Reaprender a sonreír

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  Odiaba sonreír de manera falsa, le parecía una manera terrible de evitar los problemas pero sin duda era lo único que sabía hacer últimamente. Su ánimo estaba bastante por los suelos a pesar de haber acabado la guerra y haber vuelto a Hogwarts. Para empezar sus padres seguían desaparecidos, por lo que intentaba evitar ese tema todo lo posible, principalmente para no acabar llorando. Luego estaba la presión de ser Premio Anual y tener que sacar Extraordinario en todas las materias, a ella le gustaba estudiar pero tenía mucha facilidad para agobiarse y los estudios parecían ser el interruptor más efectivo para ponerla de los nervios. Había estado todo el verano intentando volver a su vida cotidiana pero lo único que había logrado era fingir que estaba bien ante los ojos del resto y acabar totalmente destrozada por ello. Ante la ausencia de sus padres había estado viviendo con Luna, cosa que también fue un dolor de cabeza porque los Weasley habían decidido que debía vivir con ellos. Y no es que ella no apreciase a esa familia, claramente les quería mucho, pero Molly estaba hundida por la muerte de Fred y ella se sentía completamente fuera de lugar, por no mencionar que Ron, con el cual parecía que iba a empezar una bonita relación, había decidido centrarse en su carrera como auror y le había pedido un tiempo que ella no sabía si estaba dispuesta a aguantar. No quería salir con Ron, no quería vivir con los Weasley, no sabía que quería...

  Su regreso al colegio aparentemente era emocionante, o de eso trató de convencerse, pero, una vez llegó a la Selección, todo se le echó encima y se encontró terriblemente sola: por mucho que hubiese adoptado ese rol tan ermitaño al acabar la guerra, Harry y Ron seguían siendo sus amigos y les echaba de menos. Ellos habían ingresado directamente en la academia de aurores por lo que no los vería a menos que fuesen a Hogsmeade. Y era cierto que tenía a Ginny, Neville y Luna, pero como la habían nombrado Premio Anual, el hecho de no compartir torre con ellos hacía que se viesen poco, principalmente porque además ella se pasaba el día en la biblioteca estudiando y haciendo las tareas que los profesores les encargaban.
  Estaba tan a disgusto con la vida que no quería estar cerca de nada ni nadie hasta que le vio.

  Draco Malfoy, que había sido un chico elegante y presuntuoso, con sus andares que desprendían soberbia y arrogancia, ahora no era nada parecido. Ciertamente había mejorado desde que le había visto en la batalla de Hogwarts e incluso en sexto año, pero el Slytherin claramente se había visto afectado por la guerra a otros niveles y aunque mantenía algunos rasgos de lo que había sido en el pasado, como la elegancia, su reputación y su autoestima estaban bastante destrozadas, por no hablar de su mirada que no tenía nada de seguridad. Aun así, y contra todo pronóstico, él había sido el otro Premio Anual seleccionado y desde ese momento se obsesionó con él.
  Nadie parecía tan destrozado como Draco Malfoy y supo que era el único que, habiendo quedado huérfano, entendería como se sentía. No sabía muy bien cómo iba a ser compartir torre con él pero no le hizo falta ni una semana para darse cuenta de que no tenía nada que ver el Draco que todos conocían con el Draco que verdaderamente era. Y entonces su curiosidad e intriga, que llevaban mucho tiempo enterradas en los sentimientos negativos, afloraron y tuvo una imperante ansia de conocerle, pero de conocerle de verdad.

  Al principio no se hablaban mucho y era más una cuestión de orgullo que otra cosa. Pero sus obligaciones conjuntas unidas a la convivencia hicieron que poco a poco fuesen entablando una relación que Hermione no sabía cómo calificar. Lo único que podía asegurar era que desde que había empezado a llevarse bien con él, el ánimo de ambos había cambiado inexplicablemente.
  Con Draco siempre estaba haciendo algo, ya fuese discutir, bromear, hacer sus tareas de Premio Anual, los deberes para clases e incluso insultarse con apelativos casi cariñosos que tenían por protagonistas 'hurón' y 'peloarbusto'.

  Todo comenzó una tarde en la que salió con él a dar una vuelta por los jardines nevados de Hogwarts. Se enfundó en su bufanda de Gryffindor y se puso un gorro, hacía demasiado frío fuera como para salir sin nada. En cuanto le vio apoyado en la pared, esperando a que ella bajase, sonrió sin saber por qué. Pasearon conversando de cualquier tontería, disfrutando de su compañía más de que eran conscientes.
  —Oh, venga ya, Malfoy, no me creo que seas tan buen cocinero... —comentó divertida. Había algo en meterse con él que le hacía reír.
  —Te digo que sí, es algo que nunca me ha disgustado —afirmó convincente.
  —No sé por qué tengo la impresión de que dejarte solo en una cocina es asegurar un incendio... —él sonrió y negó con la cabeza.
  —No, no, soy limpio y ordenado —aclaró poniendo cara de niño inocente. Ella entrecerró los ojos y le miró suspicaz.
  —¿En serio nunca la has liado? —preguntó poco convencida.
  —Bueno... La primera vez que hice galletas sí que la lie un poco... —confesó. Y solo por la sonrisa victoriosa que Hermione esbozó, tuvo unas impresionantes ganas de reír y de abrazarla. Había algo en estar con ella que le hacía feliz.
  —¡Lo sabía!
  —Tenía... Yo qué sé, unos 7 años —se apresuró a defenderse—, y en realidad fue una tontería...
  —Vamos, Malfoy, confiesa —le señaló con el dedo mientras sonreía divertida.
  —Pues no fue para tanto, simplemente me confundí de frasco y en vez de echar harina eché ligústico en polvo... —compuso una mueca al recordar como, por los efectos de la planta, su padre lo había pasado verdaderamente mal.
  —¡No te creo! —exclamó llevándose las manos a la cara. Él asintió y Hermione comenzó a reírse como loca.
  —Encima no me di cuenta y mi padre se las comió... —la risa de Hermione aumentó.
  —Pe... Pero el ligústico es una planta que se utiliza en la elaboración de pociones y que actúa directamente sobre el cerebro, como por ejemplo en el filtro de confusión —dijo sin dejar de reírse.
  —Ya lo sé... Es que me equivoqué de frasco... —ella seguía riendo a carcajadas—. Y te puedo asegurar que los efectos de irrigar mucha sangre al cerebro causando dolores de cabeza, agotamiento, confusión y aturdimiento son totalmente reales...

Dramione One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora