Hermione regresó a Hogwarts muy ilusionada, quería acabar sus estudios y además volver al colegio era maravilloso. No le hizo especial gracia que Harry no fuese con Ginny y con ella pero el hecho de alejarse de Ron era una magnífica idea. Desde que se habían besado en La cámara de los secretos su relación había sido un verdadero infierno.
Hogwarts estaba cambiado, el ambiente después de la guerra eliminó los conflictos entre casas y todo parecía, por fin, ser normal. Aun así, para no perder la costumbre de pasar un año movidito, Hermione se buscó su desgracia particular.
Desde el momento en el que le vio en el tren se obsesionó con saber por qué, Draco Malfoy, que encima era su compañero en la torre de premios anuales, había hecho lo que había hecho durante la Segunda Guerra Mágica.
El problema fue que descubrió la verdad: él no había tenido opción y había ayudado lo que había podido. Draco se portó tan bien con ella y se disculpó con tanta sinceridad que Hermione estuvo a punto de llorar allí mismo. Y así pudo comprobar que el chico era mucho más de lo que hubiese esperado.Para cuando llegó noviembre todo era raro, él, la situación, lo nerviosa que se ponía siempre si estaban juntos... Realmente no sabía ni cómo definirlo, porque aunque fuesen algo parecido a amigos, había veces que sus ojos brillaban tanto que se le encogía el corazón.
Un segundo problema vino ligado con Draco Malfoy: su apariencia. Si eliminabas la frialdad de sus gestos, la maldad de sus ojos y el aspecto de medio muerto, te quedaba el verdadero Draco, un chico con unos ojos hipnóticos, tan guapo que podía dejar a cualquier persona sin respiración y con unos modales y forma de ser que hacían que de verdad se preguntase cómo había podido odiarle. Pero eso no era lo mejor, o lo peor si una quería mantenerse firme. No, si había dos cosas que hacían que las piernas de Hermione se volviesen mantequilla eran sus manos y su sonrisa. Una de las primeras cosas en las que se fijaba siempre Hermione era en las manos, y las de Draco eran sencillamente perfectas. Había veces que tenía ganas de agarrarlas y llevárselas pero le daba muchísima vergüenza hasta acercarse. Y luego su sonrisa... Él sonreía de muchas maneras, pero había una en especial, que era nueva, nunca la había visto hasta entonces. Era tímida, pequeña, pero también era profunda, no solo llegaba a sus ojos, sino que se quedaba a vivir en ellos. Literalmente cada vez que Draco mostraba esa sonrisa, ella contenía la respiración.
Vale, definitivamente todo eso no era normal, nadie se pasaba las horas muertas reproduciendo en su mente cada pequeño movimiento llevado a cabo por su compañero de torre. Solo había dos explicaciones: o de repente había cogido complejo de Sherlock Holmes, o se había enamorado de él.
Se podría decir que desde el momento en el que fue capaz de admitir que estaba enamorada de Draco todo fue mejor, pero para qué mentir. No, no fue mejor, porque entonces se quería morir cada vez que una chica se le acercaba y no soportaba la idea de decírselo y ser rechazada. Llevaba llorando por las esquinas dos semanas hasta que una mañana se levantó y frente a ella había un paquete.
Salió de la cama y lo cogió. Era un paquete pequeño, envuelto en papel morado. Una etiqueta colgaba de él:Últimamente te he visto algo triste, espero que con esto puedas sonreír.
Draco.En cuanto leyó la caligrafía su corazón empezó a latir como si fuese a estallar. Releyó la nota unas tres veces y después lo abrió. Se quedó impactada y una lágrima comenzó a caer por su mejilla: era una cámara de fotografías instantáneas. Llevaba queriendo una desde que tenía siete años. La cogió maravillada y un papel se desprendió y lo atrapó antes de que cayese: era una fotografía suya, sonriendo mientras miraba al horizonte por el balcón de la torre de astronomía. Era maravillosa. Le dio la vuelta y vio que estaba escrita.
Sé que siempre has querido una, así que la conseguí en una tienda muggle y la hechicé. Tú decides si hace fotos mágicas o normales. Por favor, sonríe siempre como en la foto.
D.—Madre mía —murmuró secándose las lágrimas. Pero, ¿cómo no iba a estar enamorada de él? Cogió aire y suspiró, era hora de decirle la verdad.
Dejó la cámara sobre su mesilla y se vistió rápidamente dispuesta a sincerarse con él.
No estaba en su cuarto ni en la sala común, y era sábado así que lo más probable era que estuviese por ahí deambulando. Fuera nevaba así que estaría dentro del castillo. Recorrió los pasillos cercanos a las mazmorras, los que menos frecuentaba la gente, y le buscó. Al fin le vio sentado en el suelo.
—Draco —no pudo contener su voz al verle, necesitaba decirle tantas cosas... Se acercó corriendo y toda su mentalización se fue al garete cuando se arrodilló junto a él y le abrazó.
—¿Qué pasa, Hermione? —preguntó algo asustado correspondiendo al abrazo.
—Gracias, gracias, gracias. Es lo más maravilloso del mundo —le besó en la mejilla y al ser consciente enrojeció.
—Me alegro de que te haya gustado —ahí estaba, la sonrisa, golpeando directa en su corazón. De repente tuvo unas inmensas ganas de besarle.
—No sabes lo feliz que me ha hecho —hablaba en suspiros, estaba tan nerviosa y a la vez tan emocionada que no sabía ni cómo hablar.
—No sabes lo feliz que me hace a mí escuchar eso —esa jodida sonrisa, no la quitaba. La tenía ahí, inmóvil, llenándole los ojos. Hermione se puso de pie, porque si seguía ahí iba a morirse. Él se levantó también y esperó, sabía que ella tenía que hablar, solo debía esperar.
—Draco... —no sabía por dónde empezar ni cómo decírselo. Giró la cabeza intentando no mirarle y así concentrarse hasta cerró los ojos... Pero entonces él engarzó sus dedos meñiques. Hermione casi se muere al notar sus manos unidas. Se giró despacio, él tampoco la miraba, pero podía ver que estaba muy colorado—. Draco... —se volvió y la miró tan profundamente que esa intensa mirada se sumó a la lista de cosas que hacían que se convirtiese en la mujer mantequilla. Inspiró, al fin y al cabo era una Gryffindor, tenía que tener valor—. Draco, estoy enamorada de ti—soltó de carrerilla. Él sonrió y cogió su mano completa para, de un rápido movimiento de brazo, abrazarla y besarla.
Hermione soltó un supiro en su boca, acababa de encontrar la madre de todas las cosas que la volvían mantequilla: sus besos. Cuando él fue reduciendo la intensidad del beso hasta parar y se separó despacio, ella tenía los ojos cerrados y se agarraba con fuerza a sus brazos.
—Yo también —susurró sin dejar de abrazarla. Y ella dejó caer la cabeza sobre su hombro y respiró: qué bien sentaba la felicidad.
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Dramione One Shots
FanfictionBreves historias sobre Dramione. La autoría es completamente de JK Rowling, yo únicamente uso sus personajes y su universo para un fin lúdico. Portada por: captbexx. Créditos a los dueños de las imágenes (especialmente a Upthehillart). Para que no...