Todos los sábados salían a los jardines, buscaban un sitio alejado y pasaban un rato juntos.
Hablaban sobre la escuela y sobre sus piques, reían recordando falsos insultos y a la vez se angustiaban por no poder ser amigos libremente.
Él le hablaba sobre su vida, sobre ser de Slytherin, sobre sus padres, Theo, Pansy, Blaise, Crabbe y Goyle. Le contaba como era Snape con ellos y le describía su sala común.
Ella le hablaba del mundo muggle, de sus padres y su profesión. Le hablaba de Harry, de Ron, Ginny y todos los Weasley, de sus compañeros de Gryffindor y de la vida en esa casa.
Hablaban sobre sus gustos, sobre cuál era la solución en el examen de encantamientos y qué tema era mejor para la redacción de pociones. Sobre qué golosina estaba más rica, qué libro era más recomendable y cuáles los países que habían visitado.Hablaban de todo, de todos y todo el rato. Hacían bromas, se reían. En resumen, podrían afirmar sin equivocarse que el sábado era el mejor día para ellos. El día en el que dos mejores amigos por fin podían dejar de fingir y se mostraban tal y como eran.
Alguien con mucha paciencia y un contador podría haber hecho un recuento de todas las palabras que Draco y Hermione se dijeron en esos sábados. De esa manera podría haber intentado explicar por qué una mañana de uno de esos días que dos chicos esperaban con anhelo, fue diferente. Tal vez entre esos cientos de palabras que salieron de sus bocas estaba la explicación a por qué ese día Draco Malfoy hizo lo que hizo. A lo mejor alguna de esas palabras era el presagio de la acción que el muchacho realizaría casi incoscientemente. Pero no, eso no sucedió. No sucedió porque hubiese dado igual contarlas, mirarlas y estudiarlas, las palabras no explican lo que desvela un gesto, un pequeño movimiento aparentemente invisible, no, y mucho menos entre ellos.
Aquel sábado no fue un sábado cualquiera. Aún así, el sol salió como todos los días y su brillo no fue diferente, hacía algo de frío y los alumnos lo sabían por lo que los jardines y las inmediaciones del colegio estaban desérticas. Hermione salió de su sala común, pronto, deseando llegar a su encuentro. Draco la imitó, tenía muchas ganas de verla, aunque se hubiesen insultado apenas doce horas antes. Él no lo sabía pero algo iba a cambiar ese día, y no tenía nada que ver con las palabras.
Llegaron al sitio de siempre, una zona de césped bajo un árbol, un sitio tranquilo, alejado de la multitud.
Cuando la vio tuvo un impulso de abrazarla pero se contuvo, se sentía cohibido y realmente no sabía de dónde había surgido el impulso. Ella tuvo una sensación similar, de querer abrazarse a él y no soltarle, pero eso no habría estado bien, no para su mente. Simplemente se saludaron conteniendo en esa mirada y esa sonrisa nerviosa las cuatrocientas mil palabras que querían decirse, y que no iban a hacer nada, y el gesto que cambiaría todo. Lo contuvieron, eso no fue lo que cambió la historia.Al principio se sentaron y charlaron, como habían hecho otras veces, pero llegados a un punto de la conversación Draco se dio cuenta de una cosa:
—¡Oye! Te has cortado el pelo —afirmó al percatarse de que el castaño cabello de la chica era ligeramente más corto que la última vez que la había visto. A decir verdad eso había sido el día anterior, cuando la siguió con los ojos (y el corazón) por el Gran Comedor.
—Sí —rió nerviosa sin saber por qué—, me lo corté esta mañana para arreglármelo —Draco sonreía hasta los ojos, quizá era porque se había dado cuenta de un detalle en el inmeso glaciar que era ella o tal vez por el simple hecho de su compañía, pero sonreía con el alma. Primer acto.
—Pues te queda muy bien —no fue una contestación de cortesía, fue sincero. Pero a las palabras se las lleva el viento.
—Gracias... —susurró Hermione en respuesta. Su voz se perdía en la vergüenza que la llenaba. ¿Por qué? No lo sabía. Bueno, no lo quería saber.Entonces llegó el segundo acto, como movido por un iman que lo hipnotizó, Draco se desplazó de rodillas desde su posición frente a Hermione hasta su espalda y se sentó pasando ambas piernas alrededor de la chica. Después tomó su cabello entre las manos.
—De verdad que no lo digo por decir, te queda fantástico —agregó mientras sus manos se deslizaban por la castaña melena de su mejor amiga en una suave caricia. Ella murmuró un agradecimiento con los ojos cerrados, pero no se oyó porque la voz no tenía fuerzas, el corazón las estaba gastando en su intento de cerrarse. Draco también tenía los ojos cerrados, era como tener las manos metidas en nubes de algodón, nada podía parecer mejor en ese momento. Y entonces llegó el tercer acto.Nadie sabe qué pasó por su mente en ese instante, ni siquiera él. Porque mientras algo en su interior movía todo su ser, su cerebro estaba vacío, solo pensaba en el objetivo, no meditaba las consecuencias. Y lo hizo. A cámara lenta, como si el momento fuese a pasar muy deprisa, como si algo fuese a quitárselo, Draco agachó la cabeza hasta llegar a la altura del frondoso cabello de Hermione. Y sin considerar qué podía parecer o qué podía ocasionar, pegó la nariz y dejó que todos sus sentidos se onnubilasen con el olor de la chica.
Ella abrió los ojos, como un resorte. Tenía a Draco Malfoy con la cara pegada a su cabeza, en la caricia más suave que hubiese podido imaginar, embriagándose. Por un momento pensó que él estaba loco, por un momento también imaginó que pudiesen pillarles. Pero lo que se materializaba en luces de neón en su cabeza, dejando al lado el resto de ideas, era que eso debía hacerlo alguien que estuviese enamorado.
No estaba preparada para escuchar esas palabras así que se autoengañó, acto demasido común, y decidió que su razón interviniese adjudicando ese gesto a que Draco estaba raro.A los segundos, cuando la situación que lo había hechizado decidió liberarle, fue consciente de dónde, cómo y con quién estaba. Y su razón quiso intervenir indicando que estaba mal de la cabeza pero algo en su ser le decía que eso lo había hecho por algo.
Y mientras ambas cabezas se bombardeaban a preguntas internas, y las explicaciones plagadas de ingrávidas palabras entraban y salían de sus pensamientos, algo en el interior de Draco le llevó a realizar el cuarto acto, el que dejaría aquel día como el comienzo, el día uno, el origen. Y es que eran palabras, palabras de más. ¿Cómo iban palabras, en este caso mentales, a evitar aquello para lo que Draco Malfoy, sin saberlo, se había levantado aquella mañana de sábado?
Volvió a ignorar a su sentido común, a la vocecilla que le gritaba que soltase a Hermione. No hizo caso a nada y simplemente se dejó llevar: besó su cabeza, plasmó un suave pero duradero beso en su cabeza, entre su pelo. Y ella abrió más los ojos. Pero entonces, la misma ráfaga que había hecho que volasen el resto de palabras, se llevó estas, y Hermione simplemente cerró los ojos, se apoyó en el pecho de Draco y respiró. Y él la abrazó y apoyó la cabeza en su hombro. Y cómo si de una actuación de baile se tratara, las sonrisas de ambos se conectaron y surgieron en sus bocas.Fueron actos, actos sencillos y simples. Pequeñas manchas en un gran lienzo, pero suficiente para demostrar mucho, para cambiar cosas, para modificar vidas. Nunca hicieron falta palabras, aunque a veces pareciese que había de menos. No solo eran necesarios ellos, ella, él y ese beso en la cabeza.
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Dramione One Shots
Fiksi PenggemarBreves historias sobre Dramione. La autoría es completamente de JK Rowling, yo únicamente uso sus personajes y su universo para un fin lúdico. Portada por: captbexx. Créditos a los dueños de las imágenes (especialmente a Upthehillart). Para que no...