Boda time (parte 3)

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  —Luna, estoy embarazada.
  —¡¿Qué?! —la chica abrió mucho los ojos y se apresuró a abrazarla—. ¡Enhorabuena, Hermione!
  —Gracias —devolvió el abrazo a su amiga.
  —¿Draco lo sabe?
  —No, se lo voy a decir esta noche —volvió a llevarse las manos a la tripa y miró al suelo—. Quiero que sea una sorpresa.
  —Es una gran noticia, Herms, pero deberías cuidarte esos mareos.
  —Solo me dan al viajar. Nunca me ha gustado aparecerme ni usar un traslador y parece que aquí a la amiga tampoco le gusta —contestó.
  —Pues deberías tener cuidado porque... Espera, espera, ¿has dicho...? ¿¡Es una niña!? —se emocionó.
  —Pues sí... ¿Eso importa? —no entendía la emoción porque fuese una niña o un niño.
  —No, da igual, pero me hace ilusión, que lo sepas.
  —Bueno, eso dijo la poción que me tomé, pero nunca se sabe si la preparé mal. Tengo que ir a San Mungo a hacerme unas pruebas decentes, pero evidentemente antes se lo voy a decir a Draco.
  —¿De cuánto estás? —puso la mano en su vientre y Hermione se rió.
  —De unas dos semanas, no vas a notar nada —estaba tan contenta, le hacía mucha ilusión tener un bebé, pero mucha más contárselo a Draco.
  —Me alegro mucho por ti, de verdad. ¿Lo sabe alguien más?
  —Sí, lo sabe Ginny porque me la encontré ayer en el Ministerio y me lo sonsacó —Luna se rió.
  —Ginny es implacable...
  —La verdad que sí. Bueno, en cuanto se lo diga a Draco hoy, se lo contaremos al resto así que por favor no digas nada.
  —Soy una tumba —extendió la palma de la mano a un lado de la cabeza y puso una expresión solemne.
  —A Theo tampoco —advirtió Hermione.
  —Prometido.

  Ambas volvieron a la mesa, donde todos charlaban animadamente. En cuanto Hermione se sentó, Draco se inclinó sobre ella.
  —¿Todo bien?
  —Sí cariño, no te preocupes. De verdad, estoy perfectamente —acarició su mejilla y él asintió antes de besarla y volver a atender al resto de personas.
  —Bueno, ¿sabemos que vamos a pedir? Porque yo necesito comer ya, tengo el estómago más hueco que el cerebro de Neville cuando estábamos en el colegio —dijo Theo ganándose una patada de Neville y las risas de Draco y Hermione.
  —Ja, ja, ja. Qué gracioso eres, Nott —repuso Neville con fingida molestia.
  —Me importa poco quién tenga o no cerebro, pero sí, vamos a pedir ya —decretó Luna zanjando el debate.

  Comieron tranquilos, con alguna que otra broma y un interesante debate acerca de quién era el mejor profesor, que duró incluso cuando salían del restaurante.
  —Por favor, McGonagall le pega veinte vueltas al resto de profesores de Hogwarts, es con diferencia la mejor —defendía férreamente Hermione.
  —Lleva razón, o sea, yo seré Slytherin pero era la más justa, la que mejor enseñaba y la que más magia sabía —apoyó Theo.
  —Bah, el profesor Flitwick era mucho mejor —rebatió Luna con su habitual aire soñador.
  —Yo prefería a la profesora Sprout —dijo Neville tímidamente.
  —Yo también... —añadió Hannah.
  —Por cierto, ¿qué ha sido de ella? —preguntó Hermione.
  —Pues cuando me ofreció el puesto me dijo que quería paz y tranquilidad así que supongo que se habrá retirado a algún páramo a descansar —explicó Neville.

  Caminaron hasta el sitio en el que habían aparecido.
  —¿Cuál era tu favorito? —le preguntó Hermione a Draco agarrada a su brazo.
  —¿Profesor? —ella asintió—. Pues... Supongo que mi favorito siempre fue Snape —reflexionó—. Pero el hecho de que me encante pociones y que fuese el jefe de la casa de Slytherin pudo influir.

  Llegaron al sitio donde tres botas viejas esperaban. Hermione tragó al ver que tenía que volver a usar un traslador y Luna y ella se miraron significativamente.
  —Draco —susurró—, no quiero coger el traslador —él la miró preocupado.
  —¿Por qué? ¿Qué te pasa? Y no me digas que estás bien porque es evidente que no —lo dijo bajito, el resto ni siquiera le oyeron, pero Hermione se enteró a la perfección.
  —Te prometo que te lo contaré luego pero ahora por favor vámonos andando —Draco quería protestar porque no le parecía nada bien, pero ella le miró suplicante y cedió.
  —Está un poco lejos así que deja que vaya a por el coche y vengo a buscarte.
  —Está bien, gracias —le abrazó.
  —Pero luego me vas a tener que explicar todo esto —dijo besando su cabeza.
  —Te lo prometo —le dio un beso y se separó para que pudiese ir con sus amigos.
  —¿Hermione? ¿No te vas? —preguntó extrañado Neville.
  —No quiere viajar en traslador así que voy a por el coche —la respuesta de Draco dejaba claro que no quería andar de interrogatorio.
  —Pues vámonos ya —interrumpió Luna empujando a Theo.
  —¿Pero...? —protestó este.
  —Vamos, vamos —le dio la mano y agarró la bota desapareciendo de allí rápidamente.
  —¿Estás segura Hermione? —preguntó Neville.
  —Sí, sí, chicos, id tranquilos —los Longbottom se fueron y Draco se volvió a mirarla.
  —No tardo nada, ¿vale? —sonrió conciliador y ella asintió.

  Draco agarró el objeto y apareció en su casa. Se apresuró a sacar el coche y poner rumbo a Londres. Le preocupaba tanto lo rara que estaba Hermione que aceleró lo máximo que pudo, a los veinticinco minutos paraba delante de la chica.
  —Has tardado un montón —dijo ella entrando en el coche y abrazándole.
  —He venido lo más rápido que he podido. Venga, vámonos, que tenemos que vestirnos e ir al Ministerio porque tengo que firmar como testigo —besó su frente y puso rumbo a casa, esta vez con más tranquilidad.

  Cuando llegaron, subieron rápidamente para vestirse.
  —¿Qué hora es? —preguntó Hermione desde dentro del despacho, donde se estaba poniendo su vestido.
  —Las cinco menos veinte, tenemos el tiempo justo —respondió su marido.
  Saco rápidamente el traje que iba a llevar y se desvistió. Se puso los pantalones, la camisa y los zapatos. Estaba concentrado atándose los cordones cuando Hermione entró en la habitación.
  —¿Estás listo ya? —se había negado a que Draco viese el vestido que iba a llevar así que cuando subió la vista se quedó mudo de la impresión.
  —Estás espectacular... —se acercó y la admiró de cerca haciendo que se sonrojase.
  —Pero si es un vestido muy sencillo.
  —Podrías ir con una bolsa de basura e igualmente irías espectacular —ella se rió.
  —Qué tonto eres —le besó rápidamente—. Bueno, ¿qué te falta?
  —La corbata y el reloj —cogió la chaqueta que había llevado por la mañana y sacó los anillos y su reloj de bolsillo, que después enganchó en una de las trabillas del pantalón.
  —¿Te anudo la corbata? —preguntó ella. Él asintió y Hermione comenzó a hacer el nudo alrededor de su cuello. Cuando acabó se la colocó bien y le puso los cuellos de la camisa correctamente—. Ya estás —le observó de arriba a abajo—. Guapísimo, el pobre Blaise parecerá un vagabundo —Draco sonrió.
  —Pienso decir eso en el brindis —la abrazó y la besó despacio.
  —Cariño —cortó ella—, tenemos que irnos al Ministerio ya —él frunció el ceño.
  —¿En algún momento de este día voy a poder besarte sin que haya algo que hacer? —ella sonrió y le besó en la mejilla.
  —Me parece que vas a tener que esperar a esta noche. Y ahora vámonos.
  Ambos se metieron en la chimenea.
  —¡Ministerio de Magia! —anunció Draco alto y claro soltando los polvos. Y la chimenea les transportó.

Dramione One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora