Frustraciones

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  Hermione salió de la ducha con la toalla alrededor del cuerpo y miró hacia la cama donde Draco tenía la cara incrustada en la almohada. Habían vuelto de trabajar y él, muy serio, se había tirado a la cama y al parecer ella se había duchado sin que él se moviese
  Dejó la toalla en un lado para comenzar a ponerse el pijama pero solo se había puesto las bragas cuando no aguantó más. Reptó por el colchón tumbándose sobre Draco y se abrazó a su espalda.
  —¿Qué te pasa? —tiró de su cara y le besó en la mejilla.
  —Nada.
  —Draco Lucius Malfoy, no puedes mentirme —declamó besando sus omóplatos.
  —Estoy bien, Hermione, de verdad... —dijo con cansancio y ella resopló.
  —Cuéntaselo a quién te crea —se quitó de encima y le obligó a darse la vuelta.
  —Bonita ropa —murmuró él en tono serio. Hermione se ruborizó y se apresuró a ponerse el camisón para después volver a él y abrazarle.
  —¿Me cuentas qué te pasa? —preguntó en un tono que dejaba claro que no esperaba un no por respuesta. Él suspiró.
  —Nada... Es solo que...
  —¿Qué te ocurre, Draco? Habla conmigo.
  —Es que ayer, cuando acabamos de comer en el restaurante del Ministerio y tú volviste al Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas yo te di un beso antes de irme a mí departamento —ella escuchaba a un Draco que parecía un niño de cuatro años frustrado más que su novio de veintidos años.
  —Me acuerdo de eso —acariciaba su pelo despacio mientras él se había ido haciendo una bola abrazado a ella.
  —Pues me encontré con... —tragó hondo—. Con Marcus Finch-Fletchley.

  Hermione se preocupó al oírlo. Ese hombre, tío paterno de su excompañero en Hogwarts, le había hecho la vida imposible a Draco durante su estancia en Azkaban y el juicio por los crímenes de la guerra. Incluso después de que Draco saliese declarado inocente dio entrevistas para Rita Skeeter dejando a su novio en muy mal lugar.
  Por alguna razón que desconocía, Draco, que no tenía miedo de nadie y le parecía la persona más determinada del mundo y que incluso había conseguido que ella ganase valor a la hora de enfrentarse a los demás, Draco, que había roto los esquemas de ideales y prejuicios por lo que él creía correcto a pesar de todo, era totalmente vulnerable a ese señor que le hacía revivir su estancia en Azkaban y, por ende, la muerte de sus padres.
  —¿Qué te dijo? —susurró estrechándole con más fuerza.
  —Me dijo que yo no debía estar allí, que debería estar pudriéndome en Azkaban como el... —el chico respiro antes de seguir—... Como el vil mortífago que soy y que... Que ojalá me hubiese muerto como mis padres —un temblor le recorrió entero y ella supo que esas mismas palabras dichas por cualquier otro le habrían dolido pero su orgullo lo habría superado y sin embargo ahí estaba, tembando entre sus brazos como un chiquillo asustado de la oscuridad.
  —Sabes que eso no es verdad, tú eras inocente, se celebró un juicio que te liberó —le recordó besando su cabeza.
  —Hermione, ¿crees que mi padre merecía morir? —preguntó Draco incorporándose para mirarla.
  —No, nadie debe morir, pero sí que debía permanecer en Azkaban muchos años —se sentó frente a él y colocó un mechón rubio que se había movido.
  —Yo opino igual... —él seguía muy angustiado y ella acarició su mejilla.
  —Tú madre no merecía morir, Draco, fue un accidente —él asintió y una lágrima se deslizó por su rostro.
  —Te habría adorado —susurró mientras ella le abrazaba.
  —¿Qué más te dijo? —inquirió.
  —Na...
  —Ni se te ocurra decir que no te dijo nada —interrumpió mirándole con el ceño fruncido—, te conozco, Draco, algo más pasó.
  A él le tembló ligeramente el labio de abajo y su mirada se dirigió a las arrugas de sus pantalones.
  —Yo intenté ignorar sus palabras y traté de irme pero entonces —la rabia se mezclaba con la frustración y la culpabilidad—, me dijo que era tan rastrero que por eso estaba contigo, para limpiar mi nombre, porque no te merezco —dijo esto apretando los dientes.
  —Eso es una tontería —rebatió Hermione.
  —No lo es, yo... —y entonces ella comprendió que Draco, realmente, creía que el otro tenía razón, consideraba que no la merecía.
  —No lleva razón —aseguró.
  —Sí la lleva.
  —¡No! —gritó poniendo las manos en sus mejillas y obligándole a mirarla sus ojos estaban vidriosos y enfurecidos.
  —Hermione, yo nunca seré digno de estar con alguien como tú —la atravesó con la mirada—. Eres buena, valiente, amable, cariñosa, eres una maldita heroína de guerra y yo, ¿qué soy yo? Un jodido mortífago, hijo de otro peor, que se ha dedicado años a hacer la vida imposible a quiénes le rodeaban, empezando por ti —Hermione puso un dedo en su boca.
  —No, Draco, nadie es perfecto pero esto no es así —le agarró de las manos—. Usas para definirte algo que era producto de una sociedad oprimida, de la esclavitud a la que estabas sometido. Tú eres el que decidió romper con la pureza de sangre, tú, habiendo sido convertido en mortífago, ayudaste a la Orden del Fénix, el príncipe de Slytherin que fue acusado de traidor por hacer lo correcto, que ni siendo presionado mató a Albus Dumbledore —Draco se veía dudoso—. Mira cariño, nadie es fácil de querer, yo misma no lo soy, pero tú eres mi novio y no porque yo esté loca, sino porque te quiero, porque te conozco y sé cómo eres de verdad.
  —Siempre piensas cosas buenas de la gente —murmuró.
  —Bueno, no siempre, del señor Finch-Fletchley opino una serie de cosas que si se las digo a la cara a lo mejor me echan por lenguaje inapropiado en el trabajo —comentó sacándole una imperceptible sonrisa que ella si vio y que le hizo sonreír también.
  —Te quiero —musitó, y ella le abrazó y le besó en los labios con intensidad hasta que él respondió.
  —Venga, cariño, vamos a dormir ya —tiró de él para que se bajase de la cama para retirar la colcha y meterse bajo las sábanas.
  Draco se puso el pijama y se tumbó con ella, que rápidamente se abrazó a él recibiendo un beso en la cabeza.

  —Estás equivocada —dijo al rato.
  —¿Qué? —preguntó ella medio adormilada.
  —Dijiste que todo el mundo es difícil de querer, incluida tú. Mentira, si hay alguien fácil de querer eres tú, lo que pasa es que hay que saber cómo.
  —Bueno, díselo a Ron, que decretó abiertamente que me odiaba y que siempre lo haría —dijo ella apoyada sobre su pecho.
  —Pero porque Weasley es más tonto que una mata de habas, no es difícil saber quererte, yo le podría enseñar —ella rió levemente—. Si es que tampoco pides tanto, simplemente quieres sinceridad y honestidad, nada de mentiras; que te recuerde que las mañanas no son grises y que siempre hay una risa guardada esperando al peor momento para animarte; que tienes que saber que no se va a hundir el suelo que vas a pisar, que saberte las respuestas no es nada malo y que nunca me van a brillar más los ojos que cuando estoy contigo —Hermione contuvo la respiración al oírle—. Con saber que te gusta que las cosas surjan aunque no te convenza lo de dejarte llevar, que las sorpresas las esperas a menudo y nunca sabes qué decir cuando llegan, que no te gusta presumir pero que se te escapa una sonrisa si presumen de ti y que todos tus silencios dicen algo y que aprender a interpretarlos es em idioma más complejo y bonito del mundo está todo hecho. No es difícil porque tú eres maravillosa, y te mereces notar que todo es sencillo y saber que cuando apareces la vida cambia, mejora, da un giro de 360 grados para volver a donde estaba pero con la cara lavada —guardó silencio unos segundos—. No es difícil quererte, y realmente lo de quererme a mí mismo se me da fatal, pero sin embargo no soy capaz de dejar de quererte como te mereces porque habría que estar ciego o ser muy tonto para no ver que si hay alguien que lo ponga fácil eres tú.
  Hermione se incorporó quedando encima y le besó muy despacio.
  —Te amo, Draco, y es en estas cosas en las que puedo afirmar que yo no me he equivocado contigo, que si alguien tiene un problema con cómo eres es porque no te conoce una mierda.
  —Gracias por consolarme antes —susurró Draco besándola de nuevo.
  —Gracias por ser sincero conmigo —le besó una vez más y se tumbó de nuevo mientras él la abrazaba.
  —Hermione... —susurró al rato.
  —¿Mmm?
  —No dejes que lo que dice ese idiota me vuelva a afectar, por favor —pidió. Ella agarró su mano y le dio un apretón.
  —Descuida —murmuró. Ya había decidido hacía unas cuantas horas que esa iba a ser la última vez que el señor Finch-Fletchey acosase a su novio, es más, no iba a volver a pisar ese Ministerio mientras ella trabajase ahí, de eso se iba a encargar personalmente—. Yo me encargo —y besando su mentón se dispuso a domrir escuchando como Draco se relajaba e iba quedándose dormido.

Dramione One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora