Cosas que odiar

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  Había muchas cosas que no le gustaban: no le gustaba el quidditch, ni sacar mala nota, ni saltarse las reglas, ni el calor, ni la vanidad, ni el whisky de fuego. Pero aunque hubiese muchas cosas que no le gustasen, había muy pocas que llegase a odiar.

  Pues de alguna manera que ella desconocía, Ronald Weasley había logrado realizar todas las cosas que odiaba. Para empezar odiaba que acortasen su nombre. Ella se llamaba Hermione, ni Herms, ni Mione, ni Hermi, ni nada de eso, Hermione. Pues Ron rara vez la llamaba por su nombre completo, Hermi esto, Herms lo otro... Exasperante. Eso era lo segundo, odiaba enfadarse, lo odiaba porque no le permitía pensar con claridad. Y, cómo no, Ron era un maldito experto en hacerla enfadar, se pasaban la vida discutiendo, es más, podría afirmar segura que Harry estaba harto de aguantarlos. Dentro de las discusiones había otra cosa que odiaba y era que la interrumpiesen. Su novio siempre la interrumpía y además lo hacía hablando con una mezcla de superioridad y condescendencia que la irritaba de sobremanera.

  Pero por encima de todo había algo que odiaba más que nada: llorar.
  Ella nunca había sido llorona, sacaba toda su fortaleza y todo su orgullo para no llorar porque no le gustaba. Quizá era para no mostrar debilidad, quizá por no dar esa satisfacción o quizá simplemente era porque cuando lloraba se sentía fatal.
  Desde el momento en que conoció a Ron siempre había llorado por él. Y aún, en ese momento seguía llorando.
  Estaba sentada en la cama, mirando en dirección al armario. Observaba un vestido precioso que se había comprado para su primera cita con él porque, bueno, nunca habían llegado a tener una cita con todo el lío de la batalla y los juicios. Llevaban tres años y el vestido seguía colgado de la percha, sin estrenar. Ese día habían quedado para comer pero Ron no había podido ir.

  Además últimamente lloraba con más frecuencia porque tenía muchas dudas sobre sus sentimientos. Como Ron nunca estaba con ella y cuando estaba la mayor parte de las veces era discutiendo, había empezado a quedarse más en el trabajo y en los últimos meses había empezado a tomar cariño a cierto compañero de trabajo. Quizá otro cualquiera podría haber pensado que no, que simplemente era porque trabajaban juntos. Ese otro no conocía quién era su compañero. Era imposible que no se sintiese confundida si cada vez que estaba mal el mismísimo Draco Malfoy era quien la animaba. Y lo hacía como nadie. Se perdonaron al entrar a trabajar en el mismo departamento y rápidamente se hicieron buenos amigos por lo que se empezaron a cartear durante las vacaciones ya que tenían gustos en común. Así, por sí solo no pasaba nada pero eso más sus problemas con Ron y que además en el trabajo cada vez le veía más atento y más cariñoso y encima últimamente le parecía que estaba demasiado guapo... Pero daba igual porque ambos tenían pareja. Su pareja, a veces se olvidaba de él y se estaba empezando a odiar por traicionar mentalmente a Ron, aunque en realidad no pasase nada.

  Estaba muy sensible y se había puesto a llorar porque de nuevo se había cancelado su comida. Tres años y aún no habían tenido su primera cita, Ron siempre la cancelaba por alguna causa. Y no es que ella tuviese mucho tiempo, pero siempre hacía lo imposible por sacar ratos, inútilmente al parecer.

  Se limpió una lágrima, estaba harta de llorar. Se levantó y se marchó directa a por Ron, iban tener la cita sí o sí. Cogió sus cosas y con determinación se metió en la chimenea y mientras soltaba los polvos flu pronunció con voz clara:
  —¡Al Caldero Chorreante!

  Cuando echó a andar por el Callejón Diagón estaba eufórica, por fin iba a tener su primera cita con Ron y nada iba a impedírselo... O eso pensaba.
  Llegó a Sortilegios Weasley bastante deprisa y se encontró con George, que estaba colgando un cartel.
  —¡Hermione! Hace mucho que no te veo, ¿cómo estás? —besó a su cuñada en las mejillas.
  —Hola George, estoy bien, hasta arriba de trabajo. ¿Tú cómo vas?
  —Bien, Angelina y yo nos vamos a casar.
  —¡Pero eso es fantástico! —abrazó al pelirrojo que sonreía tímido. George había cambiado tanto...
  —Sí, bueno, hay que rehacer la vida.
  —Claro que sí —Hermione sintió mucha lástima por él, todos añoraban a Fred pero nadie lo hacía como él.
  —Bueno, no te entretengo con mis rollos personales. Ya te llegará la invitación de la boda. ¿Qué necesitas?
  —Vengo a buscar a Ron, hemos quedado para cenar —no habían quedado pero no se le iba a escapar otra vez.
  —Ah, pero no está aquí, se fue hace ya una hora algo nervioso. Me dijo que se iba a casa a comprobar no se qué papeles —respondió George sorprendido.
  —Qué raro...
  —A lo mejor a ido a tú oficina, a buscarte —sugirió el chico.
  —Tal vez... —Hermione lo dudaba, desde que Draco había entrado a trabajar allí no había querido ir nunca porque seguía odiando al rubio, a pesar de que ya no era nada parecido a lo que fue en el colegio—. Bueno, George, me voy a ver si le encuentro —dejó un beso en su mejilla y se despidió de él.
  —Adiós, Hermione.
  —Espero mi invitación a esa boda —gritó antes de marcharse dejando al gemelo con una sonrisa en la cara.

Dramione One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora