154. El extraño diario de Zac

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— No puedes prohibirme ver a Jimi— me dijo Evan.
— Pero yo sí— dijo la profesora—, así que más te vale estudiar.
— Pero... pero... pero...

Así a Evan le quebraron el poco espíritu que le quedaba.

La profesora lo observó. Evan se recuperó y siguió estudiando. Evan concentrado asustaba. Verlo así de serio me hacía casi poder tratarlo como una persona normal.

Entonces mi teléfono empezó a sonar. Lo tomé.

— Llevo esperando años— dije.
— Lo siento, me quedé dormido— dijo George con su clásica voz de tonto.
— Sabía que dirías algo así— dije.
— ¿Hay algo que no sepas?
— Probablemente— dije—, pero eso no importa. ¿Dónde estás?
— Afuera de tu escuela. Puedo pasar a buscarte.
— Estoy en la sala de maestros. Búscame ahí. Seguro te dejarán pasar si muestras tu identificación.
— ¿Cómo esperas que yo sepa cuál es la sala de maestros?
— Pregúntale a alguien. ¿Tengo que resolver todos tus problemas?— dije enojado y terminé la llamada.

Suspiré resignado. Evan, volviendo a ser el mismo tonto de siempre, me miró curioso.

— ¿Con quién hablabas Zac?— me preguntó.
— Con el hermano de Jill— dije—. Quedó en venir por mi hoy.
— ¿El hermano de Jill?— preguntó—, ¿Significa que es tu tío?
— No, no es mi tío.
— Pero Jill se va a casar con tu padre, lo que significa que es tu tío.
— No— dije—, eso no va a pasar.
— Pero no es algo que puedas decidir.
— Sí puedo. Soy casi como dios y puedo decidir ese tipo de cosas.
— No es cierto— dijo Evan—, estoy seguro de que así no funciona la vida.
— Puedo hacer cosas como esas— dije—. Puedo decidir quién es mi tío, incluso puedo decidir quién quiero que salga con Jimi. Sigue contradiciéndome y ya no serás tú.
— ¡Perdóname la vida, dios todo poderoso!— dijo con miedo.

Él siguió estudiando. Pronto golpearon a la puerta. La profesora se acercó a abrir. La puerta se abrió. Era George.

— Lamento llegar tarde— dijo—, pero...

Entonces, él la observó a ella. Y ella no dijo nada porque se le quedó viendo. Recordé que ellos tenían un pasado juntos. Sí, al parecer yo no era tan listo como pensaba que era porque olvidé ese detalle.

— Lucille— le dijo él muy nervioso y sorprendido—, yo...
— ¡Muere!— dijo ella alterada y lo empujó fuera del lugar mientras intentaba cerrar la puerta. Y él intentaba entrar.
— ¡No, espera, tenemos que hablar!— dijo George alarmado.
— ¡Vete de aquí!— dijo ella.
— ¡No hasta que hables conmigo!— reiteró George.
— Profesora, tranquilícese— le dije.
— ¡Sí, hazle caso a mi sobrino!— dijo George.
— ¡No soy tu sobrino!— dije.
— ¡Yo te ayudo Luz!— dijo Evan y le ayudó a empujar la puerta.

Así fue George quedó afuera.

— ¡No puedes hacerme eso!— dijo George del otro lado.
— ¡Ya lo hice!— dijo Lucille.
— ¡Sí, ya vete!— dijo Evan—, ¡Y no vuelvas nunca!
— ¡No puedo irme!— dijo George—, ¡No con las manos vacías!
— ¡Pues qué lástima porque nunca me tendrás!— le dijo ella.
— No hablaba de ti— dijo George—, hablaba de Zac. Vine por él.
— ¡De ninguna manera!— dijo Evan mientras se acercaba a abrazarme—, ¡No permitiré que le hagas daño a otras personas! Puede que parezca que Zac es insensible y malvado, pero en el fondo, muy en el fondo, es una buena persona.
— ¿Muy en el fondo?— le dije y lo aparté de mí—, ¡Perdóname por no ser la reencarnación de Jesús! Además, es cierto, él viene por mí.
— ¿Por qué?— dijo la profesora—, ¿Por qué conoces a alguien tan odiota como él?
— Porque es hermano de Jill— dije.
— ¿Conoces a Jill?— me preguntó ella.
— Es la novia de mi papá— dije—. Prometida. Van a casarse.
— ¿En verdad?— dijo ella—, ¡Qué bueno! Cuando la veas felicítala de mi parte. Siempre fue una chica muy linda conmigo. En verdad le deseo lo mejor.
— Si le deseas lo mejor— dijo George desde afuera—, vuelve conmigo.
— ¡Muere!— le gritó ella—, ¡Desaparece!
— ¡Sí, muere!— dijo Evan.

Tal y como sospechaba, si Lucille odiaba a George, Evan también.

— ¿Podemos hablar de esto?— dije—, podríamos llegar a una conclusión satisfactoria sobre el por qué su odio hacia George no está tan bien justificado...

Ambos se miraron. Luego me miraron a mí. Abrieron la puerta y me empujaron afuera. George me miró.

— ¡Eso no fue amable!— dije enojado.
— ¿Por qué estás del lado del George?— preguntó Evan—, ¡Es malo! ¡MALO!
— No estoy del lado de nadie— dije.
— ¿Entonces por qué estás defendiéndolo a él?— me preguntó la profesora—, ¿Sabes lo que me hizo?
— Sí— dije—, pero parece que es un malentendido.
— ¡No es ningún malentendido!— me dijo.
— Pues no es mi culpa. Creo que pueden arreglarlo, pero ya no depende de mí. Además fue malo que me sacaran de esa manera.

Escuché susurros. Estaban conversando. Me acerqué un poco para intentar escuchar mejor hasta que la puerta se abrió repentinamente. Evan me tomó del suéter y me jaló hacia adentro mientras cerraban de golpe, para que George no pasara.

— ¿Qué pasa?— dije confundido.
— Hemos decidido salvarte de las garras de nuestro enemigo mortal— dijo Evan.
— No necesitaba ser salvado— dije—, George es idiota pero no va asesinarme. En todo caso es más probable que sea yo quién termine matándolo primero.
— ¿Me harías ese favor?— dijo ella.
— ¿En verdad quieres que muera?— pregunté.
— Sí. Y no te preocupes, podemos hacer que parezca un suicidio— dijo Evan.
— Agradezco la oferta pero a Jill no le causaría ninguna gracia que yo matara a su hermano.
— Aún le quedaría otra hermana además de George— dijo Evan—. Tal vez no se daría cuenta.
— Sí— dije—, porque es obvio que Jill no sabe contar.
— Es que... — dijo Lucille melancólica—, en verdad no sé si pueda... si pueda perdonarlo...

La miré. Evan y ella tenían como característica que jamás podrían esconder sus emociones. Su cara lo decía todo. Para mí era tan fácil fingir que todo estaba bien cuando no era así... tanto que era triste. Los admiraba por ser tan honestos.

— Habla con Will— dije—. Te sentirás mejor. Él siempre está dispuesto a ayudar a quién sea.
— No quiero molestarlo— dijo ella—. Además él no dejaría su trabajo por mí.
— Claro que sí— dije, recordé cuando había hecho eso por mí—, es un buen amigo. Hablar con él te hará sentir mejor. Así me pasa a mí.
— Pero eso es porque Will te entiende muy bien— me dijo Evan—, cosa que no cualquier persona hace. No sé cómo lo hace pero Will parece tener una habilidad única para entenderte.
— ¿Jimi y tú no hablan de cosas de su vida con Will?— le pregunté.
— Algunas veces. Jimi más que yo, pero no tanto como tú. ¿Te has dado cuenta de que visitas a Will mucho?
— Pensé que ustedes lo visitaban mucho también— dije.
— No— dijo Evan—, es más, lo visitas más que Luz y eso que ella es su amiga desde la universidad. Es más, lo visitas más que nadie en el mundo.

Lo pensé un poco. Empecé a ver que era cierto. Y no pude evitar pensar que tal vez yo estaba siendo un poco inconveniente para Will. Quizá lo molestaba mucho, más de lo que debería.

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