31. El extraño diario de Zac

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No me molestan los rumores. A Jimi sí. Quizá que el mundo me acostumbró a eso. Llevaba toda una vida evadiendo a las malas personas. Y sinceramente pensar en eso no me hacía ningún bien. Menos estando tan cerca de las semifinales.

— Hoy hay que ir a ver a Will— dijo Jimi—. Seguro que tiene algún consejo sobre el certamen que nosotros ignoramos.
— De acuerdo— respondí—. Pero está vez entraré contigo, no soportaré a la recepcionista otra vez.
— Yo pienso que le gustas.
— Desde luego que sí. Soy genial. Toda la gente lo sabe. Pero ella no me agrada nada.
— Lamento que tengas que ir— dijo y bajó la mirada—. Haces muchas cosas que no te gustan por estar conmigo. Gracias por ser mi amigo.
— No veo a qué viene eso, pequeño principiante. Apuesto a que sufres más que yo por querer estar conmigo. Como puedes ver no le agrado a muchas personas.
— No me causas ningún problema— se apresuró a decir—. Y me agradas mucho.
— A Evan no le agrado. Tampoco a esa chica, ¿Cómo se llama? ¿Laura?
— Es Laura. Y a Evan le caes bien, también a ella, es sólo que... tal vez si fueras más amable...
— Creéme cuando te digo que ser amable no me ha ayudado en nada nunca en la vida. No quieras cambiarme. Además, pensé que te gustaba mi magnética personalidad.
— Me gusta. Pero a algunas personas no.
— Bueno— dije. lo miré a los ojos—, ahora ya sé con quién debería estar.

Se quedó ahí, viendo cómo me iba. Jimi era tan lindo e inocente... bueno, ya no tanto. Evan debió comerse mucha de su inocencia. Últimamente se veía más maduro. Más adulto. Evan por otro lado se veía más idiota. Perdido en sus pensamientos. Tenía que ser normal, estaba en la relación perfecta.

Saliendo de la escuela caminamos hasta el consultorio del doctor. Cada paso que daba me enfurecía más. ¿Por qué tenía que ir a ver de nuevo a un tipo sensualón que no me agradaba y que quería rellenarle la cajuela a Jimi? Si quería ver a un idiota calenturiento podría haberlo hecho en la escuela, Evan siempre miraba de forma extraña a Jimi. Lo que me gusta era la capacidad del pequeño Jimi para no ver cuando alguien quetria algo con él. Era gracioso.

— Hola— le dijo Jimi a la recepcionista.
— Hola, el doctor los atenderá en un momento.
— Gracias— dijo él con una sonrisa.

Parecía brillar como un sol. No podíamos ser más opuestos. ¿Cómo acabé con alguien como él?, pensé.

Después de un tiempo corto en el que Jimi estuvo hipnotizado por la pecera de la sala de espera, el doctor salió a recibirnos. Entramos. Pero ésta vez había algo diferente. La última vez apenas me miró. Ahora no me quitaba la vista de encima. Me observaba como si fuera alguien peligroso. Como si hubiera matado a su familia o iniciado la tercera guerra mundial.

— ¿Qué los trae por aquí?— dijo, cambiando su cara automáticamente y pareciendo feliz.
— Tengo algunas dudas— le dijo Jimi y empezó a sacar sus libros.

Él se veía bien junto a Jimi. No tanto como con Evan. Claro, era diferente porque Jimi amaba a Evan. Y no lo trataba como con el doctor. ¿Evan sabía que un sujeto hermoso con casa, auto y negocio propio quería quitarle a su novio? Seguramente no. Nadie debía sospecharlo. Para Jimi éste tipo no suponía amenaza alguna.
Mientras más los observaba pude notar que ese sujeto trataba de tener mucho contacto tanto físico como visual con Jimi. Y el muy idiota parecía estar muy cómodo. Suerte que yo estaba ahí. De otra forma bien pudo comerse a Jimi.

— ¿Un último consejo?— dijo el doctor porque Jimi le pidió eso. Pensó un momento—, No se pongan nerviosos. Muchas veces los nervios hacen que dudes de ti.
— Gracias— dijo Jimi—. Lamentamos si alguna vez fuimos una molestia.
— Para nada. Sabes que puedes visitarme siempre que quieras— agregó, no me sorprendió que no me incluyera.
— ¡Lo haremos!— dijo Jimi contento. Tampoco me sorprendió que Jimi me incluyera—. Creo que ya debemos irnos.
— Claro— dijo el doctor.
— Si me disculpas— le dije a Jimi, luego me giré a verlo a él—, hay algo que me gustaría preguntarle al doctor en privado, claro, si él no tiene algún inconveniente.
— No, desde luego que no— dijo el doctor aunque parecía bastante sorprendido por mi petición.
— ¿Preguntar? ¿Sobre qué?— dijo Jimi confundido.
— Sobre mi salud— afirmé.
— Claro, espero afuera— dijo él.

Esperé a que saliera y se alejara. El doctor me miraba atentamente. La puerta se cerró detrás de mí.

— Creo que no requieres mis servicios como médico— dijo.
— Por supuesto que no— dije como si fuera obvio.
— ¿Y bien?— dijo, se levantó de su silla—, ¿Qué quieres decirme?
— Usted ya lo sabe— dije—, pero por si hace falta, puedo recordárselo. Aléjese de Jimi.

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