CONOCIENDO A UN ÁNGEL

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Kirishima despertó como si lo hubiese arrollado un camión, observó que no estaba en su habitación, comenzó a recordar que dentro del ascensor se sentía horrible y se desvaneció, también recordó un voz que le aseguraba que todo iba a estar bien, tal vez era un ángel, su tacto era cálido, pensaba. Giró la cabeza y vio, que incómodo en una silla, estaba un castaño, se notaba que no había descansado bien, hasta que despertó y se fue sobre él, tocaba su frente y quitaba las compresas que ya estaban casi secas, no notó que había despertado, hasta que él carraspeó.

-Perdón, estaba revisando que no tuviese fiebre -sonrojado hasta las orejas-.

-¿Quién eres? Y lo más importante ¿Dónde estoy?

-Disculpe mis malos modales, soy Takahashi Misaki -hizo una reverencia- mi amigo y yo estábamos presente cuando se desmayó en el pasillo y lo trajimos a nuestro departamento, tenía mucha fiebre y en toda la noche no reaccionó para saber si quería avisar a alguien.

Kirishima impresionado por la naturalidad y belleza del muchacho, nunca nadie había hecho algo por él sin que tuviese que pedirlo o pagar por ello.

-Gracias, tu amigo y tú han sido muy amables, los compensaré por las molestias.

-NO -gritó Misaki- perdón no quise levantar la voz, pero no es necesario retribuir nada, usted necesitaba ayuda y se la brindamos, ahora iré a preparar el desayuno, debe estar hambriento y tiene que recuperar fuerzas.

-No te molestes, puedo pedir cualquier cosa a domicilio, normalmente no desay...

Lo que fuese a decir, fue interrumpido por un castaño que con fuego en los ojos, lo ¿reprendió?

-No sabe que el desayuno es la comida más importante del día, hoy está bajo mi cuidado y desayunará cómo debe ser.

Salió de la habitación y seguía con su regaño.

-Con razón se anda desmayando por una fiebre -todo lo decía mientras lavaba sus manos y comenzaba a preparar los alimentos-.

Kirishima no creía lo que veía, ni oía, un diminuto caniche le ladraba mostrándole los colmillos, nadie, nunca le había hablado así y había salido ileso, bueno ese muchacho no le conocía, de lo contrario no se hubiese atrevido a regañarlo ni mucho menos dejarlo entrar a su casa, pero lejos de enojarse, le provocó calidez en el pecho y contrario a lo que podría pensar cualquiera, se sintió feliz, como buen niño se quedó en la cama esperando a su madre.

Al poco rato entró Misaki con una bandeja con el desayuno, el mayor quedó impresionado, para él todo eso era un banquete.

-Le he puesto la medicina para que no vuelva a subir la fiebre, tómela con el zumo, como no sé sus gustos, preparé de todo un poco, que aproveche -se giró para retirarse-.

-Discúlpame, yo también he olvidado mis modales y no me he presentado debidamente, mi nombre es Kirishima Kei, gracias por tu ayuda, si alguna vez tu amigo y tú necesitan algo, no duden en venir a mí.

Misaki no se retiró y le acompañó a desayunar, hablaron de muchas cosas, sentía confianza y seguridad, efectivamente eran vecinos, Kirishima también sentía confianza y al escuchar algo de la vida del menor, un sentimiento de protección se despertó para con el castaño, siguieron conversando hasta que un móvil sonó, era el del mayor.

-Jefe... sí estoy bien... ahora voy... nos vemos en la oficina.

-¿Irá a trabajar? Tiene que descansar -los ojos de Misaki se notaban preocupados-.

-Sí y ya me siento mejor, olvidé que hoy a mediodía hay una junta importante y mi jefe me necesita.

Se puso de pie, sólo se calzó los zapatos y salió de la habitación, ya en la puerta volvió a hablar.

Y... Por qué no?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora