Horas extras

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  Oía el corazón de Draco latir con intensidad acorde al suyo mientras ambos recuperaban la respiración. Se quitó de encima y notó el frío del suelo en la piel. Dejó un beso sobre su hombro y suspiró extasiada, quedarse a trabajar hasta tarde así sí que compensaba.
   Draco se inclinó sobre ella y la besó antes de levantarse del suelo. Después tendió una mano y la ayudó a ponerse de pie.
  —¿Todo bien? —preguntó mientras se subía la ropa interior y se abrochaba los pantalones.
  —Sí —respondió ella colocándose la falda.
  —Ven, que te ayudo con eso —ella se dio la vuelta y él subió la cremallera de su falda y después comenzó a abrochar su blusa. Hermione se echó hacia atrás apoyándose sobre su pecho desnudo.
  —No me apetece nada seguir con los informes —afirmó la chica besando su mentón mientras él seguía abrochando los botones.
  —Ni a mí, pero si no los hacemos ahora se nos acumularán para mañana —afirmó besándola en los labios y girándola para asegurarse de que su ropa estuviese bien—. Guapísima —ella se sonrojó ligeramente.
  —¿Desde cuándo te has vuelto tan responsable? —preguntó tapando su rubor.
  —¿Y desde cuándo eres tú la irresponsable de los dos? —la sonrisa de lado, sarcástica, provocadora, hizo su aparición y ella puso los ojos en blanco.
  —Es que tú eres una mala influencia —fue su respuesta. Draco reprimió la risa y optó por parecer ofendido.
  —¿Yo soy una mala influencia? Pero si soy un cacho de pan... —puso ojos de cordero degollado y ella no pudo evitar reír.
  —No me hagas reír, que nos pueden oír —pidió.
  —¿De verdad crees que no he puesto un hechizo insonorizador? ¿Con lo que gritas cuando hacemos el amor? —ella se ruborizó y puso ambas manos en su boca pasra callarle.
  —No digas esas cosas, por Merlín —susurró muerta de la vergüenza. Draco la abrazó y besó su cabeza.
  —Estás más tonta... ¿Qué problema hay en que hablemos de sexo? Es algo normal —se separó de ella para ponerse la camisa.
  —Ya... Pero me da vergüenza que lo manifiestes en voz alta —lo miró cohibida y él suspiró mientras se abrochaba la camisa.
  —Pues hombre, no vamos a poner un anuncio en El Profeta que diga los decibelios a los que gritas cuando llegas al orgasmo pero vamos... —Hermione se sonrojó pero no pudo evitar comenzar a reírse al oírle.
  —Si lo prefieres llamamos a Rita Skeeter y que publique un libro —dijo entrecortadamente porque no podía dejar de reír. Él se vio contagiado por su risa y ambos acabaron apoyados en la mesa, com lágrimas en los ojos y hasta dolor de tripa de reírse.
  —¿Sabes una cosa? No te lo tomes a mal pero siento que te has vuelto más divertida desde que te conozco —dijo él acariciando su mejilla.
  —Gracias. Y te devuelvo el cumplido: siento que desde que te conozco te has vuelto menos irritante —rebatió con un brillo divertido en la mirada. Él sonrió y negó con la cabeza.
  —No, no lo digo porque antes no fueses divertida, es que creo que hasta que no te he conocido bien no me he dado cuenta de que eres muy divertida, probablemente una de las personas con las que más me he reído en mi vida—se explicó.
  —Ah, pues... Gracias. Pero yo sí lo decía porque antes eras jodidamente insoportable y ya no —sonrió mostrando todos los dientes y él rió.
  —Lo sé, me alegra que tu llegada lo cambiase —ella asintió y le besó despacio—. ¿Ya no soy irritante? —preguntó abrazándola y enterrando la cara en su pelo.
  —Mmm... Bueno... —dudó ella volviendo a hacer que riese—. Eres menos irritante —se apoyaba en su pecho y podía escuchar perfectamente el latido de su corazón.
  —Bueno, es un progreso —besó su coronilla y la soltó—. Ahora nos vamos a trabajar —afirmó. Ella asintió y ambos volvieron a sentarse en sus respectivos asientos y a encerrarse en papeles.

  Una hora después habían acabado con el papeleo y Hermione se estiró en su silla desperzándose.
  —Odio hacer informes de Regulación de Criaturas, están siempre incompletos y se tarda la vida en encontrar cada referencia —movió la varita y tres de los libros que había en su mesa salieron volando hasta la estantería de la pared.
  —Es que en ese departamento tienen todos el cerebro del tamaño de una nuez, vaya panda de inútiles —Draco se pasó la mano por la cara cansado—. ¿Has acabado?
  —Sí, y va a ser la última vez que nos encargemos de esto —determinó.
  —¿Y quién lo hará? —preguntó extrañado.
  Hermione se levantó y comenzó a guardar sus cosas.
  —Me da absolutamente, le diré a Brenda que a partir de ahora nuestra sección se encarga de otra cosa, no pienso seguir ocupándome de los desastres de otros —él sonrió y se puso de pie. La abrazó por la espalda y besó su cuello.
  —¿Quién eres y qué has hecho con Hermione Granger? —susurró en su espalda. Ella dio una risita y se giró.
  —Es que estoy harta... —se mordió el interior del carrillo—. ¿Hago mal?
  —No, no, si por mí perfecto. Tú eres la jefa tú mandas —no dejaba de sonreír y ella parecía dudosa.
  —Es que perdemos el tiempo, esto no es trabajo para un equipo tan bueno —no iba a fingir falsa humidad, sabía que su equipo era muy bueno y era desperdiciar su trabajo.
  —Llevas razón, mañana se lo diré a Brenda para que puedas buscar qué prefieres hacer —besó su frente y ella le miró sonriente.
  —Gracias —se besaron y al separarse Draco fue también a por sus cosas.
  —Madre mía, las nueve de la noche, vámonos ya —dijo mientras se ponía la chaqueta.
  Hermione cogió sus cosas y revisando que no se quedase nada, ambos salieron.

  Salieron del despacho y recorrieron tranquilamente el camino hasta los ascensores.
  —Hermione, ¿por qué no pides un ascenso? —preguntó Draco cuando llegaron al hall.
  —¿Qué?
  —A ver, yo amo trabajar contigo pero creo que puedes dar mucho más y... No sé, deberías trabajar con Kingsley, eres demasiado buena para este puesto... No sé —Hermione le miraba impresionada.
  —¿Tú crees? —preguntó con timidez.
  —Estoy seguro.
  —Lo pensaré... —concedió. Él sonrió.
  —Bien.
  —Esto... —Hermione dudó—. ¿Quieres venir... A mi casa? —inquirió. Draco se sorprendió levemente pero rápidamente se recompuso
  —Me encantaría —la besó rápidamente y se metieron en la chimenea. La chica agarró un puñado de polvos flu mientras él pasaba un brazo por su espalda.
  —¡Casa de Hermione Granger! —declaró alto y claro, y ambos desaparecieron en una llamarada verde.

Dramione One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora