la escalera más alta y la sujetaría para ti, porque tú puedes conseguir lo que quieras, nadie debe hacerlo por ti, y si necesitas ayuda mi mano estará siempre al lado de la tuya —ella se giró—. A partir de ahora puedes decir que una vez te ayudé a llegar al fin del mundo —acabó de hablar y se quedó mirándola. Hermione le miró con lágrimas en los ojos.
  —Ni se te ocurra acabar de hablar y no besarme —tiró de su bufanda y unió sus bocas en un necesario beso.
  —Feliz aniversario, Hermione.
  —Feliz aniversario, Draco.

Dramione One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora