La mañana pasó rápido y a las once y media Hermione salió de su despacho con la intención de tomarse un café. En cuanto salió, su vista se desvió para encontrar a Draco. Echó un rápido vistazo a ver si estaba en su despacho, situado frente al suyo, pero no, ya estaba fuera. Entonces oyó una risita estúpida y supo que alguien le rondaba. Molesta se dirigió a la sala de descanso intentando controlar los celos y las ganas que tenía siempre de besarle allí mismo.
Entró y había varios compañeros tomando café. En una esquina Hannah, Brenda y Frank cuchicheaban y miraban a Draco, que parecía ajeno a todo mientras removía su bebida. Cuando sus ojos la vieron, él sonrió y siguió la mirada de Hermione hasta el grupito, que se escandalizó al verse observado por él. Sonrió más aún y se dirigió a la puerta. Al pasar junto a Hermione volvió a rozar su mano y susurró de nuevo:
—Soy todo tuyo —salió de allí sonriendo victorioso y entró al despacho. Se sentó y rápidamente sacó una hoja.Hermione, turbada por el contacto con su mano, preparó el café y se volvió a su despacho. Draco iba a acabar matándola si no dejaba de hacer eso. Entró y dejó el café sobre la mesa. Había tres cartas sobre ella. Las cogió y las miró por encima: la primera era de los inútiles del Departamento de Accidentes y Catástrofes Mágicas. Luego lo miraría porque seguro que era una tontería. La siguiente carta era de la señora Weasley preguntando por si iba a pasar allí la Navidad. No quería pensar en eso, la ausencia de sus padres era dolorosa. Ya contestaría más tarde.
—Todo lo dejo para después, soy una procastinadora nata —murmuró sonriendo para sí misma.
Dejó las dos cartas en el escritorio y miró la tercera. No tenía nada escrito pero no hacía falta para que ella supiese de quién era, el olor lo decía todo. Contuvo el aliento y apuntó con la varita:
—Quiero averiguar el mensaje del pergamino —automáticamente, tras estas palabras necesarias, aparecieron unas letras.Baño de chicos de la cuarta planta, te necesito allí ahora. DMB.
Suspiró, la relación con Draco era muy excitante pero iba a acabar provocándole un infarto. Salió de allí rápidamente para ir en busca del chico. Bajó por las escaleras y entró en el baño de chicos, que llevaba averiado y sin arreglar desde antes de que ella llegase al Ministerio.
Encontrarse en ese baño era algo que no hacían muy a menudo pero que se volvía súmamente excitante por el riesgo de si alguien decidía pasar.
No parecía que hubiese nadie dentro pero ella ya sabía donde debía ir. Recorrió el baño hasta el último habitáculo y entró. Dentro, con un excepcional uso de la magia, Draco había agrandado la estancia y la esperaba.
—Tienes que dejar de rozarme la mano en público —soltó ella en cuanto cerró la puerta detrás de su espalda.
—¿Por qué? —se sorprendió él.
—Porque me dan ganas de besarte y no puedo hacerlo si hay gente delante —exclamó molesta por tener que explicarlo siempre todo. Él no pudo evitar sonreír y Hermione sintió que se moría, sus sonrisas quitaban el aliento.
—Me das entonces muchos más motivos para que siga haciéndolo —apoyó ambas manos en la puerta dejándola a ella pegada contra su cuerpo.
—Eres odioso, Malfoy —y sin contenerse más se lanzó a su boca. Se besaban con frenesí, sin poder dejar las manos quietas y en una furiosa batalla por ver quien dominaba la boca ajena.
—¿Quién me iba a decir a mí que trabajar en el Ministerio iba a ser tan jodidamente maravilloso? —exhaló él cuando ella metió las manos por debajo de su camisa.
—No hables tan alto —avisó ella.
—Está insonorizado —aseguró él antes de volver a besarla.Un rato después Hermione estaba sobre las rodillas de Draco, que estaba sentado en la taza del váter. La camisa del chico había volado junto a su jersey y él repartía besos por su cuello y pecho alterando el ambiente totalmente. Ella, que no controlaba sus movimientos, se pegó más a él y algó sonó en el bolsillo de Draco.
—Espera, espera, Hermione —dijo el chico separándose un poco para sacar su reloj de bolsillo del pantalón—. No quiero que se rompa.
—Por Merlín, ¿qué hora es? —preguntó la chica siendo consciente por fin de que estaban en el trabajo. El hecho de que eso que hacían estuviese prohibidísimo pasaba a segundo plano si las manos de Draco la sujetaban por la espalda desnuda.
—Pues... Las doce y diez.
—¡Mierda! ¡La reunión! —exclamó quitándose de encima y poniéndose rápidamente el sujetador.
—No pasa nada, es en veinte minutos —la tranquilizó mientras le pasaba el jersey para que volviese a vestirse.
—¿Vienes? —preguntó esperanzada, al margen de que besase como los dioses era muy bueno en su trabajo.
—Sí —aseguró él sintiéndose extrañamente bien por su mirada ilusionada—. ¿Por eso llevabas cuello alto? —señaló una marca en su cuello y no pudo evitar sonreír socarrón. Ella le miró mal y le golpeó en el brazo.
—Qué idiota eres —renegó.
—Es que me vengo muy arriba —se disculpó poniéndose la camisa pero sin levantarse.
—Pues baja de la nube, tienes que dejar de hacerme chupetones, nos van a acabar pillando —protestó colocándose el pelo. Él seguía sentado.
—Dejaré de hacerlo el día en el que dejen de mirarte como si fueses un pastelillo de crema —aseveró molesto recordando a Michael.
—Nadie hace eso —se dio la vuelta para que él subiese la cremallera de la falda, que en algún momento había sido bajada.
—Todos hacen eso. Bonito conjunto, por cierto —tanto su jersey como su falda eran del mismo color, iba realmente guapa. Bueno, a él siempre le parecía guapa.
—¿Y cómo sabes que me miran así? —preguntó volviéndose para mirarle.
—Soy un hombre, te miro exactamente así cuando nos besamos —contestó con simpleza. Ella dejó los ojos en blanco.
—Pues no es mi culpa que todos los hombres seáis unos salidos —exclamó antes de abrir la puerta del baño y salir—. ¿No vienes?
—Dame unos segundos —pidió señalando su entrepierna. Ella se echó a reír.
—Lo que yo digo, todos unos salidos.
—No es mi culpa que te sientes encima de mí, no pretenderás que no reaccione —rebatió en el mismo tono.
—Te quiero en mi despacho en diez minutos, te necesito en esa reunión —fue todo lo que respondió antes de besarle una última vez y salir por la puerta del baño.Él se levantó y se abrochó la camisa sin dejar de sonreír. Una vez todo su cuerpo estuvo en calma echó un vistazo al espejo. Sonrió egocéntrico y se arregló el pelo. Ciertamente sentía lástima de todas las personas del planeta, era una verdadera pena que no pudiesen disfrutar de él. En fin, Hermione le había pillado. Revisó que no se quedase nada en el cubículo del baño y salió de allí triunfante.
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Dramione One Shots
FanfikceBreves historias sobre Dramione. La autoría es completamente de JK Rowling, yo únicamente uso sus personajes y su universo para un fin lúdico. Portada por: captbexx. Créditos a los dueños de las imágenes (especialmente a Upthehillart). Para que no...