Navidades (parte 4)

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  Cuando despertó a la mañana siguiente, Draco la observaba dormir.
  —Buenos días —saludó en dejando un rápido beso en sus labios.
  —¿Qué hora es? —preguntó bostezando.
  —Las seis y media.
  —Es un poco pronto.
  —Lo sé pero tienes que ducharte y debemos hablar sobre lo que le diremos a mi madre.
  —Está bien.
  Mientras Hermione se duchaba en el baño de Draco, él se deshizo de la camisa y los pantalones que le había prestado y limpió su habitación.
  Cuando ella salió de la ducha, llevaba una toalla alrededor del cuerpo y le miraba divertida.
  —¿Qué ropa me pongo?
  —La que llevabas ayer, la he lavado y secado hace un rato.
  —¿Pero cuánto llevas despierto? —preguntó incrédula.
  —No podía dormir, ayer y hoy están siendo días muy intensos.
  Hermione se vistió rápidamente mientras Draco se aseguraba de no dejar pistas. Su madre era muy inteligente.
  —A ver —comenzó sentándose en la cama. Ella hizo lo mismo—. Cuando sea la hora del desayuno bajaré y se lo diré. Tú ahora viajarás por la chimenea hasta algún lugar en el que tengas ropa, necesitarás algo que aparente que vienes por vacaciones porque mejor vamos a omitir la parte de que hemos dormido y lo que no es dormido aquí—. Hermione no pudo evitar sonrojarse hasta la médula y Draco reprimió una sonrisa por la vergüenza de la chica.
  —Sí... Mejor.
  —¿A dónde irás? —preguntó abrazándola y besando su cabeza.
  —A casa de mi abuela. Allí siempre tengo ropa y mis padres dudo que estén.
  —Vale, pues te mandaré una carta por lechuza cuando puedas venir. Espero que no sea mucho rato.
  —¿Y si ella no lo acepta? —preguntó nerviosa.
  —Lo aceptará.
  —Pero ¿y si no lo hace?
  —Pues nos iremos a un hotel —ella rió ante su respuesta.
  —Vale, suerte.
  —Todo irá bien —ella asintió confiando ciegamente en él y, dejando un beso en sus labios, se metió en la chimenea.

—————————

  A las siete y media bajó al comedor a desayunar. Narcissa le esperaba allí, tomando un té.
  —Buenos días, Draco.
  —Buenos días, madre.
  —Te veo raro hoy, como nervioso y feliz.
  —¡Por favor, madre! Me conoces como nadie —rió Draco ante la precisión sentimental de Narcisa. Ella también sonrió.
  —¿Qué sucede?
  —Pues sucede que... —Draco se retorcía las manos nervioso—... Que tengo novia.
  —Oh, vaya —su rostro denotaba cierta curiosidad—. ¿Quién es la joven?
  —Hermione Granger —contestó Draco firmemente. La sorpresa de Narcisa aumentó considerablemente pero logró que no se notase. Evidentemente conocía a Granger, había sido muy importante para derrotar al señor oscuro y gracias a ella su marido y su hijo se encontraban en libertad.
  Al ver que su madre no respondía, más nervioso aún, Draco inquirió:
  —¿Te sorprende?
  —Pues siendo sincera en un principio sí que me ha sorprendido, pero ahora, sin embargo, considero que tiene mucho sentido —en ese momento estaba entendiendo ciertas miradas entre Draco y ella en el juicio. La mirada de Narcisa le hacía dudar, no parecía molesta pero tampoco reflejaba sus verdaderas emociones—. Draco, creo que ya te puedes relajar. Me lo has dicho y a mí me parece bien. Lo único que quiero es conocerla —no entendía por qué seguía nervioso pero el brillo en su mirada al hacer la petición de conocerla, hizo que supiese que ahí no acababa todo.
  —Qué gracia que lo digas... Pues mira, justo había pensado...
  —¿Habías pensado...? —preguntó subiendo las cejas.
  —Que podía venir a pasar la Navidad —dijo de sopetón.
  Y entonces sí que se sorprendió, eso no lo esperaba.
  —Draco...
  —Padre no está, así en principio os conoceréis solas, sin agobios. Por favor, madre.

  Llevaba razón acerca de Lucius, él no vendría. Nunca lo hacía si estaba Draco, no se sentía capaz de mirarlo a la cara después de lo que había pasado. Ese era otro frente que debía combatir en algún momento. Aun así, se habría negado, le parecía demasiado pronto. Se habría negado de no ser por la súplica final, la cara de su hijo era un libro abierto. Necesitaba que esa chica viniese.
  —¿Estás seguro de que quieres que venga?
  —Sí, quiero pasar con ella la Navidad, nunca hemos podido.
  —Y... ¿Cuánto tiempo llevas con la señorita Granger?
  —Cerca de dos años.
  —¿Desde antes de la guerra? —el asombro esta vez sí que se reflejaba en su rostro.
  —Sí...
  —Bien. Puedes decirle que venga —no era todo tan precipitado como había creído.
  —¿¡En serio!? —Draco dio un brinco y se acercó a su madre.
  —En serio —contestó Narcisa mientras veía su hijo muy emocionado. Draco la abrazó con cariño.
  —Voy a mandarle una lechuza para avisarle, en un rato estará aquí —dijo el chico cogiendo una manzana verde de la mesa.
  —Lo tenías todo planeado —afirmó Narcisa. Por respuesta solo obtuvo un guiño por parte de Draco antes de que el muchacho se marchase masticando la fruta. El gesto hizo que sonriese, al parecer esta chica era muy importante para él.

  No tardó ni media hora desde que la lechuza salió volando con la carta de Draco hasta que Hermione apareció en la chimenea de llegada de la casa. Draco la esperaba ansioso y no le dio tiempo a sacudirse el polvo porque él ya la había abrazado.
  —Hola —saludó ella nerviosa.
  —Hola —se besaron rápidamente y él tendió el brazo para que se cogiese.
  —Vamos, tus cosas las cogerá Rin.
  En ese momento sonó un crack y un elfo vestido con un jersey rojo y un gorro de lana apareció ante ellos.
  —Rin, si eres tan amable llevas el equipaje de la señorita Granger a la habitación de invitados frente a mi cuarto.
  —En seguida, señorito Malfoy —respondió con voz chillona antes de desaparecer con el bolso de viaje.
  Hermione se había asombrado bastante de que los elfos estuviesen vestidos.
  —No pongas es cara, tiene ropa y comida, además de unas habitaciones y cualquier cosa que necesiten. No todos estuvieron muy conformes con ganar dinero por lo que solo algunos tienen sueldo —Draco había observado como ella ponía mala cara al ver aparecer a los elfos.
  —Oh... —murmuró.
  —Mi madre es buena gente, Hermione. Y además, he sido tu novio durante dos años, estoy concienciado de la importancia de tratar bien a los elfos —Hermione le miró sorprendida y él le dio un beso en la frente—. Anda, vamos, mi madre estará en el salón esperando.

  Efectivamente, Narcisa tomaba una taza de té mientras leía el periódico sentada en el salón.
  —Madre —dijo Draco al entrar. Narcisa levantó la vista y vio a la chica cogida del brazo de su hijo y aparentemente muy nerviosa.
  —Oh, ya ha llegado —se levantó y tendió la mano para que se saludasen.
  —Encantada de conocerla, señora Malfoy.
  —Lo mismo digo, señorita Granger.
  Se sentaron en el sofá y Narcisa decidió saciar su curiosidad acerca de la no tan reciente novia de su hijo.
  —Y bien, señorita Granger, Draco me ha dicho que llevan juntos dos años.
  —Así es.
  —¿Y cómo lo hicieron durante la guerra?
  —Oh, bueno, Draco y yo nos carteábamos. La verdad es que no fue lo más fácil —ambos se miraron recordando el sufrimiento que habían pasado y esbozaron una sonrisa triste.
  —Lo cierto es que aún no lo sabe nadie —intervino Draco cogiendo la mano de Hermione, gesto que no pasó desapercibido para su madre.
  —¿Y por qué? —preguntó Narcisa.
  —Temíamos la reacción: que lo supiesen mis amigos me daba miedo porque juzgarían a Draco.
  —Y también que padre y tú no lo aceptaseis —intervino él.
  —Pero cuando volvamos a Hogwarts ya no lo ocultaremos.
  —¿Qué ha cambiado? —preguntó nuevamente la mujer mientras veía la complicidad entre ambos.
  —Draco me hizo ver que en realidad era una tontería seguir ocultándolo. Los prejuicios acabaron, todos somos libres de estar con quién queramos.
  Narcisa observaba a los jóvenes que tenía delante: veía una conexión entre ellos abrumadora, veía un futuro.
  —Bien, no tengo nada más que añadir —dijo levantándose. Los jóvenes se levantaron también— bienvenida a la familia, Hermione —ambas se abrazaron.
  —Gracias, señora Malfoy.

  Cuando ambas mujeres se separaron y miraron a Draco este también se había levantado y las miraba muy emocionado, casi con lágrimas en los ojos. Se acercó a su madre y la abrazó con fuerza. Narcisa hacía mucho tiempo que no recordaba a Draco tan efusivo.
  —Muchas gracias, madre —susurró.
  —No hay por que darlas —susurró de vuelta.
  Se separó de su madre y tomó de la mano a Hermione.
  —Vamos, te enseñaré la casa —dijo sonriéndole.

  Fueron sus primeras Navidades juntos, las primeras del resto de su vida y las que con más cariño recordaban. A partir de entonces ya no callaron, eran libres de expresar lo que sentían, sin importar lo que la gente dijera.

Dramione One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora