¿ÁNGELES O INGENUOS?

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Asami estaba en su oficina y no lograba concentrarse en su trabajo, su asistente, ya le informó que todas sus cosas estaban en su departamento, constantemente se acordaba del sueño que tuvo con el castaño y su cuerpo reaccionaba, pensó que esa noche buscaría compañía para desfogarse, tal vez así lograba secarse a ese precioso ángel de la cabeza, se levantó de su sillón, se sirvió un vaso de whisky, se acercó al ventanal y observó la ciudad ya oscura, sólo iluminada por los grandes edificios, con sus ojos escrutaba todo el paisaje, como buscando algo o más bien a alguien...

-¡Misaki! -susurró-.

Recordó lo rico que se había masturbado pensando en él, como humo se esfumó la idea y las ganas de buscar compañía para esa noche, tomó el contenido de su vaso y volvió a su sillón, pero no a trabajar precisamente, de uno de sus cajones sacó una foto del castaño, la observó durante un rato, con su dedo delineaba el rostro de ese muchacho...

-Eres precioso -decía una y otra vez-

Rememoró la primera vez que vio sus ojos y se dio cuenta que nunca unos ojos le habían transmitido paz, inocencia tal vez, pero paz, nunca, anhela verlo, tanto como no hacerlo, sentirse vulnerable o expuesto es algo a lo que no está acostumbrado y con ese castaño le pasa todo eso. Se pregunta qué le pasa, no entiende por qué no lo busca, secuestra y hace lo que desea, vivir ese sueño, hacer realidad esa ansia que lo invade cada que piensa en él, su cuerpo reacciona de sólo imaginarlo, se baja la cremallera del pantalón y saca esa dura erección que otra vez, requiere atención, comienza con movimientos de arriba abajo, lento, se acomoda en su sillón y continúa, mira la foto del escritorio y acelera los movimientos, pero quiere más, cierra los ojos y su cabeza la hace para atrás, se muerde el labio inferior, mientras piensa que es a Misaki a quien está dando duras estocadas, sigue moviendo su mano y cadera con ímpetu, gime roncamente llamando al autor de su fantasía, hasta alcanzar liberarse, otra vez, jadeando coge un pañuelo y se limpia antes de dirigirse al baño de su oficina, allí mientras se lava las manos, sonríe negando con la cabeza, acaba, se seca y pide que le tengan lista la limusina, se irá a descansar.

                      ☆

Feilong y Mikhail, cuentan cada uno, los encuentros con esos muchachos, ambos dicen haber encontrado al ángel de Kirishima, ninguno da por vencedor al otro, llevaban toda la tarde discutiendo el tema.

-Ya te lo dije, yo lo encontré,  -ese era el ruso-  no sólo es amable, generoso y desinteresado, también es hermoso, tiene un...

-O SEA  -el chino claramente celoso, gritaba-  PORQUE ES HERMOSO SEGÚN TÚ, ¿YA ES UN ANGEL?

-Sí,  -el ruso se dio cuenta de los celos de su pareja-  no sólo porque yo diga que es hermoso,  -siguió molestando al chino-  cualquiera que lo vea, cae rendido a sus pies, ahora entiendo la historia de Kirishima.

-La hermosura no basta, de lo contrario yo claramente sería un ángel,  -Feilong se señalaba a si mismo, sí también era muy creído-  no quieras convencerme con eso, lo que pasa es que no quieres pagar la apuesta.

-No es eso Fei,  -Mikhail se puso serio-  ese muchacho es hermoso, pero no sólo habló del exterior, cuando lo tratas y ves sus ojos... -cerró los ojos un momento y suspiro-  te sientes en paz.

Feilong escuchaba las palabras y gestos de Mikhail, eran auténticos y no eran sentimentales como creyó en un principio, ese muchacho lo afectó... recordaba al pelinegro de la cafetería y se dio cuenta que lo que él sintió cuando hizo su farsa en la cafetería, no era comparable con lo que el ruso le expresaba, éste muchacho era amable, pero sus ojos no le transmitían paz, sino justicia, protección al desvalido... acarició su mentón y habló.

Y... Por qué no?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora