26. El diario de Jimi

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— Olvídalo— dijo—. Tu inocencia ya mató el momento. Menos mal, de otra forma no podría garantizar tu seguridad.

No entendí absolutamente nada. Hasta que al día siguiente hablé con Zac en el receso. Y él, como futuro físico, científico del mañana, me habló con todo el tacto y elocuencia que pudo:

— Quiere rellenarte la cajuela— dijo mientras comía un pastelillo—. Te dije que eso quería.
— ¡Claro que no!— dije asustado—, él no es así.
— Por supuesto que sí. Más si es contigo.
— ¿A qué te refieres?
— Escucha bien, que no voy a repetirlo— se puso de pie y me observó, estábamos en el jardín en el cesped—, ¿Tienes alguna idea de porqué el sujeto con el rostro más privilegiado del lugar sale contigo aún cuando hace unos meses era completamente heterosexual?
— No era tan heterosexual... — dije, él me me miró seriamente.
— ¡Por el amor de dios, Jimi!— parecía molesto— ¡Mírate! Pareces salido de una portada de revista. No puedes decir que no sabías que eres atractivo.
— ¿Que yo qué?
— ¡No lo puedo creer! ¿De verdad no te habías dado cuenta? ¿No hay espejos en tu casa? ¡Pero si haces que más de un hombre dude de su sexualidad cuando te ven pasar! ¡Creéme, el otro día vi a una chica que tropezó porque no se fijó la caminar puesto que te estaba mirando! No puedes decirme que no piensas que eres lindo.
— ¿Cómo puedo pensar eso? Por lo general estoy más atento a las otras personas. Y estoy seguro que no soy para nada lindo. Evan es lindo. Yo no. Toda la gente me odia— dije.
— ¡Por eso mismo! Eres bello, tienes buenas calificaciones, pasaste a las semifinales de un certamen nacional y aunque eres gay tienes a muchas chicas que te aman. Además de tener a Evan. Y a mí, desde luego. Pero no te emociones, tú no podrías gustarme nunca.
— Ah...— dije, me quedé en blanco. Debí perderme en algún lugar.
— Bueno, supongo que no sueles pensar mucho en eso. Pierdes mucho tiempo sintiéndote miserable.

Quise decirle que no pero era cierto. Me sentía mal conmigo mismo la mayoría del tiempo. Solía pensar en cosas como “ojalá la gente no me mirara", “ojalá fuera invisible” y “ojalá hoy nadie me agreda”. Sí, la definición de miserable.

— ¿Y qué vas a hacer, virgen?— me dijo.
— No... no...no lo sé— dije con dificultad, realmente casi exploto.

Decidí pensarlo, ¿Y si de verdad Evan quería... hacer “eso”? ¿Qué iba a hacer yo? No tenía ni la más remota idea de cómo era. Es decir, siempre supe que era gay y soñaba con tener novio pero pensé que no lo lograría nunca. Y sinceramente no imaginé que llegaría tan lejos. Es más, ¿Es posible que dos hombres pudieran, es decir, sí es posible? Porque nadie me dijo cómo tenía que ser... estaba oficialmente confundido. Y no llevábamos mucho tiempo en la relación como para estar pensando en eso. Apenas podía besarlo sin desmayarme. No, no lograba imaginar nada.

— Pues estás en problemas— dijo Zac—. Porque podría ser doloroso. Pero suerte.

Se fue caminando por un pasillo. Me quedé paralizado, pensando en muchas cosas. ¿Doloroso? ¿Por qué? No, yo no iba a hacer nada. Y tampoco era como si Evan me hubiera dicho algo. Tal vez hablaba de otra cosa.
Así que por la tarde, cuando regresamos juntos de la escuela y fuimos a su casa, le pregunté a qué se refería. Y él, usando todo su sofisticado lenguaje y haciendo uso de toda la sensibilidad que tenía, dijo:

— Sexo. A eso me refería. Zac es muy bueno descifrando cosas. Pero lo odio.
— ¿Qué?— dije atónito y empecé a temblar de miedo.
— No te preocupes. Esperaré a que estés listo. Y a que estés seguro— dijo y me miró de reojo.
— ¿Seguro de qué?
— De que quieres que sea yo.
— ¿Ser qué?
— Tu primera vez.

Me sonrió contento. Y en ese momento supe que Evan ya había sido mi primera vez en muchas cosas. No me había dado cuenta. Mi corazón latía muy acelerado. ¿Sería posible? ¿Podría hacerlo? No estaba muy seguro. Era una decisión importante.

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