175. El diario de Jimi (y los chicos que le gustaban)

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Solía pensar que nunca me había gustado nadie antes de Evan. Pero no era así. Con el tiempo pude darme cuenta de muchas cosas, después de saber cómo se sentía amar a alguien.

Cuando tenía 6 años, me gustaba un niño de mi escuela que se llamaba Brando. No sabía que me gustaba hasta mucho tiempo después, de hecho, me di cuenta de eso cuando ya salía con Evan. En ese momento, en la primaria, sabía que los niños eran lo mío pero tampoco podía diferenciar entre si alguien me gustaba o no.
Brando era el clásico niño malo y lindo que destacaba por romper las reglas.

Me gustó por seis años. Entré a la secundaria. Para ese entonces ya sabía que jamás iban a gustarme las chicas, ya había tratado y era imposible. Ahí conocí a un chico. Era amigo mío. Se llamaba Adam. Era el clásico chico con exceso de confianza famoso por ser amigo de todos y por obviamente, ser lindo. Todas las chicas lo amaban. Me gustaba mucho aunque solía confundir mis sentimientos con admiración.

Hasta que conocí a Evan. Él era la persona más conocida de toda la escuela. Todos lo querían porque era amigable y por supuesto, lindo. Como un sueño. Siempre pensé que él me gustaba porque era diferente en muchos sentidos pero en retrospectiva... ¿Por qué parecía que él era como todos los chicos que antes me habían gustado?

No lo había pensado hasta que Derek mencionó que a todas les gustaba Evan. Tenía sentido. Él era lindo y amable. A cualquiera le gustaría un chico así. Me puse a pensarlo con detenimiento. Evan solía ir por ahí rompiendo reglas y tenía una personalidad alivianada, como Brando. También era lindo y amigable como Adam. Técnicamente Evan era como todos los chicos que me habían gustado en la vida.

Pero tanto Brando como Adam eran amados por muchas personas. Jamás tuve una relación tan cercana con ninguno de ellos pero sabía cómo eran porque todos hablaban de lo que hacían. Eso me había pasado con Evan, sólo que él al principio no me gustaba porque estaba con la gente que solía burlarse de mí. Sin embargo estaba seguro de que si yo no hubiera dicho nada sobre mí jamás me habrían hecho bullying. Entonces probablemente me hubiera terminado gustando Evan.

Eso me hacía pensar mucho. Porque parecía como si mis sentimientos por Evan no fueran lo que yo pensaba. Visto así parecía que quien había decidido la relación era Evan. Así era, él se había acercado a mí, me había pedido salir y todo lo demás. Como si yo no hubiera hecho nada.

No se sentía así pero... visto de esa manera parecía que quien estaba más comprometido con esto era Evan.

Además, estaba todo eso que las amigas de Derek habían dicho. No sabían que yo salía con Evan. Así debían pensar todos los que lo conocían. Pero no era verdad. No me gustaba tener que esconderme. Pero tampoco quería mostrarme ante todos. Menos como la pareja de Evan. Soportaría que todos me odiaran pero.... no me gustaría vivir de esa forma.

Es decir, no toda una vida escondiéndome. Lo que me llevaba a pensar: ¿Qué se suponía que estaba haciendo con Evan? ¿A dónde iba todo eso?

Me pasé todas las clases pensando en eso. La respuesta jamás llegó.
Al terminar las clases, busqué a Laura pero al parecer ella se había apresurado en salir.
Iba a ir a buscarla afuera de la escuela en donde generalmente nos reuníamos para irnos juntos a casa, cuando al salir del salón me encontré con Derek.

— Hola— dijo.
— Hola— dije—, ¿Has visto a Laura?
— ¿Laura? No, para nada.
— Entonces, si me disculpas, debo ir a buscarla.

Estaba por irme cuando él me tomó del brazo. Lo observé.

— ¿Pasa algo?— pregunté.
— Me preguntaba si tienes tiempo— dijo—. Quizá podríamos ir por ahí...
— Lo siento, hoy no puedo— dije, me retiré un poco y él me soltó—. Debo ir con los demás. Quiero ayudarle a Zac con su campaña política.
— Laura se está haciendo cargo de eso— me dijo—. Ella y Jason pueden ayudar a Zac.
— Quiero ayudarlos también.
— Sólo será hoy. No pasa nada si faltas un día.
— Quizá pero... quiero ayudarlos.

Sonrió tenuemente.

— De acuerdo— dijo—, entonces dime cuándo tienes tiempo para mí.
— ¿Para ti?— pregunté confundido.
— Sí. Porque parece que no me aprecias tanto como a tus otros amigos.
— Eso no es cierto— dije.
— Hace mucho que no nos vemos y no quieres pasar tiempo conmigo— dijo.
— Sí quiero— dije—. Pero también quiero estar con los demás. Podrías ir conmigo. Estaríamos todos juntos.
— Eso me gustaría pero... me gusta más estar contigo. Sólo contigo.
— A mí también me gusta— dije—. Pero en verdad no puedo hoy. Será en otro momento.

Me despedí brevemente y estaba por irme cuando volvió a sujetarme por el brazo. Lo observé intrigado.

— No puedes hacerme esto— dijo.

Iba a preguntarle sobre qué cosa no podía hacer cuando Evan apareció. Derek me soltó. Evan llegó corriendo hasta mí.

— ¡Jimi, al fin te encuentro!— dijo feliz.
— ¿Me estabas buscando?— pregunté.
— Sí. Salí pero no te vi con los demás en el lugar de siempre. Me preocupé— observó a Derek—. Hola— le dijo.
— Hola— dijo él, muy serio.
— ¿Nos vamos?— me preguntó Evan.
— Claro— dije.
— ¿Vienes?— le preguntó Evan a Derek.
— No, yo tengo aún cosas qué hacer— dijo Derek antes de girarse e irse rápidamente.
— ¡Que te vaya bien!— le dijo Evan mientras lo despedía con la mano.

Yo lo observé atentamente mientras se iba. Él se había comportado raro.

— Hace mucho que no veía a Derek— dijo Evan.
— Debe estar muy ocupado— dije.
— Sí— dijo él.

Me quedé un poco alterado por esa última charla. Era extraño, tenía la sensación de que algo pasaba.

— Jimi— me dijo Evan—, dame tu mano.
— ¿Qué?— dije—, ¿Estás loco?
— Vamos, no pasa nada— dijo—. Ya todos se fueron.

Miré a mi alrededor. Aparentemente no había nadie.

Evan me observó. Extendió su mano ante mí. Lo miré. No pude evitar sonreír y pensar que él no era para nada parecido a las demás personas.

Además, no podía evitar sentirme emocionado cuando lo veía.

Tomé su mano. Caminamos así, cruzando el patio.

Al llegar a la entrada de la escuela, observamos una silueta. Sí, era él.

— ¿Qué demonios creen que están haciendo?— nos gritó.
— ¡Oh por dios, está furioso!— dijo Evan, aterrado.
— Creo que es porque sigues sosteniendo mi mano— dije.
— Pero me gusta hacer eso— dijo.
— Ahí viene Zac— le dije.

Zac se acercó acompañado de una aura maligna. Evan entró en pánico pero no soltó mi mano. En ese momento no podía dejar de pensar en que de alguna manera la forma en la que Evan me sujetaba y la forma en la que lo había hecho Derek eran completamente diferentes.

— ¡Perdóname la vida!— le suplicó Evan a Zac.
— Entonces suelta a Jimi— le dijo Zac.
— ¡Me niego!
— Evan, no seas idiota, todavía hay personas aquí y podrían verlos— dijo Zac, enojado, luego me observó a mí—, ¡Jimi, debiste impedir esto!
— ¡Lo siento pero fue imposible!— dije.
— ¡Castigados!— dijo Zac—, ¡Ambos están castigados!
— No puedes castigarme— dijo Evan—. No eres mi madre y soy mayor que tú. Tengo autoridad sobre ti.
— ¡Castigado y despedido!— le gritó Zac.
— ¿Despedido?— dije—, ¿Qué se supone que eres, nuestra madre o nuestro jefe?
— ¡Doblemente castigados por cuestionar mi autoridad!— dijo Zac.

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