Lo que puedes llegar a hacer (parte 2)

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  Hermione cumplió su promesa y el sábado por la mañana, cuando acababa de desayunar, fue a visitarle...
  —Señor Malfoy, tiene visita —informó la Señora Pomfrey. Draco levantó la vista del libro que leía y vio a Hermione, que sonreía tímidamente. Automáticamente una gran sonrisa surcó su rostro y dejó el libro en la mesilla.
  —Hola, Hermione ¿como estás? —preguntó mientras ella se sentaba.
  —Mejor que tú, supongo —bromeó. Él sonrió más aún—. ¿Te duele?
  —No, solo la cabeza de vez en cuando —respondió. Estaba tan nervioso que no sabía ni qué contestar.
  —Fue un gran impacto... —cerró los ojos al recordarlo.
  —¿Lo viste? —preguntó sorprendido.
  —Sí... Llegaba tarde al partido y justo pasasteis por delante de mí antes de que... Bueno, chocaras.
  —Por eso no te vi... —Hermione levantó la vista mirándole.
  —¿Me buscabas? —una extraña ilusión recorrió su cuerpo.
  —Sí... Yo... Yo quería que vinieses y... Bueno, te estuve buscando al principio. Al no verte pensé que habrías decidido no venir... —titubeó.
  —Te dije que iría... —respondió con firmeza—. Lo que pasó fue que me entretuve en el castillo —él sonrió.
  —Te diría que gracias por ir a verme pero lo cierto es que no fue muy bonito... —ella negó con fervor.
  —Fue la cosa más espantosa que he visto en mi vida... Y eso que hemos vivido una guerra.
  —¿Tan mal estaba? —preguntó sorprendido.
  —Draco, estabas lleno de sangre y tu brazo quedó destrozado... Y encima has estado una semana incosciente por el golpe en la cabeza. ¡Podrías haber muerto! —exclamó la chica.
  —Pero estoy bien...
  —Te juro que si vuelves a subirte a una escoba te mataré yo misma —su amenaza le hizo sonreír.
  —No te preocupes, creo que no volveré a jugar al Quidditch por una temporada —ella asintió conforme.
  —Deporte del demonio... —ambos se quedaron mirándose con una sencilla sonrisa. Draco tragó despacio antes de suspirar.
  —Hermione... —volvió a coger su mano y ella ahogó un grito al recordar la conversación que habían dejado a medias el día anterior y que ella confiaba que Draco hubiese olvidado. No era así—. Yo... Bueno, me alegró mucho oírte cuando venías a verme... —no sabía cómo decirle que el hecho de oírle hablar había hecho que despertase.
  —Me tenías preocupada... —susurró.
  —Lo sé... —la mano de Draco estaba fría y su contacto la estaba matando—. ¿Por qué? —preguntó él. Ella suspiró.
  —Pues no lo sé... Sinceramente solo sé que verte chocar me quitó la respiración —confesó bajito mirando la mano que él no soltaba. Draco estaba embriagado de emoción. Al parecer los sentimientos, cada vez menos confusos, que tenía por ella eran recíprocos.
  —Hermione... —rozó su rostro para que le mirase—. Oírte me dio la vida, saber que venías a verme, cómo me contabas lo que habíamos dado en clase o cómo te había ido el día era lo mejor que podía pasarme. Cada vez que me despertaba y te oía, de no haber sido incapaz de moverme, habría sonreído —ella le miraba intensamente.
  —Oh... —con las mejillas tan rojas tenía un aspecto tan adorable que sintió unas tremendamente ganas de besarla.
  —Yo sé que realmente nos llevamos bien desde hace poco pero me gustaría...
  —¡Draco! —exclamó Theo entrando en la enfermería seguido de Luna.
  —Hola, Draco —añadió la chica.
  —Ah, hola chicos —soltó la mano de Hermione mientras mentalmente maldecía su suerte, estaba a punto de sincerarse con ella.
  —Te dejo con ellos... Yo... Te veré luego —se despidió Hermione saliendo de allí rápidamente.
  —Adiós, Hermione —dijo fastidiado.
  —Adiós, Draco —susurró con media sonrisa vergonzosa.

  Y así, con una maravillosa interrupción de Theo y Luna había tenido que esperar hasta por la tarde para verla.
  Después de comer se quedó dormido sin darse cuenta y cuando abrió los ojos se encontró a Hermione frente a él.
  —Oh... Hola —saludó frotándose los ojos. No pudo evitar sonreír al verla allí.
  —Lo siento, si quieres seguir durmiendo me voy... —se disculpó.
  —¡No! —exclamó alarmado—. Por favor, quédate —pidió más calmado mientras ella se sentaba en la habitual silla.
  —¿Cómo estás? —preguntó deseando volver a tomar su mano.
  —Bien... Ya no me duele la cabeza pero la Señora Pomfrey se niega a dejarme salir —sonrió.
  —Bueno, tampoco te estás perdiendo mucho... —ambos estaban visiblemente nerviosos—. Te he traído los deberes —sacó una lista y se la pasó.
  —Oh, Merlín Santo... Ya van siete redacciones para el idiota de Slughorn... —suspiró mientras leía todo lo que tenía que hacer. Ella jugaba con un bucle de su pelo muy nerviosa.
  —Puedo ayudarte con esto... Si quieres... —dijo de pronto. Él la miró sonriendo.
  —Me encantaría... —busco su mano de nuevo y las entrelazó. No sabía por qué pero disfrutaba enormemente de tan sencillo acto.
  —Draco, esta mañana ibas a decirme algo... —recordó Hermione en un alarde de valor.
  —Ah sí... Bueno, es solo que me gustaría poder hablar contigo... En otro sitio, ya sabes, ir a Hogsmeade o... Bueno, no lo sé —balbuceó. ¿Desde cuándo le costaba tantísimo hablar con las chicas?
  —¿Quieres salir conmigo? —abrió los ojos sorprendida.
  —Sí, bueno... No te lo tomes como una cita... Simplemente, pues... Eso, quiero conocerte mejor... —solo quería que la tierra se lo tragase, estaba haciendo un ridículo espantoso.
  —Oh, no... —murmuró sintiendo que la emoción la embriagaba.
  —¿No? —el corazón se le detuvo.
  —¡No! —exclamó roja como un tomate—. Quiero decir, sí. ¡Sí! Saldré contigo... Esto, a Hogsmeade. Sí, hay una salida el próximo miércoles —dijo atropelladamente.
  —¿Sí? —preguntó mientras sonreía.
  —Sí... —asintió convencida.
  —Bien, iremos a Hogsmeade. Espero tener el alta para entonces —Hermione contuvo la respiración al verle sonreír, nunca le había visto tan aparentemente feliz.
  Se quedaron allí, observándose después de haber concertado lo que se suponía como su primera cita, emocionados y nerviosos.
  —Señor Malfoy, tiene visita —sonó la voz de la señora Pomfrey y Hermione le soltó la mano mientras se ponía de pie.
  —¿Qué? —preguntó molesto. Estaba harto de las interrupciones de todo el mundo.
  —Buenas tardes, señor Malfoy, señorita Granger —saludó McGonagall—. Han venido a verle, señor Malfoy —Draco giró la cabeza para encontrarse con su madre.
  —Madre —se sorprendió al verla.
  —¡Draco! —la mujer le abrazó—. Me tenías preocupadísima.
  —Esto... Yo te dejo con tu madre, Draco —dijo Hermione mientras salía de allí. Narcisa se separó de su hijo y observó con curiosidad a la chica.
  —Buenas tardes, señorita Granger.
  —Hola, señora Malfoy. ¿Cómo está? —estaba muy nerviosa por hablar con la madre de Draco pero logró mantener la compostura y mostrarse cortés.
  —Bien —sonrió amablemente—. Ya me ha dicho Theo que has estado muy preocupada por mi hijo... Te lo agradezco.
  —Oh... Gracias... —no supo que más decir así que se volvió hacia Draco, que miraba la escena atento.
  —Me voy, Draco —se despidió.
  —¿Vendrás mañana? —preguntó rápidamente.
  —Si quieres... —respondió sonrojándose.
  —Por favor —pidió sonriendo.
  —Te veré mañana entonces —ambos asintieron con una suave sonrisa.
  —Hasta mañana, Hermione.
  —Adiós, Draco. Adiós, señora Malfoy, profesora McGonagall —y salió de allí rápidamente.

Dramione One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora