Dramione One Shots

El jersey

  Draco y Hermione llegaron a La Madriguera a las cuatro y media. Habían quedado allí con el resto para merendar y reunirse por Navidad. Esa noche era Nochebuena e iban a ir a cenar con Narcisa Malfoy y Hans y Jean Granger.
  Cuando entraron en la cocina, solo estaban ellos junto a los señores Weasley, pero en menos de diez minutos la casa se llenó. Estaban: Molly y Arthur, Charlie, Bill y Fleur con Victoire, Andrómeda con Teddy, Percy y Audrey, George y Angelina, Ron, Ginny y Harry, Hermione y Draco, Neville y Hanna y Luna y Theo.

  El bullicio en la casa era notable, al fin y al cabo no era muy grande y allí había mucha gente. En poco tiempo se distribuyeron en el salón. Molly y Andrómeda conversaban con Fleur mientras sostenían a sus nietos en sus rodillas; Arthur estaba maravillado con el regalo que le había hecho Harry, un teléfono móvil, y lo examinaba con emoción; Charlie, Bill, Percy y Audrey debatían acerca de la política del Ministerio; George, Angelina, Ron, Ginny y Harry discutían sobre el partido de Quidditch del domingo anterior; y Theo, Neville y Hannah eran informados sobre distintos animales por Luna.

  Draco y Hermione, por su parte, se habían sentado juntos en el sofá y en poco tiempo Draco defendía junto a George y Ginny que una defensa de tres era mejor que de cuatro y Hermione se veía sometida a un interrogatorio por parte de Molly y Andrómeda.

  En un determinado momento, Ginny y Luna se llevaron a Hermione para hablar de no sé qué historia que quería contarles la pelirroja. Mientras tanto, Molly decidió que era hora de comer y se marchó a la cocina a preparar té. Hannah, Neville y Fleur se levantaron a ayudar y Draco les imitó.
  Llevaron café y té y un pastel. Cuando los chicos salían con la merienda, Molly retuvo a Draco.
  —Draco, cariño, espera un momento —dijo la mujer. El chico se detuvo y se acercó a ella.
  —¿Qué sucede?
  —Nada, nada, es solo que quiero darte una cosa —le tendió un paquete envuelto en papel de Navidad.
  —Muchas gracias, no tenía por qué regalarme nada —agradeció mientras sostenía el regalo.
  —Claro que sí, ahora vosotros sois parte de mi familia. Ábrelo —Draco rompió un lado del papel y sacó un precioso jersey azul con una gran D amarilla—. Hermione me dijo que tu color favorito es el azul.
  —Es maravilloso, señora Weasley, de verdad —se sentía sumamente agradecido. Se lo puso encima de la camisa que llevaba y comprobó que le quedaba perfecto.
  —Me alegro de que te guste —la mujer sonrió y Draco se sintió profundamente conmovido.

  Cuando el pastel y la bebida quedó servido, las chicas volvieron y Hermione se quedó estática en la puerta de la cocina: su novio estaba allí sentado, con un suéter hecho por la señora Weasley y con un aura de felicidad tan maravilloso que tuvo que contenerse para no lanzarse a besarlo allí mismo.
  El chico hablaba con Neville y con Theo, ambos con un jersey con su inicial. El resto estaban en el salón.
  —Bonito jersey, chicos —dijo Luna acercándose a Theo.
  —Mi madre a este paso va a tirarse todo el año tejiendo —rió Ginny al ver a los tres así vestidos.
  —Los vuestros os esperan en el salón —contestó Neville.
  —Chicos, venid, vamos a hacernos una foto —se oyó la voz de Arthur desde el salón. Todos fueron hacia allá y Draco se acerco a su novia.
  —¿Te gusta? La señora Wesley hace unos jerséis maravillosos —le preguntó contento.
  —Estás muy guapo —respondió abrazándole.
  —¿Todo bien?
  —Sí —respiró en su cuello y fue consciente de lo feliz que era. Se separó y lo besó. Él sonrió ante su entusiasmo—. ¿Sabes que Ginny cree que Harry va a pedirle que se case con él?
  —¿Ah sí? —entrelazó sus manos.
  —Sí, eso dice. Está muy emocionada.
  —Pues pocos chillidos ha pegado —Hermione rió y la cabeza de Harry apareció por la puerta.
  —Esto... La señora Weasley dice que vayáis. Tenemos que hacernos la foto —Harry estaba nervioso y las gafas se le resbalaron por la nariz y tuvo que colocárselas.
  —Harry, recuerda que luego tenemos que hablar —dijo Hermione pasando junto a él y dando un golpecito en su mejilla antes de entrar en el salón. El chico se extrañó.
  —Potter, te va a interrogar —afirmó el rubio al llegar a su altura.
  —¿Por qué?
  —Porque tu novia es muy lista y le ha contado a la mía lo que ha descubierto. Tus nervios saltan a la vista.
  —¿Qué...? —dijo sin comprender.
  —¿Cuándo vas a pedirle que se case contigo?
  —¿Cómo...? —los de Harry se abrieron mucho.
  —Ya te digo que tu novia es muy lista —se carcajeó mientras seguía los pasos se Hermione y dejaba a Harry con cara de tonto.

  Draco buscó a su novia y se colocó junto a ella para la foto. Harry venía detrás y se apresuró a ponerse con Ginny. Una vez hecha la foto, el grupo se disolvió y todos comenzaron a marcharse para irsr a su casa a preparar la cena.

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  —Cariño, ¿no te vas a quitar el jersey? —preguntó Hermione al llegar a casa.
  —No, es uno de los mejores regalos que he recibido en mucho tiempo —contestó.
  —Bueno, pero puede que tengas calor —sugirió preparando la mesa.
  —Bueno, si lo tengo me lo quitaré —concedió él trayendo copas.
  —Pues deberías quitártelo ya, no sea que se manche.
  —¿Qué pretendes? —Hermione le miró intentando parecer poco culpable.
  —Na... Nada.
  —Quieres quedártelo tú, ¿verdad? —afirmó con una sonrisa enigmática.
  —No... Para nada... —se apresuró a negar.
  —Pues no te lo voy a dar, es mi regalo de la señora Weasley y tú tienes otro igual —Hermione le miró desafiante. Habría averiguado su artimaña pero igualmente ese jersey iba a ser suyo.
  —¿No?
  —No —negó con rotundidad.
  Hermione se acercó a él y no le dio tiempo a nada, directamente le besó con ferocidad mientras le rozaba deliveradamente. Un gruñido salió de la garganta de Draco.
  —No me vas a convencer —murmuró con dificultad cuando ella comenzó a besar su cuello.
  —Por favor, dámelo —pidió poniendo ojos de cachorro. Él intentó mantenerse firme pero fue incapaz.
  —Quédate lo que quieras —dijo mientras la abrazaba. Al fin y al cabo podía pedirle lo que quisiera, si estaba en su mano él se lo daría. Y ella lo sabía.