158. El diario de Laura

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Perdí el equilibrio porque no me esperaba eso de Evan. Puedo jurar que iba a caerme de no ser porque Jason tenía esos increíbles reflejos de basquetbolista y me atrapó. Me asusté. Inconscientemente lo observé. Él también me miraba a mí. Parecía tan sorprendido como yo.

— ¡Abrazo!— dijo Evan feliz.
— ¿En que universo eso es un abrazo?— dijo Zac.
— Ella pudo caerse, ¿No?— dijo Derek.
— ¡Estoy bien!— dije, recuperada de aquello—, por suerte Jason tiene unos reflejos estupendos, ¿Cierto?

Miré a Jason. Él no decía nada. ¿Por qué no decía nada? ¿Se habría molestado conmigo? En todo caso era culpa de Evan. Además, no era tan malo abrazarme. No era su enemiga. Y eso no había sido un abrazo.

— ¡Lo siento Laura!— me dijo Evan—, creo en verdad que podrías haberte caído.
— Estoy bien— dije.
— ¡Lo siento Jason, pero en verdad creo que necesitas un abrazo!— le dijo Evan—, ¡Yo te abrazaré!

Se lanzó contra él. Jason, que parecía pensativo, volvió a ser el de siempre.

— Necesito ir por un café— dijo Zac—. ¿Alguien va a ir a la cafetería?
— Yo voy a ir— dijo Jimi.
— Entonces voy contigo— le dijo Zac.

Ambos se fueron. Evan, al darse cuenta de que Jimi se iba tranquilamente con Zac, dejó a Jason y fue detrás de ellos.
Me senté. Jason también. Pero unos segundos después se levantó silencioso y se fue lentamente. Me pareció extraño.

— ¿Qué le pasa a Jason?— me preguntó Derek.
— No lo sé— dije.
— Tal vez se siente mal.
— Quizá.

Lo observé. No planeba quedarme sola con él. Tenía que decir algo. El momento ya era incómodo de por sí, pero tenía la impresión de que seguiría así si no decía nada. Además podía aprovechar para preguntarle cosas.

— Creo que tú y yo comenzamos con el pie izquierdo, ¿No?— me dijo.
— ¿Qué? ¿Por qué piensas eso?— dije.
— Creo que no te agrado.
— No, en realidad no es así— dije.

Sí, no estaba siendo sincera.

— Pero quiero que seamos amigos— dijo, sonrió—, ¿Tú quieres que seamos amigos?

Siempre había pensado que yo era fuerte, capaz de hacer lo que sea. Sin miedo, valiente.

Y esa era mi oportunidad de reafirmarlo.

Me levanté. Lo observé.

— Yo quiero ser amiga de todos— dije seria—, pero parece que tú no quieres lo mismo que yo.

Él se levantó y me observó.

— ¿De qué hablas?— dijo.
— Pude ver muchas cosas en el museo.
— ¿Qué cosas?
— Tú quieres la atención de Jimi.

Él me miró. Luego sonrió.

— Lamento haber arruinado tus planes con él— dijo feliz—, pero en verdad lo necesitaba. Sólo por esa vez. Prometo no volver a llevármelo.

Me daba la impresión de que no era sincero. Parecía serlo, pero mi intuición me decía que todo era una excusa.

— Sobre todo porque no podrás— dije, atenta a sus reacciones—. Ahora va a estar todo el tiempo con Evan. Recuerda que están saliendo.
— Sí, claro— dijo.

Por un momento estuve a punto de tragarme su pretexto de que necesitaba a Jimi y de que en verdad lo lamentaba. Pudo haber sido así de no ser por esa extraña mueca que hizo con su labio cuando le recordé que Evan salía con Jimi.

Definitivamente todo era una trampa.
Ese era un juego para dos personas.

— Pero está bien— dije sonriendo—. Entiendo que fue un malentendido.
— ¿En verdad? ¿Significa que no estás enfadada por eso?
— No, sólo fue un malentendido al parecer. Quiero que seamos amigos.

Me sonrió. Mi papá decía que había que tener a los amigos cerca, pero a los enemigos más cerca. Y él era un enemigo. Porque alguien honorable no trataba de ocultar sus mentiras así.

Él era un mentiroso. Odiaba que Evan saliera con Jimi. No sabía bien cuáles eran sus planes, pero yo iba a descubrirlos.

Apareció Evan.

— ¿Y Jason?— dijo.
— Se fue— dije.
— ¿Por qué dejaste que se fuera? Aún tenía que abrazarlo...
— Puedo ir a buscarlo— dije.

Salí corriendo. En realidad sólo necesitaba un poco de aire fresco.

Caminé por los pasillos. Busqué a Jason pero no lo encontré. Se me ocurrió ir a buscarlo en donde practicaba basquetbol. Efectivamente ahí estaba.

— Hola— dije.

Se giró a verme.

— No sé si lo sabías— dije—, pero para jugar necesitas un balón.
— Estoy jugando con uno invisible— dijo.
— Y con amigos invisibles también, según veo.
— Sí. Vamos ganando.
— El equipo rival invisible debe ser muy malo entonces.
— Bastante.

Sonrió.

— ¿Puedo jugar?— dije.
— No lo sé, estamos en medio del campeonato invisible...
— Soy buena jugando basquetbol invisible— dije.
— Entonces toma el balón.

Giró su mano hacia mí. Hice como que recibía el balón.

— ¿Cómo debería lanzarlo?— dije.
— Pensé que eras buena en el basquetbol invisible.
— Es cierto. Entonces sólo lo arrojaré....

Lo hice.

— Bien— dijo—, tres puntos.
— Puedo hacer esto— dije—. No pensé ser tan buena.
— Quizá podrías subir de nivel— dijo—. Podrías jugar basquetbol real.
— Parece complicado.
— Yo podría enseñarte— dijo.
— ¿En verdad tienes tanta paciencia? Porque puedo ser muy mala con el basquetbol real.
— Mi paciencia acepta el desafío.
— Zac podría enseñarme también— dije—. Me lo debe, voy a ser su asesora de campaña.
— Seguramente va a gustarle la idea— me dijo.

Lo observé. Se veía bien, tanto que casi se me olvida que su novia había terminado con él.

— Sabes, creo que no somos muy justos contigo— dije.
— ¿Por qué?
— Porque siempre nos ayudas. Te necesitamos, más de lo que parece. Pero nunca te preguntamos si necesitas algo. Si necesitas ayuda. No sabemos tanto de las personas como tú pero... si nos necesitas siempre estaremos ahí. Yo estaré ahí. Probablemente no podré hacer nada pero...
— Lo sé— dijo.
— Cierto— dije—. Tú lo sabes todo.
— No todo. Hay muchas cosas que no sé. Cosas que no entiendo.
— Si puedo explicarte algo— dije—, dímelo.
— Lo haré. Aunque no necesitas hacer eso. No me debes nada, si es que piensas así.
— No es como si quisiera devolverte un favor. Los amigos no hacen eso— dije—. Aunque admito que me sentiría mejor si pudiera hacer algo. Después de todo, estuviste ahí para mí.

Pensé en eso. Jason realmente me había ayudado.

— Ya tendrás oportunidad de hacerme algún favor— dijo.

Lo miré.

— De acuerdo— dije—, entonces esperaré ese día.

Me acerqué a él y lo abracé. Pensé que se apartaría pero no lo hizo. Me quedé ahí unos segundos y luego me aparté.

— Por cierto— le dije—, Evan quería abrazarte también.

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