Su mejor cumpleaños

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  A la historia desaparecida, el primer fic que leí.

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  Odiaba salir a hacer la ronda, le parecía extremadamente aburrido e innecesario. ¿Qué iba a pasar si Voldemort ya estaba muerto?
  No se molestó ni en ponerse el uniforme, al fin y al cabo era domingo y eso solo eran estúpidas exigencias de McGonagall. Agarró la varita y se dedicó a recorrer pasillos y corredores.
  De pronto, al llegar a una esquina, oyó un llanto demasiado familiar.
  —¡Lumos! —exclamó mientras se dirigía hacia el sitio de donde provenía el ruido. Vio una zona iluminada y se acercó cauteloso. Pero lo que se encontró fue sumamente sorprendente: abrazada a sus rodillas y sin dejar de mecerse estaba Hermione Granger, llorando a moco tendido—. ¿Granger? —preguntó sorprendido de hallarla allí. Ella levantó la cabeza y al verle negó.
  —No tengo tiempo para tus bromas pesadas ahora, Malfoy —decretó. Él sonrió ligeramente y se sentó junto a ella. Por mucho que ahora se llevasen mejor su pasado le precedía.
  —¿Qué ha hecho ahora la comadreja? —preguntó mientras le ofrecía un pañuelo. Ella le miró dudosa y lo agarró para secarse los ojos. No pudo evitar fijarse en que el pañuelo llevaba su iniciales bordadas pero cuando se lo acercó a la cara un olor fresco inundó sus fosas nasales.
  —¿Como sabes que ha sido por culpa de Ron? —le miró con desconfianza.
  —Porque solo el idiota de Weasley es capaz de hacerte llorar en tu cumpleaños —sonrió, su cara de sorpresa adornada por las lágrimas era bastante adorable.
  —¿Sabes que es mi cumpleaños?
  —Sí, Granger, sé que hoy cumples 19 años, felicidades, por cierto —ella sonrió levemente.
  —Gracias... —susurró.
  Se quedó mirando a Hermione mientras ella se secaba las lágrimas con su pañuelo. No quiso saber qué le había hecho Weasley, le bastaba con ver que estaba mejor.
  —Ven, te quiero hacer un regalo —dijo poniéndose de pie y estirando la mano.
  —Pero... —no entendía nada.
  —Vamos, confía en mí —los ojos brillantes del chico le daban una confianza que no sabía muy bien de dónde provenía, pero se agarró a su mano y se levantó. Draco se sorprendió de lo frágil que resultaba su mano y sin embargo era fuerte, tanto que a él le había metido un tortazo impresionante. Ambos caminaron por el corredor hacia la torre en la que compartían como Premios Anuales—. ¿Tienes algo que hacer mañana? —preguntó cuando llegaron a su sala común.
  —Esto... No... —le miró confusa.
  —Pues mañana iremos a Hogsmeade, será mi regalo, podrás hacer y comprar lo que quieras, yo lo pagaré —afirmó.
  —Malfoy, no es... —pero él la calló con un gesto de la mano.
  —Por favor, Granger, insisto —decretó. Ella suspiró y asintió, Malfoy era demasiado cabezota.
  —Está bien, mañana nos vemos. Buenas noches, Malfoy —sonrió en agradecimiento.
  –Buenas noches, Granger. Y feliz cumpleaños —ella subió las escaleras y entró en su cuarto. Y entonces, y solo entonces, se permitió ser consciente de que al día siguiente iba a salir con Malfoy y una sonrisa invadió su rostro, quizá no era tan mal plan.

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  Al verla aparecer no pudo evitar sonreír, estaba guapa cuando era feliz.
  —Buenos días, señorita Granger —saludó.
  —Buenos días, Malfoy —ella sonreía también.
  —¿Lista? —Hermione asintió.
—Esto... Malfoy, quería darte las gracias por, bueno, por todo esto.
  —No tienes que darme las gracias por portarme bien con quien me salvó la vida —él parecía bastante seguro—. Aunque ya te digo que no lo hago por eso —no le dio tiempo a pensárselo porque señaló hacia la puerta—. Vamos, cuanto antes lleguemos antes podrás entrar en la librería —bromeó él.
  —Hurón albino... —le golpeó flojito en el brazo mientras ambos salían.
  —Ratona de biblioteca —respondió sonriendo.

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  Recorrieron todo Hogsmeade parando en las tiendas que Hermione quiso y comprando un montón de cosas.
  Al principio las reticencias de la chica eran fuertes, pero cuando vio que había salido una nueva colección de libros de nueva edición entre los cuales estaba Historia de Hogwarts, prácticamente sufrió un colapso y Draco aprovechó para que instigarla a que comprase lo que quisiese. Ocho libros después ambos siguieron paseando y, mucho mas motivada, fue parando en todos los sitios que quiso. Él la acompañaba mientras llevaba en una bolsa encantada todo lo que ella iba comprando y comentaba haciéndola reír. Pasaron a muchos comercios de cosas varias, incluyendo Las Tres Escobas, donde ambos estuvieron un rato tomando una cerveza de mantequilla antes de ir a comer.
  —¿Tienes hambre? —preguntó Draco mientras salían del bar.
  —Un poco... Pero no quiero volver al castillo —el sonrió y negó con la cabeza.
  —No vamos a volver todavía, tranquila. Ya sé lo que podemos hacer —y sin darle tiempo a pensárselo más, echó a andar en dirección al lugar.
  Hermione le siguió algo confusa pero se maravilló cuando Draco extendió un mantel en el suelo para que ambos se sentasen.
  —¿Vamos a comer aquí?
  —Sí, espera un momento —ella le miró sin entender nada—. ¡Erin! —pronunció alto y claro. Automáticamente, un elfo joven, vestido con una pequeña camisa blanca y unos diminutos pantalones, hizo su aparición—. Erin, te presento a Hermione Granger —dijo señalando con un gesto—. Granger, este es Erin, el elfo doméstico que mis padres adquirieron para mí.
 

Dramione One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora