— Espero que seas realmente inteligente. No suelo estudiar en grupo pero decidí hacer una excepción contigo— dijo.
— Eh... ¿Gracias?
— De nada. Antes, quiero que veas ésto, para motivarte— me enseñó unas hojas.
— ¿Qué es?
— Los nombres de todas las personas que han llegado a la final en la olimpiada de historia desde el inicio del certamen.Las tomé y comencé a pasarlas. Todas tenían el nombre del alumno y su fotografía. Me detuve en una página. Me llamó la atención un alumno muy hermoso. Leí su nombre. William Harper... William... ¡Oh por dios! Sí era ese William. Es decir, no podía creer que fuera el doctor. Se veía idéntico, no había cambiado en casi nada. Si no lo estuviera viendo no lo habría creído.
— ¡Qué pequeño es el mundo!— dije. Él me miró.
— ¿Por qué?— dijo.
— Conozco a ésta persona— le señalé con el dedo la foto—, es mi doctor. No sabía que le gustaba la historia. Bueno, nunca le pregunté.
— ¡Eso es magnífico!— me dijo—. Podría enseñarnos algunas cosas. Es muy conveniente. ¿Crees que quiera ayudarnos?
— No lo sé... tengo su número de teléfono, tendría que preguntarle.
— Es tu trabajo convencerlo de que lo haga. Te lo ordeno.¿Me lo ordena? ¿Quién era, mi madre? Me observaba malhumorado. Su seño era el más fruncido que había visto en mi vida. Sin exagerar.
— No aseguro nada— dije.
— Pues deberías.¡Qué molesto! Algo me dijo que él y yo no seríamos los mejores amigos.
Ese día fui a casa menos contento de cómo salí por la mañana pero feliz de todas maneras. Le dije a papá y mamá lo que pasó y sí, tal como Evan dijo, él casi se pone a llorar. Como mamá era muy sentimental se le unió. Y como yo era el doble de sentimental que ellos dos juntos, me uní al llanto colectivo.
En la noche, después de meditar lo que haría, y luego de dudar muchas veces, tomé el teléfono y llamé al doctor. Me sentía nervioso. ¿Y si estaba ocupado? ¿Qué tal si tenía la cura para una enfermedad desconocida y yo lo interrumpía y terminaba perdiendo el antídoto? Todo era posible.
— Hola, Jimi— dijo. Me pregunté cómo sabía que era yo pero recordé que cuando fuimos a comer le di mi número de teléfono.
— Espero no estar interrumpiendo nada importante— dije, nervioso.
— Para nada. ¿Pasa algo? ¿Puedo ayudarte?
— Realmente...— le conté todo lo que pasó en la escuela—... y nos preguntamos si hay una pequeña posibilidad de que nos ayudes en caso de que algo se nos haga muy complicado... entiendo si no tienes tiempo y también si no quieres...
— Jimi— me interrumpió—, no te preocupes. Te ayudaré cuando lo necesites. Pero tengo una condición.
— ¿Cuál?— dije, curioso.
— Llámame William. O Will, como se te haga más fácil. Somos amigos, ¿No?
— Me gustaría pensar que sí— dije contento.
— Entonces no dudes en pedir mi ayuda. Y en venir a visitarme. Sería lindo ver una cara conocida de vez en cuando.
— Lo haré— dije—, te agradezco mucho.
— No es nada.
— Entonces, nos vemos luego— dije.
— Nos vemos. Buenas noches, Jimi.
— Buenas noches— afirmé. Luego colgué.¡Todo era perfecto! No podía creerlo. Siempre pensé que dios me odiaba pero por alguna razón las cosas me estaban saliendo de maravilla. Mi vida era perfecta.
Aunque me pareció extraño que todo eso me pasara a mí. Imaginé que todo empezó cuando Evan llegó a mi vida. Deseé darle las buenas noches como lo hice con el doctor. Con William. Bueno, con Will.— Buenas noches, Evan— dije al aire, en la oscuridad de mi habitación antes de dormirme.
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Rumores De Pasillo
RomanceJimi se declaró abiertamente gay en la escuela y empezaron a molestarlo por eso. Evan, un rubio popular que también lo molestaba, resultó sólo hacerlo porque los demás lo hacían... pero realmente guardaba un secreto: le agradaba Jimi. Mucho. Más de...