Hermione se sentó en la alfombra con una humeante taza de chocolate caliente. Hacía demasiado frío fuera como para salir, llevaba nevando cinco días y las perspectivas de abandonar su casa le parecían horribles.
Draco estaba sentado frente a ella con las piernas cruzadas como si fuese un nativo americano mientras jugueteaba con una baraja francesa de cartas.
—Dime que no son naipes explosivos, porque como se queme la alfombra me hago una con tu pellejo —advirtió dejando la taza a un lado.
—Sería una alfombra magnífica —repuso Draco barajando una y otra vez.
—Mira, si la alfombra sale ardiendo te mato, de despellejo y extiendo tu piel en el suelo. ¿Y sabes lo primero que haría sobre ella? —Draco levantó la cabeza sonriendo.
—¿Jugar a los naipes explosivos? —ella apretó los labios porque él había adivinado sus intenciones.
—Sí, pero me traería a jugar al profesor Slughorn y a Ron —añadió con sorna. Él frunció el ceño.
—Eso es muy cruel, mi piel es demasiado maravillosa para poner a Big Slughorn y a la comadreja sobre ella —protestó.
—No te preocupes, nunca dejaré que nadie te use como alfombra, solo yo tengo ese derecho —repuso con chulería.
Crooshanks se paseó por la alfombra para finalmente tumbarse junto a Hermione, que comenzó a acariciarle.
—Eso es literalmente lo más tierno que me has dicho en todo el día —dijo dramático llevándose las manos al corazón.
—Literalmente —le imitó— eres una reina del drama —se burló Hermione observando como extendía nueve cartas sobre la alfombra y dejaba al lado el mazo.
—No, querida, soy LA reina del drama —ella no pudo evitar sonreír por su énfasis en el artículo—. A ver, elige una carta —indicó.
—¿Me vas a hacer un truco de magia? —preguntó incrédula.
—No es magia, es simplemente un truco de cartas, un juego de manos basado en las matemáticas —explicó sin entender nada—. Yo soy un mago, ¿por qué hacer magia iba a ser sorprendente? —Hermione se rió.
—En el mundo muggle a los juegos con las cartas se les llama trucos de magia —contestó ella.
—Pero si no pueden hacer magia.
—No es magia, es ilusionismo e interpretación y, en muchas ocasiones, matemáticas o física. Pero como el resultado es tan sorprendente pues se suele decir que es cosa de magia —él escuchaba asombrado lo que le contaba.
—Me fascina tu sabiduría de las cosas muggles —murmuró.
—Bueno, me crié con muggles —se encogió de hombros.
—Sí pues, aunque otras cosas me parecen un gran invento, como el teléfono o el cine, ya te digo que llamarle a esto magia es una tremenda estupidez —lo decía con un aura de convencimiento que a ojos de Hermione le hacía parecer muy tierno.
—Puede ser —Hermione sonrió y el se contagió de su sonrisa.
—Bueno, elige una carta, venga —insistió Draco.
Hermione escogió una al azar.
—¿La miro y no te la enseño? —preguntó intentando no reírse.
—Sí, mira una carta y... ¿Cómo sabías que te iba a pedir eso? —se veía sumamente adorable medio indignado medio sorprendido.
—No es la primera vez que alguien me hace un truco de... —él elevó las cejas y ella se corrigió—... De cartas.
—Bueno, como sea. Señorita, haga usted el favor de dejarme guiar esto a mí, este no es un momento en el que quiera que tome usted la iniciativa —ella entendió el doble sentido y dio una carcajada mientras se sonrojaba ligeramente.
—Lo que usted diga.
—Bien, ahora que has elegido la carta, mírala y memorízala —a ella se le escapó una sonrisilla que él no vio porque estaba apilando las ocho cartas restantes. Miró su carta, el cinco de corazones.
—Ya está memorizada —se tenía que contener las ganas de echarse a reír todo el rato.
—Muy bien, colócala encima de las otras ocho —ella obedeció y después Draco puso las nueve cartas bajo el resto del mazo—. Vale, ahora repartimos el mazo en cuatro pilas de cartas, el número de la suma de los valores de las cartas que estén en la parte superior revelarán la ubicación de tu carta...
—Ves, aquí, si fueses un muggle que dice ser mago, dirías que las cartas te revelarán mágicamente la ubicación exacta de mi carta e incluso dirías unas palabras mágicas como Hocus Pocus o Abracadabra —interrumpió ella.
—¿Hocus Pocus? ¿Abracadabra? —repitió incrédulo—. ¿Se puede saber que se fuman los muggles para inventar esos nombres? —preguntó totalmente alucinado.
—Bueno, los nombres son una tradición, todo el mundo sabe que no son encantamientos de verdad.
—Son totalmente ridículos —negó con la cabeza—. En fin, ¿por dónde iba? ¡Ah sí! Bueno, ahora cuento desde diez hacia atrás y voy sacando cartas, si el número que yo diga concuerda con la carta, dejo de sacar y paso al siguiente montón. El as vale uno y la jota, la reina y el rey valen diez. ¿Lo has entendido? —Hermione asintió aguantando la risa estoicamente—. Deja de reírte, soy bueno con los trucos de cartas —protestó.
—¿De cartas?
—Sí.
—Que no de magia.
—¡Hermione! —ella no aguantó más y se echó a reír. Su risa era tan contagiosa que Draco tuvo que hacer enormes esfuerzos por no reírse también.
—Lo siento, lo siento, sigue con tu truco —él la miró fijamente—. De cartas, de cartas —se apresuró a añadir.
—Si no te quisiese tanto, ahora mismo te haría un abracadabra y te... —bufó resignado—. Merlín santo, es un nombre tan cutre que no puedo ni burlarme —negó con la cabeza y volvió a mirar las cartas—. Bueno, si ninguna carta concuerda la siguiente la pondré boca abajo en la parte superior para tapar el montón. Voy: diez, nueve, ocho —apareció un ocho de corazones y él paró de sacar cartas—. Sigo: diez, nueve, ocho, siete, seis—salió un seis de picas y volvió a detenerse—. Diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno —no coincidió ninguna y usó la siguiente para tapar el montón—. Diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco —cinco de tréboles—. Diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno —de nuevo nada y tapó el montón—. Diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno —as de corazones—. Vale, ahora sumamos el valor de los números: ocho más seis son catorce, más cinco son diecinueve y más uno veinte. Ahora contamos hasta la carta veinte en el mazo —comenzó a pasar cartas y a dejarlas sobre la alfombra—. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, quince, dieciséis, diecisiete, dieciocho, diecinueve y veinte —lentamente volteó la última carta que resultó ser el cinco de corazones—. ¿Es esa tu carta? —preguntó mirándola ilusionado.
Hermione se quedó observando la carta que le mostraba con cara de fastidio, como si no hubiese acertado—. ¿Y bien? —ella negó despacio con la cabeza y Draco no tardó en mirar con el ceño fruncido la carta—. ¿No? Qué raro, yo juraría que... —Hermione no aguantó más y empezó a reírse a carcajadas—. ¡Mentirosa! ¡Sí que es tu carta! ¡Sí que lo es! —protestó mientras Hermione seguía riéndose.
—Sí, pero tenías que haberte visto la cara... —él se enfurruñó y comenzó a recoger las cartas—. Draco... —ella se arrastró por la alfombra, haciendo que Crookshanks se moviese, y llegó hasta él y le abrazó—. No te enfades —se colgó de su cuello.
—Déjame, tramposa —dijo con su fingido enfado.
—¡Oye! —se ofendió Hermione separándose—. Que yo no hago trampas, ha sido una broma —Draco se levantó y guardó en un cajón la baraja y cogió un taco de algo que Hermione no pudo ver. Volvió y se sentó de nuevo.—¿Te ha gustado mi truco de cartas? —preguntó sonriendo.
—Sí —contestó yendo a por su chocolate mientras seguía fingiendo que estaba ofendida.
—No te enfades conmigo —pidió Draco con una sonrisa inocente.
—Yo no hago trampas —afirmó Hermione.
—Lo sé, solo te tomaba el pelo —esa sonrisa era demasiado adorable para que ella siguiese molesta pero no le importó que él siguiese creyéndolo.
—Ya —espetó. Draco entrecerró los ojos pero mantuvo su sonrisa.
—Bueno, para que veas que soy bueno te voy a leer tu futuro.
—Sabes que detesto la adivinación —replicó Hermione.
—Bueno, pero es porque no has dejado que sea yo, el Pitoniso Malfoy, el que lo haga —ella no pudo evitar sonreír al oírle.
—Pues adelante, Pitoniso Malfoy, asómbreme con su sabiduría —dijo irónica.
—Muy bien —Draco extendió dos fotografías del tamaño de una carta por la alfombra y carraspeó antes de hablar con aire solemne y místico—. Los astros me indican que esta carta simboliza que eres un precioso ángel guerrero —Hermione reaccionó al escucharle y miró hacia las supuestas cartas—; esta otra me indica que tu sonrisa es celestial y que...
—Draco, esto no son cartas de tarot, simplemente son fotos mías —interrumpió Hermione cogiéndolas.La primera era una foto en la que aparecía ella agitando los brazos dormida, probablemente en algún sueño, y en la segunda aparecía girándose mientras sonreía.
—Bueno, eso son tecnicismos —murmuró él mirándola.
—¿De cuándo son estas fotos? —preguntó sorprendida.
—De algún momento en el que no te estuvieses dando cuenta —contestó guardándose el resto de ellas en el bolsillo disimuladamente.
—Pero Draco... —le abrazó y él la pegó de manera que quedó sentada entre sus piernas.
—Me gusta sacarte fotos cuando no te das cuenta —besó su cabeza.
—Salgo horrible —protestó señalando la imagen en la que agitaba los brazos en sueños.
—¿Pero qué dices? ¿No me has oído? He dicho precioso ángel guerrero —vocalizó cada palabra lentamente.
—Pero...
—Ni peros ni nada, el Pitoniso Malfoy dice que precioso ángel guerrero y nadie tiene autoridad para discutir al Pitoniso Malfoy —zanjó la discusión y ella rió.
—Está bien, Pitoniso Malfoy, usted gana —le besó despacio.
—Evidentemente, por algo soy el MegaPitoniso —volvió a besarla.
—¿MegaPitoniso? —preguntó sonriendo incrédula.
—Es que soy el rey de los pitonisos —explicó mientras ella sonreía y negaba a la vez.
—Yo diría que eres más bien megabobo —repuso pasando las manos por su cuello y volviendo a besarle.
—Un respeto oiga, que por mucho que no le guste a usted la adivinación a mí los astros me han bendecido con la fortuna de leer las estrellas —pronunció con aire solemne.
—¿Pero qué dices? —le miró divertida.
—No sé, gilipolleces como las que decía Trelawney —se excusó.
—¿Sabes una cosa, cariño? Tú y yo estamos unidos por algo mucho más fuerte que el amor verdadero.
—¿Ah sí? ¿El qué? —preguntó mirándola.
—Que los dos queremos decir siempre la última palabra —Draco rió levemente y se tumbó sobre la alfombra llevándose a Hermione con él.Se quedaron abrazados tumbados sobre la alfombra, con los ojos cerrados.
—¿Sabes otro invento muggle que me encanta? —preguntó al rato sin abrir los ojos.
—¿El qué? —ella se apoyaba en su pecho.
—Los radiadores, que la chimenea está muy bien para una habitación pero esto de tener la casa entera calentita es otro nivel —Hermione rió.
—No pongas en duda el mundo muggle, son muy ocurrentes.
Al ver a sus dueños tumbados juntos Crooshanks decidió que también quería cariño humano y trepó por Hermione para tumbarse sobre ellos, que rieron y se dispusieron a acariciar al peludo gato.Y allí permanecieron, tumbados, con el animal ronroneando, disfrutando de su compañía y resguardados del frío. Y es que hasta Crooshanks sabía que aquello era demasiado bueno para dejarlo escapar.
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Dramione One Shots
Fiksi PenggemarBreves historias sobre Dramione. La autoría es completamente de JK Rowling, yo únicamente uso sus personajes y su universo para un fin lúdico. Portada por: captbexx. Créditos a los dueños de las imágenes (especialmente a Upthehillart). Para que no...