Flourish and Bloots

3.9K 184 19
                                    

  Salieron de El Caldero Chorreante y Hermione se agarró a su brazo. El ambiente era frío y húmedo y juzgar por las escarchas que cubrían los escaparates, esa noche iba a nevar. Habían ido a ver a Neville y a Hannah y aunque solo eran las siete de la tarde daba la impresión de que eran las dos de la madrugada de lo oscuro que era todo.

  Pasearon por el Callejón Diagon, que estaba prácticamente vacío, y al pasar frente a Flourish and Bloots se detuvieron. Era la librería favorita de Hermione y siempre que pasaban Draco ejercía de demonio en su hombro para convencerla y entrar.
  Y es que daba igual que tuviesen una biblioteca en casa más grande que su cocina, siempre acababa comprando varios libros para añadir a su colección y como su marido tenía la detestable costumbre de ser rico, se dedicaba a incitar su locura literaria ignorando los gastos.
  —No vamos a pasar, Draco —decretó mientras sus ojos se desviaban a las nuevas colecciones sin poder evitarlo.
  —Vamos cariño, si te encanta. Y además yo tengo que mirar una cosa —la abrazaba por la espalda y ambos miraban hacia el interior—. Y ya falta poco para que cierren, seguro que está vacía —susurró en su oído.
  —Te odio —murmuró entrando en la tienda. Él sonrió divertido y la siguió—. ¡Y deja de sonreír, hurón desteñido! —exclamó girándose.
  —Vamos, ve a ver qué encuentras —dijo antes de besarla y guiñar un ojo.

  Hermione deambuló entre torres imposibles llenas de libros embriagándose del olor a libro nuevo. Daba igual cuánto tiempo pasase, con quince años y con treinta y cinco seguía siendo una devoradora de libros. Draco llevaba razón, la tienda estaba vacía, tan solo había un chico en el mostrador que ella reconoció como David, uno de los hijos del dueño que solía ocuparse del mostrador.
  —Buenas tardes Herms —saludó el chico.
  —Hola David, ¿cómo te va? —preguntó ella.
  —Bien, el viejo me dijo que tenías un encargo —informó.
  —¿Un encargo? —preguntó extrañada.
  —Es para mí —dijo Draco acercándose con una sonrisa.
  —¿Para ti? —se extrañó Hermione.
  —Ah, he debido de confundirme porque está a nombre de Malfoy —dijo el chico—, en seguida te lo traigo —desapareció por una puerta mientras iba en busca del encargo de Draco.

  La chica se volvió hacia su marido y le miró con la ceja subida.
  —¿Qué has encargado? —inquirió.
  —Un libro —respondió sonriente.
  —Hombre, estamos en una librería, ya lo suponía —rebatió poniendo los ojos en blanco.
  —Es un libro para Rose, su cumpleaños es la semana que viene —explicó.
  —Ya sé que es la semana que viene pero ¿por qué no me lo habías dicho? —su indignación ante el desconocimiento era muy divertida para Draco.
  —Ahora lo verás—fue toda su respuesta.
  —Odio cuando te pones tan misterioso —bufó.
  —Lo sé —añadió en su oído con sorna.

  Él mantuvo su enigmática sonrisa y se volvió hacia el dependiente, que salía en ese momento.
  —Aquí lo tienes —dijo David extendiendo un paquete.
  —Muchas gracias, ¿cuánto es? —preguntó Draco.
  —Mmm... Catorce galeones.
  —Cárgalo a mi cuenta de Gringotts —el chico asintió y Draco cogió el paquete.
  —¿No me vas a decir que libro es? —preguntó Hermione deseosa por averiguar cuál era.
  —Eres taaan impaciente –se regodeó ganándose un manotazo—. No me agredas, toma, averígualo tú misma —le tendió el paquete y ella lo abrió. Metió la mano y agarró el lomo del libro pero al sacarlo no había nada.
  Miró a Draco totalmente perdida.
  —Pero si lo acabo de tocar, ¿dónde está?
  —Probablemente lo tengas en la mano —él sonreía divertido.
  —Pues no veo nada, como no sea invi... —abrió los ojos sorprendida y él ensanchó su sonrisa—. ¿Es invisible? ¿Es el Libro Invisible de la Invisibilidad? —preguntó anonadada. David rió y Draco asintió divertido.
  —¿Crees que le gustará?
  —¿Estás de broma? ¡Le va a encantar! ¿Cómo lo has conseguido? Dijeron que habían dejado de fabricarlos. ¿Y cómo lo va a localizar? ¿Podemos comprar otro? —Draco detuvo su lluvia de preguntas riendo.
  —A ver cariño, te lo explico si me dejas —la abrazó y ella asintió mirándole atentamente.
  —Llevaba mucho tiempo queriendo comprarlo y hablé con Henry porque recordaba que hacía años habían tenido un pedido de libros que nunca encontraron. Resultó que algunos ejemplares se habían conservado intactos y los compré.
  —¡Es fantástico! —exclamó—. ¿Por qué no me lo habías dicho? —preguntó.
  —Porque entonces no sería una sorpresa, hay otro para ti —extendió la varita—. ¡Specialis Revelio! —en las manos de Hermione se materializaron dos ejemplares.
  —¿Para mí? —Hermione estaba algo confundida.
  —Claro, llevas queriendo leerlo años —ella dudaba y cuando reaccionó lo único que hizo fue abrazarle.
  —Gracias —susurró. Él sonrió y cuando se separaron la besó rápidamente.
  —¿Has encontrado algún libro que te guste? —preguntó Draco volviendo a guardar los libros en el paquete.
  —No vas a compar más libros, de momento tengo este —negó ella. Draco sabía que no la iba a convencer y negando con la cabeza pero sin dejar de sonreír la abrazó y besó su cabeza.
  —Como quieras.
  —Vámonos a casa, que quiero empezar a leerlo —musitó cogiéndose a su brazo.
  —Me parece bien —volvio a besar su cabeza—. Adiós señor Jackson, recuerdos a su padre.
  —Adiós David —se despidió también Hermione.
  —Adiós señores Malfoy —contestó el chico sonriente.

  Salieron de la tienda y el aire frío les dio en la cara. Hermione dejó escapar una voluta de vapor por su boca y sonrió al ver como se formaba esa helada nube a su alrededor.
  —A Rose le va a encantar, cuando le conté que existía un libro detallando la invisibilidad pero que el propio libro era invisible mi miró como si me hubiese vuelto loca —comentó Hermione mientras ambos caminaban por la calle unos metros.
  —Eso espero —Draco se detuvo y la miró—. ¿Sigues molesta porque no te lo dijese? —preguntó serio.
  —No —acarició su mejilla—, me ha hecho mucha ilusión —le besó suavemente—. Eres un sol, te quiero —le abrazó y él besó su cabeza antes de desaparecerse.

———————————

  Draco entró al salón con dos tazas de té y las dejó en la mesa antes de sentarse junto a su mujer.
  —¿Lo has empezado ya? —preguntó abrazándola.
  —No, te estaba esperando —besó su mejilla y se acomodó apoyándose en él—. Gracias otra vez —susurró.
  —Anda boba, si sabes que me encanta comprarte libros —la abrazó con más fuerza y besó su cabeza.
  —Te quiero —le besó, esta vez en los labios, y dejó que él la estrechase entre sus brazos.
  —Y yo a ti —dejó un último beso en su frente—. Venga, vamos a ver qué cosas cuenta el libro este.
  Hermione sonrió y asintiendo se volvió a sentar apoyada en él y apuntó al libro con la varita.
  —Specialis Revelio —el libro se materializó de manera brillante y se vislumbró el título.
  La chica pasó las primeras páginas y ambos observaron fascinados como según leían, las imágenes y el texto brillaban para poder ser vistos y después volvían a desaparecer.
  —Es asombroso...
  —¡Es genial! —exclamó Hermione. Draco sonrió y besó su cuello reforzando su abrazo.
  —Vamos, quiero saber qué produce la invisibilidad —incitó a su mujer, que comenzó a leer en voz alta.

  Una semana después, justo el seis de diciembre, a las cinco de la mañana, dos lechuzas salían en dirección a la habitación de las chicas de Gryffindor de tercer año con dos paquetes y una carta de Draco y Hermione felicitando a su hija en su decimotercer cumpleaños. Unas horas después, al despertarse, Rose Malfoy chillaba de emoción al ver uno de los regalos de sus padres, bueno, más bien al no verlo.
  Al día siguiente Draco y Hermione recibieron un howler en el que una eufórica Rose agradecía emocionada:

¡Sois maravillosos, os quiero muchísimo! ¡Gracias, gracias, gracias! Es el mejor regalo que me han hecho nunca, sois los mejores padres del mundo. ¡¡¡AH, SI ES QUE ES INCREÍBLE, OS QUIERO!!! 

  —Pues parece que sí que le ha gustado —comentó divertido Draco mientras el sobre estallaba en centenares de trocitos de papel.
  —Sí, me ha dado esa impresión —rió Hermione—. Es que haces unos regalos fantásticos —dijo abrazándole.
  —Me hace feliz haceros felices —respondió besando su cabeza.
  —De todos los Dracos —él sonrió al oírla—, el que más me gusta es el que hace estas cosas, demostrando que es un padre maravilloso —le besó en los labios—, un marido espectacular —volvió a besarle— y una persona increíble —le dio un último beso.
  Él sonrió y acarició su mejilla.
  —Tú sí que eres maravillosa —y atrayéndola hacia él la besó intentando imprimir en ese beso lo muchísimo que la quería.

Dramione One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora